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Un puente con mucho arte

El viaducto de La Salve, que cumple 40 años, se ha convertido en una imagen unida al Guggenheim

Un puente con mucho arteDavid de Haro

Bilbao. SU esqueleto de color rojo vigila gran parte de la villa desde hace 40 años. De hecho, los ha cumplido esta misma semana. Hacia un lado contempla el pasar del tiempo en la zona de Begoña, hacia el otro observa los cambios que ha sufrido la capital vizcaina con el Euskalduna o el Guggenheim, por cuyo décimo aniversario mudó su tradicional piel verde para teñirse de un potente rojo pasión que adquiere gran fuerza entre la multitud de fotografías que protagoniza el museo ideado por Frank Gehry. Sin saberlo, se ha convertido en uno de los puentes más fotogénicos y fotografiados del planeta y en una estructura que es uno de los mejores puntos desde donde observar tanto Abandoibarra en la margen izquierda de la ría como Deusto y el Campo Volantín en la margen derecha.

Todo esto está muy lejos de la primera idea con la que se inició en los años sesenta el proyecto del puente Príncipes de España -nombre oficial del viaducto- que no era otra sino que convertirse en una de las arterias principales de comunicación entre Begoña y el centro de Bilbao y aportar una solución más al tráfico que empezaba a ahogar y colapsar una villa que estaba en pleno crecimiento industrial y poblacional. Una población que crecía y que no tardó en encontrar un nombre alternativo al viaducto. El elegido fue La Salve. Y la razón fue que a través de la ría, a la altura del puente, es el primer punto en el que se puede ver la Virgen de Begoña y los marineros en ese punto cantaban La Salve. Este enclave fue un punto de referencia para la gente de mar y el ingeniero que dio forma a este proyecto, Juan Batanero, también pensó en el trasiego de barcos que por aquel entonces surcaban la ría. Por ello, el viaducto adquirió una altura de 23,5 metros para que los grandes barcos pudiesen pasar sin problema alguno. Asimismo, Batanero otorgó un formato especial al puente y fue pionero en el Estado al ser el primero en estar sustentado en un sistema de tirantes. La circulación viaria y marina estaba garantizada, pero Batanero quiso que La Salve también fuese una referencia de modernidad para los peatones; por ello, se instalaron dos ascensores en la margen derecha del puente que permiten comunicar con gran celeridad La Salve y el Campo Volantín. Dichos elevadores municipales son gratuitos desde hace cuatro años y dan a los bilbainos una forma cómoda y rápida de desplazarse por esta zona de la villa.

Con estas características, los trabajos de construcción del puente se iniciaron el 5 de mayo de 1968 y, tras 360 millones de inversión y 44 meses de obras, La Salve se convirtió en realidad el 9 de enero de 1972, fecha en la que se inauguró el viaducto. La villa ya tenía su puente, una vía de comunicación que sería un resorte más para una ciudad en pleno crecimiento y desarrollo. Desde ese momento, se convirtió, además de en un gran enlace de comunicación, en testigo de excepción de una zona que ha sido el fiel reflejo de todos los cambios y transformaciones que Bilbao ha sufrido en las últimas cuatro décadas.

También ha gozado de un gran protagonismo en las grandes fiestas que ha vivido la villa, ha sido una atalaya desde la que ver los fuegos artificiales de Aste Nagusia y en algunas retinas todavía permanece viva la imagen de un puente abarrotado viendo pasar la gabarra del Athletic en 1983 y 1984, cuando La Salve todavía lucía verde, Euskalduna era una referencia directa a los astilleros y el gris era el color característico de Bilbao.

Testigo En esa época también vivió momentos tristes el puente. El 26 de agosto de 1983, vio cómo la ría fluía con un caudal abundante y enfurecido que sembraría el caos en la villa. En 1984 también fue testigo del cierre de los astilleros Euskalduna. La fuerza industrial se fue diluyendo, Bilbao entró en una profunda crisis y con su silueta verde fue testigo de este conflicto que se convirtió en un referente del inicio de la reconversión industrial provocada por al fuerte crisis económica. Era tiempo de cambios, Bilbao debía cambiar su modelo de ciudad industrial y buscar una alternativa que le hiciese salir de esta delicada situación. Sin saberlo, ajeno a todo lo que sucedía, el entorno del puente de La Salve fue el principal eje sobre el que giró el nuevo Bilbao, una villa en la que la ría y sus márgenes adquirirían el brillo que el gris industrial le había quitado. El gris marengo se convirtió en color titanio, el brillo y el florecimiento de la rosa del nuevo Bilbao se simbolizaría en la fachada del nuevo museo Guggenheim. Un proyecto ideado por Frank Gehry que cambiaría el devenir de los acontecimientos en la villa. El 19 de octubre de 1997 con la inauguración del museo Guggenheim Bilbao y con ella el puente de La Salve se dieron a conocer al mundo. El viaducto permite ver con toda claridad y lujo de detalles este edificio con forma de barco culminado en su parte superior con una flor en pleno florecimiento. Por todo ello, desde La Salve se han sacado muchas de las espectaculares instantáneas del museo.

El efecto Guggenheim llegó a Bilbao y todo su entorno cambió, Abandoibarra se recuperó para hacer de ella un gran área de esparcimiento y de paseo y donde años antes se levantaban los astilleros Euskalduna, en 2003 se alzó el Palacio de Congresos del mismo nombre. Esta revolución también afectó a La Salve, que con motivo del décimo aniversario se tiñó de rojo en un proyecto creado por el artista francés Daniel Buren llamado L´arc rouge. El puente de La Salve se convirtió desde ese mismo día en una obra de arte más.