Entre las pocas cosas positivas que tiene este nuevo baloncesto de la época del covid-19, en el que el juego ha perdido buena parte de su pimienta y gracia por la ausencia del calor humano y el griterío de las gradas, figura la posibilidad de escuchar con claridad a los protagonistas en plena acción. Las órdenes de los jugadores, sus quejas, sus celebraciones... También las voces de los banquillos, tanto con el balón en juego como en los tiempos muertos. En la Liga Endesa cohabitan técnicos volcánicos con otros más calmados, unos que prefieren seguir el partido en silencio y otros que retransmiten prácticamente todas las jugadas. Entre la mayoría de ellos, cuando se encuentra el Bilbao Basket de por medio, hay un nombre de jugador que se repite más que cualquier otro, el de Arnoldas Kulboka.

A veces para tratar de explotar sus problemas para defender al poste a pares potentes, pero casi siempre como gran foco de peligro de los hombres de negro, el ala-pívot lituano acostumbra a figurar subrayado en rojo en los scoutings de las escuadras rivales y su mera presencia en cancha pone en alerta a los banquillos rivales. Es lo que ocurre con los tiradores puros, siempre prestos para armar el brazo. Generan mucha inquietud porque son mortales cuando entran en racha pero tampoco se les puede dejar solos cuando los tiros no les entran porque su dinámica puede cambiar en cualquier momento. Algo así parece haber ocurrido con Kulboka. En su segunda temporada en la escuadra vizcaina, el joven fusilero (cumple hoy 23 años) ha tenido un desempeño irregular, con mezcla de nubes y claros, pero en los últimos tres partidos se ha visto su mejor versión, con una magnífica hoja de servicios de diez dianas de catorce intentos desde la línea de 6,75: 5 de 6 frente a Unicaja, 1 de 3 en Burgos y 4 de 5 el sábado en el triunfo ante el Acunsa GBC.

Kulboka aterrizó en Bilbao en agosto de 2019 como una promesa de 21 años que quería utilizar su experiencia como hombre de negro para impulsarse hacia la NBA (llegaba de jugar las Ligas de Verano con los Charlotte Hornets, que le eligieron en el draft un año antes). Desde el primer día, dejó claro un rasgo diferencial en su juego: su descaro. Se jugó seis triples en su estreno, once en el segundo partido, siete en el tercero... Álex Mumbrú confió en él desde el primer día y el lituano, unos días más acertado y en otros más fallón, encontró un ecosistema perfecto para mostrar lo mejor de su repertorio. Muy bien protegido por un esquema de juego grupal que funcionó a la perfección desde el primer día y en el que él no tenía la responsabilidad de ser el arma principal, ni siquiera la secundaria, ofreció un rendimiento más que satisfactorio. El 34,9% en triples con el que acabó el curso no fue nada descomunal, pero se le consideró preparado para dar un paso al frente.

Nuevo rol El Bilbao Basket apostó por su continuidad el pasado verano con un rol más importante ante la pérdida de calidad en ataque (Axel Bouteille) y de intensidad defensiva y rebote (Emir Sulejmanovic) en su propio puesto. Su amenaza triplista era vital para Mumbrú para generar espacios para las penetraciones de Jaylon Brown, las conexiones de Jonathan Rousselle con Ondrej Balvin o el juego de media distancia de Jaroslaw Zyskowski. Sin embargo, Kulboka arrancó el curso sufriendo mucho en defensa, con los rivales identificándole como el eslabón más débil de la retaguardia bilbaina y cargando el juego sobre él, lo que le llevó a perder confianza en ataque, algo impensable el curso anterior. No era que lanzara con mejores o peores porcentajes; era que en bastantes ocasiones renunciaba a lanzamientos claros. En toda la pasada temporada solo hubo un partido en el que lanzara menos de tres triples; en la presente acumulaba ya tres en la décima jornada. Y cuando decidía ir hacia el aro lo hacía con poca fe, acumulando tapones en contra (arrastra un mal 35% en tiros de dos por el 51% en el anterior ejercicio).

Pero Mumbrú no perdió su fe en él. Era un lujo que no podía permitirse por la situación de la rotación interior y las propias características del lituano, cuyo perfil no tiene sustituto en la plantilla. Resurgió en la victoria firmada en la cancha del Coosur Betis, con 23 puntos y un magnífico 7 de 9 en triples, tuvo un nuevo bache ante Estudiantes, Zaragoza y Fuenlabrada (1 de 10 global) y en las tres últimas citas ha hecho gala de un nivel de acierto y confianza que le ha llevado a firmar ese soberbio 10 de 14. El fichaje de John Jenkins le ha liberado de vigilancia (sin embargo, los técnicos rivales siguen identificándole como amenaza principal y se desgañitan para que sus jugadores le aten en corto) y contra el GBC añadió a su repertorio un par de interesantes canastas al poste. Su 44,3% en triples figura ya en el top 20 de la Liga Endesa (18º, quinto si se tiene solo en cuenta a jugadores que lanzan más de cuatro por partido) y su muñeca debe ser una de las principales armas del Bilbao Basket en la lucha por la salvación.