Un par de entrenamientos, nada más. Ese es el tiempo que Álex Mumbrú ha podido disfrutar desde septiembre de ese lujo asiático que es, visto lo visto el presente curso, poder trabajar con toda su plantilla al completo. Las lesiones forman parte del deporte, no cabe duda. También los desaciertos a la hora de fabricar las plantillas, más aún cuando se cuenta con presupuestos raquíticos. Pero cuando estas dos circunstancias se juntan para complicar el día a día de un equipo y a ello se le añaden, además, todos los problemas provocados por la pandemia del covid-19(partidos aplazados por positivos en rivales, periodos de atasco de partidos con otros de ausencia de los mismos, jugadores enfermos, jornadas de entrenamiento que se van por el desagüe...) el resultante es un galimatías que tiene al conjunto vizcaino tapando vías de agua prácticamente desde el amanecer del curso competitivo. El último percance ataca de lleno a su línea de flotación. Perder para los próximos dos meses a Quentin Serron y, sobre todo, a Ondrej Balvin, su principal pilar, es un sonoro sopapo para un conjunto que compite con decoro casi siempre pero que no puede escapar del estado de necesidad que provoca su posición en la tabla (15º, con dos victorias y diez derrotas).

La entidad de Miribilla ha vuelto a ese mercado que este ejercicio ha tenido que visitar más de lo deseable y su intención es contratar un sustituto temporal tanto para el pívot checo -la FIBA paga parte de su baja, pues se lesionó con la selección- como para el escolta belga. Como siempre, la realidad económica del club marcará hasta dónde se puede llegar, si la relación precio-liquidez disponible da para cubrir ambas vacantes con cierta solvencia o si no queda más remedio que priorizar alguna. De aquí a febrero los hombres de negro afrontarán numerosos duelos ante rivales directos y no pueden permitirse el lujo de ceder un terreno que luego sea irrecuperable en la lucha por la permanencia. Y ya ha quedado demostrado en los dos últimos partidos en Miribilla que la rotación queda visiblemente mermada sin estos dos jugadores, siendo especialmente sensible la baja de Balvin, el jugador que más diferencias marca en ambas canastas (máximo reboteador de la ACB, segundo en valoración y tercero en tapones, además de líder ofensivo del equipo) como quedó demostrado en la victoria en Sevilla ante el Coosur Betis.

El problema radica en que entre la irregularidad del calendario, las lesiones y los cambios de jugadores al equipo le está resultando imposible alcanzar sostenibilidad en su rendimiento. Tomeu Rigo, cuyos notables minutos en defensa se echan mucho de menos, se lesionó para todo el curso y en su lugar llegó Jovan Kljajic, un jugador muy distinto cuyo hábitat habitual era la LEB Plata y que ha tenido que jugar más minutos de lo previsto por los problemas físicos de Serron y por la necesidad de que Jaylon Brown echara una mano como segundo base por el positivo por covid-19 de Ludde Hakanson, aún renqueante. Además, las apuestas por Aaron Jones y Kingsley Moses para ser piezas importantes del juego interior no salieron bien y hubo que esperar a que tuvieran equipos en los que recalar para que cambiarlos fuese poco costoso. Con sus sustitutos, Goran Huskic y Regimantas Miniotas, se gana en solvencia. Ambos conocen el juego, maridan mejor con los sistemas, conectan bien entre ellos e invitaban a pensar en un notable juego interior como escuderos de Balvin, pero la lesión del checo obliga a cambiar de roles y a dar más foco a Felipe Dos Anjos, meritorio en los arranques de los partidos pero aún bisoño para ser pieza capital en los momentos de la verdad. En definitiva, un puzle de muy difícil resolución pues cuando las piezas parecen ordenarse siempre salta alguna que obliga a dar marcha atrás.

Y a todo ello hay que sumarle los problemas de juego. Que la imprescindible aportación de Kulboka en el triple solo se está viendo con cuentagotas, que a Zyskowski le cuesta ser regular, que Brown, brillante cuando su papel era de escudero, tiende a atorarse ahora que es actor principal, que a Hakanson le cuesta hacer jugar al equipo... Estos impedimentos entran dentro de lo normal en un equipo de la zona baja, pero cuando se juntan con lesiones y cambios de fichas crean un estado de eterna reconstrucción que dificulta sobremanera avanzar.