BILBAO. "Yo lloro, tú lloras, él llora...". Este es el ejercicio que había empezado una niña de pocos años aquella mañana de octubre en el Marcelino Ugalde. El colegio voló por los aires y con él, aquel papel que Josetxu Rodríguez, el primer periodista de DEIA en correr hacia Ortuella, mantiene hoy impreso en su memoria. Los fotógrafos de prensa vascos estaban demasiado acostumbrados a retratar la tragedia en primer plano: aquel mismo día hubo dos atentados mortales en Gipuzkoa y otro más en Bizkaia. Pero ninguna imagen de la época fue tan terrible como la que abriría las ediciones de la prensa del 24 de octubre de 1980, captada la víspera, de niños destrozados.
El fotógrafo Luis Alberto García, cuya casa se encontraba a muy poca distancia del lugar, fue uno de los primeros en llegar. Unas mujeres habían comenzado a sacar a los niños de entre los cascotes. Luis Alberto, que acababa de cumplir veinte años, hizo media docena de fotos de los cuerpos sin vida de los hijos de sus vecinos y amigos. A continuación se desmayó. Hoy es el día que García prefiere no relatar en público su vivencia. Continúa residiendo en Ortuella y tiene demasiados motivos para querer olvidar. Treinta años después, aún intenta quitarse de la cabeza cómo la responsable del centro, Mari Tere, que había identificado entre las víctimas a su hijo pequeño, continuó dirigiendo las labores de evacuación, en una imagen imborrable.
No corrían buenos tiempos para la lírica periodística. Los atentados se sucedían día tras día, a veces varios en una misma jornada. "Nos enteramos de la explosión cuando estábamos en Bermeo cubriendo el secuestro de José Garavilla, de conservas Garavilla, que ETA acababa de capturar. Eran tiempos muy negros, unos momentos terribles", afirma Josetxu Rodríguez.
El ex jefe de Fotografía de DEIA, Ángel Ruiz de Azua, que cinco años más tarde sería de los primeros en llegar al accidente de aviación del monte Oiz, también se coló entre dos ambulancias para poder alcanzar el lugar. Guarda en el negativo de su retina el desgarro de todo un pueblo. "Al enterarnos de la noticia, nos movilizamos enseguida, pero cuando llegamos, estaban ya los equipos de asistencia y se habían llevado a los críos y no quedaba ningún cuerpo bajo los escombros".
El extinguido Hierro, tituló: "Silencio de muerte en Ortuella tras la explosión de gas en las escuelas Ugalde". Otra cabecera histórica, La Gaceta del Norte, encabezaba: "Consternación general por la catástrofe de Ortuella".
La periodista Carmen Torres Ripa, que cubrió el suceso para La Gaceta del Norte, se admite incapaz de olvidar aquel horrible día. El funeral le dejó una huella demasiado profunda. "Me impactó. Escribí sobre una anciana que abrazaba dos flores de plástico. Quizá pensando que así durarán más encima de la tumba de su nietecito". "Hay miles de personas pero hay silencio... Es una procesión sacada del Apocalipsis", dejó escrito.
Josetxu Rodríguez también vivió el día después con una intensidad brutal. Con todas las carreteras cortadas y una aglomeración nunca vista hasta entonces, fue difícil regresar a la redacción para contar la magnitud de aquel réquiem infantil. "Hay que recordar que no había móviles, no existían los portátiles. Entrevisté a cuatro padres en su casa, rodeados de los objetos y fotos de sus hijos fallecidos. Cuando envié las crónicas por teléfono al periódico desde un bar, oía sollozar al otro lado del auricular".
Los funerales les pesan a todos como una losa. "Fue tremendo. El desfile de ataúdes blancos y toda aquella muchedumbre desolada bajo el hangar. Lógicamente las familias nos pidieron respeto y yo me subí a unas escaleras del pabellón para sacar las fotos desde arriba con el teleobjetivo. Era desolador", rememora Ruíz de Azua. De nada sirvió que le pillara ya mentalizado porque, en agosto de 1970, tuvo que revelar el choque de trenes entre Urduliz y Plentzia con 33 muertos; aquello sobrepasaba lo inimaginable.
Ningún medio fue ajeno a la tragedia. Una iniciativa radiofónica de la mano de Radio Bilbao y Florencio Torrelledó permitió la publicación de un libro Mirar con esperanza, recopilando una treintena de los mejores poemas que todos los oyentes enviaron durante aquellos días estremecedores.
        
    
    
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