HAN transcurrido catorce jornadas de la temporada en la Liga Endesa y el Surne Bilbao Basket aún no ha despejado la incógnita de cuál es su nivel real de juego: si el de notable alto que le lleva a dominar los marcadores durante muchos minutos o el de suspenso claro que le lleva a dilapidar esas ventajas en los últimos minutos y a acumular derrotas, ocho ya en los últimos nueve partidos. Los hombres de negro han estado en ventaja en los catorce partidos que ha disputado durante más de la mitad del tiempo de juego, pero solo ha logrado cinco victorias. La mala gestión de los minutos finales en el último mes y medio ha metido al equipo a una espiral peligrosa porque los errores se repiten y no aparecen los recursos necesarios para ejecutar de forma positiva esas tres o cuatro jugadas que acaban marcando la diferencia para bien.

El duelo ante el Gran Canaria es el último ejemplo ya que el Bilbao Basket jugó bastante bien y tuvo muchas ventajas que no logró consolidar, pese a que solo estuvo por detrás durante 5 minutos y 38 segundos. Ahí se incluyen los dos minutos finales a los que el equipo de Jaume Ponsarnau llegó con una ventaja mínima que no supo proteger ya que acumuló errores en los dos lados de la pista, suficientes para que los amarillos le adelantaran casi en la parrilla de llegada. El repaso a esta racha de partidos deja datos llamativos de esta doble cara del equipo. En Zaragoza, donde empezó todo esta sucesión de derrotas dolorosas en las formas, el Bilbao Basket fue por delante durante 31.44. En Badalona, donde el final rozó lo inverosímil, los bilbainos solo estuvieron por detrás durante 4.24. Ante el Breogán en Miribilla, el dominio en el marcador fue local durante 30 minutos y 3 segundos, y en Gran Canaria, ya está dicho, alcanzó los 33 minutos. No sirvió para nada en ninguno de los casos y es de lamentar porque con un par de victorias en esos duelos el presente se vería sin tanto agobio.

Curiosamente, ante el Valencia Basket, en una cancha complicada y ante un rival de mucha entidad, los hombres de negro no cedieron ni un segundo de ventaja a los taronjas y manejaron el último cuarto con ese criterio que se ha echado en falta y lograron su único triunfo en este tramo del calendario. Resulta algo de difícil explicación porque jugadores que hacen buenos minutos antes se diluyen y toman malas decisiones en esos momentos decisivos en los que cualquier error se paga caro, sobre todo si por la cabeza ya ronda un cierto aire de fatalidad y parece que cualquier decisión que se tome, cualquier configuración de quinteto, va a salir mal e, incluso, las decisiones ajenas se vuelven en contra y de ellas se quejó Ponsarnau el pasado sábado.

Todo cuenta para que el bagaje reciente del Bilbao Basket en los últimos cuartos sea tan deficiente y atribuible a tantas causas como se quiera: bajísimos porcentajes de tiro, pérdidas de balón, faltas que no se cometen o que se cometen a destiempo y una sensación generalizada de que el balón pesa más de la cuenta y las ideas se nublan por miedo al error. Un equipo como el Bilbao Basket, por limitación de talento, está expuesto a este tipo de circunstancias como otros equipos de su rango. En una temporada tan igualada como la actual, unos pocos detalles pueden suponer mucho por lo que Ponsarnau, sus ayudantes y sus jugadores deben encontrar la fiabilidad perdida para recuperar el hábito ganador. Porque pese a esta racha tan negativa, el Bilbao Basket aún no ha caído en puestos de descenso y tiene en sus manos la posibilidad de acabar la primera vuelta con el mismo balance que el curso pasado. Pero debe resolver pronto esa duda: si es tan fuerte y reconocible como parece durante, aproximadamente, 35 minutos o tan débil y difuso como se muestra cuando hay que ganar o perder. Quizás no está tan lejos de conseguirlo.