BILBAO. La clínica San Francisco Javier cierra hoy después de 40 años siendo un referente en la sanidad de Bilbao. Los médicos trabajarán en otras clínicas y hospitales, los servicios se han derivado a diferentes centros y los 150 trabajadores sanitarios y de limpieza han sido despedidos. Se pierde algo más, parte de la historia de Bilbao.
Una buena parte de los bilbainos nacieron en esta clínica y otros muchos han sido atendidos en sus consultas. San Francisco Javier es parte de la historia reciente de Bilbao; el propio alcalde, Iñaki Azkuna, calificó de "barbaridad" y "drama" su clausura. Su solidaridad reconfortó en aquellos momentos a los trabajadores que habían acudido al Ayuntamiento para requerir su apoyo, pero no fue suficiente para que la aseguradora Mapfre, propietaria de la clínica, reconsiderase su decisión.
Los trabajadores recibieron con estupor la noticia del cierre el 11 de noviembre del pasado año. Según explicaron al comité, Mapfre había hecho enormes esfuerzos para sacar al centro sanitario de la "complicada posición económica" a la que había llegado. Pero la situación del mercado sanitario privado en la zona, "altamente concentrado", había hecho imposible reflotar la crisis que estaban viviendo. La situación económica era insostenible, alegaron.
Comienzan las movilizaciones La noticia cayó como un jarro de agua fría entre los trabajadores y los médicos de la clínica, que mostraron su rechazo total a la decisión "unilateral" de Mapfre, "sin ningún tipo de negociación". El disgusto de los trabajadores pronto se transformó en un malestar generalizado que hicieron patente en protestas y manifestaciones.
No había mucho margen de maniobra puesto que en un primer momento Mapfre anunció el cierre para el 27 de noviembre, apenas 15 días después del anuncio. El problema que se planteó en aquel momento no era sólo el despido de los trabajadores sino también la asistencia a los enfermos. La clínica San Francisco Javier ha atendido una media de 35.000 pacientes al año. Y éste ha sido precisamente uno de los argumentos que han defendido los trabajadores en todo este tiempo. "El cierre resulta inexplicable. Hay trampa porque han invertido mucho dinero, han renovado el centro por dentro, la zona de ginecología y paritorio es totalmente nueva y ha habido gestión de nuevas camas", destacaban. También se quejaban del cierre de un centro con unas buenas instalaciones, "como es el caso. Se va a prescindir de 70 cuando lo que necesita Osakidetza son, precisamente, más camas".
Pero la suerte estaba echada y lo que comenzó siendo un ambulatorio de las josefinas, la congregación de las Hijas de San José, estaba ya tocado de muerte.
Cuarenta años dan para mucho. Los trabajadores de la clínica, la mayoría mujeres con un dilatado historial laboral, han visto pasar por el centro a personas de todos los ámbitos sociales. En estos meses de reuniones y movilizaciones han tenido tiempo para recordar cuando la llegada de los jugadores del Athletic, el ingreso del pívot brasileño Tiago Splitter o la atención a los actores que hacían sus funciones en Aste Nagusia.
De clínica a hospital Lo que comenzó siendo un ambulatorio se convirtió años más tarde en clínica y después, en hospital. Hasta 2005 el centro gozó de buena salud. Fue entonces cuando la aseguradora Mapfre la compró a las hermanas josefinas. Lo primero que hizo fue modificarle el nombre, aunque no fue el único cambio. Se ampliaron las prestaciones y se abarcaron prácticamente todas las especialidades, aunque siguió siendo en obstetricia y ginecología donde se produjeron los mayores avances.
Pero la verdadera modernización llegó en el campo de la investigación. Se creó una Unidad de Investigación y Docencia que le permitió situarse a la vanguardia en materia sanitaria. Se realizaron inversiones millonarias, aumentó la plantilla y el hospital creció. Pero la situación dio la vuelta y se empezaron a adoptar medidas drásticas. La primera fue despedir a la dirección y reorganizar el hospital. Aquella medida de contención parecía que podía frenar los primeros coletazos de la crisis que se avecinaba, pero con el tiempo la situación se agravó. Y de la noche a la mañana, los propietarios tomaron la decisión de cerrar sus puertas.
Moratoria En este contexto de desconcierto, defectos de forma impidieron a Mapfre hacer efectivo su propósito de clausurar el centro el 27 de noviembre. Un decreto del Gobierno vasco obliga a la empresa a comunicar la decisión de un cierre con una antelación mínima de tres meses. Por este motivo, el cierre se trasladó hasta el 11 de marzo. Los trabajadores y médicos de la clínica tomaron este tiempo como un impasse de esperanza para buscar inversores que pudieran evitar el cierre del centro sanitario. Aparecieron dos grupos interesados: N+1 y Taper.
El tiempo corre y las reuniones de los inversores tanto con responsables de la clínica como del Igualatorio no se hicieron esperar. Se abrieron nuevas esperanzas para el personal. N+1, inversores madrileños, había adquirido recientemente otro hospital en Benalmádena que presentaba una situación parecida. Para el grupo navarro Taper, sería la oportunidad de ampliar sus expectativas. Analizadas las cuentas, ambos grupos decidieron no iniciar una operación de esta magnitud y menos en la situación actual de crisis. Se desvanece cualquier atisbo de futuro. Hoy cierran unas puertas a la salud que se abrieron en 1969.