Ducharse forma parte de la rutina diaria de millones de personas, pero no siempre se hace de forma adecuada. Según los expertos en dermatología, ciertos hábitos aparentemente inofensivos pueden estar dañando la piel más de lo que creemos.
En una reciente conversación en el podcast del doctor Borja Bandera, la dermatóloga Ana Molina, conocida divulgadora en redes sociales, colaboradora habitual en programas de televisión y autora del pódcast 'De piel a cabeza', abordó dos errores comunes que muchas personas cometen al ducharse. Su advertencia ha despertado el interés de miles de oyentes, especialmente por lo sencillo que sería corregir estos fallos y mejorar significativamente la salud cutánea.
1. El agua demasiado caliente: un enemigo silencioso
Uno de los errores más extendidos y dañinos es ducharse con agua muy caliente. Aunque pueda resultar agradable, especialmente en invierno, Molina explica que este hábito puede perjudicar la piel al eliminar los lípidos naturales que la protegen. “El agua muy caliente es deslipidizante”, explica la dermatóloga. “Quita demasiado bien la grasita de la piel”.
El manto lipídico de la piel es una barrera protectora natural formada por grasas y aceites que ayudan a mantener la hidratación, la elasticidad y la defensa frente a agentes externos. Cuando se elimina de forma agresiva con agua caliente, la piel queda expuesta, reseca y más vulnerable a irritaciones, picores y enfermedades dermatológicas como la dermatitis atópica.
Los expertos recomiendan ajustar la temperatura del agua a niveles templados y evitar las duchas largas. Una duración ideal oscilaría entre 5 y 10 minutos, lo justo para garantizar la higiene sin alterar el equilibrio natural de la piel.
2. Usar productos con pH inadecuado: una agresión innecesaria
El segundo gran fallo que señala Ana Molina tiene que ver con los productos de higiene personal que se utilizan durante la ducha, especialmente los geles y jabones. “La piel no tiene un pH neutro”, aclara. “Tiene un pH ligeramente ácido, en torno a 5,5. Entonces, ¿qué sentido tiene lavarte con un pH tan lejano al de tu piel?”
Muchos geles comerciales se promocionan como “neutros” o “suaves”, pero su pH suele ser más alcalino de lo recomendable. Esto puede alterar la microbiota de la piel, es decir, el ecosistema de microorganismos beneficiosos que habitan en ella y que actúan como una barrera protectora.
Cuando este equilibrio se rompe, la piel puede reaccionar con sequedad, inflamación, rojeces e incluso infecciones. Por eso, los dermatólogos aconsejan utilizar productos con fórmulas adaptadas al pH fisiológico de la piel, con ingredientes suaves y sin detergentes agresivos (como los sulfatos).
Higiene sí, pero respetuosa
La higiene es fundamental, pero no debe confundirse con una limpieza agresiva. “Hay que hacer una limpieza respetuosa con nuestra piel, que respete ese manto lipídico y esa microbiota”, enfatiza Molina. En lugar de eliminar toda la grasa de la piel, lo cual es perjudicial, se trata de limpiarla sin desprotegerla.
Para lograrlo, se recomienda:
- Elegir geles syndet (sin jabón), formulados para pieles sensibles.
- Evitar esponjas o utensilios abrasivos.
- Secar la piel con suaves toques de toalla, sin frotar.
- Aplicar crema hidratante después de la ducha, preferentemente cuando la piel aún está ligeramente húmeda.
¿Qué tipo de piel tienes?
Otro consejo clave de los dermatólogos es adaptar la rutina de ducha al tipo de piel de cada persona. No es lo mismo una piel seca que una grasa, ni una piel joven que una madura. Cada una tiene necesidades distintas.
- Piel seca o sensible: se beneficia especialmente de duchas cortas con agua tibia, uso de productos emolientes y una hidratación constante.
- Piel grasa: también necesita cuidado, pero no debe caer en el error de sobrelavarse, ya que esto puede provocar un efecto rebote.
- Piel con tendencia atópica: debe evitar cualquier producto que contenga fragancias o alcoholes, y limitar la exposición al agua caliente.
Cambiar pequeños hábitos puede marcar una gran diferencia
La rutina diaria de la ducha es una oportunidad para cuidar la piel, pero también puede convertirse en una fuente de daño si no se realiza correctamente. Las advertencias de Ana Molina ponen sobre la mesa una realidad poco conocida: lo que creemos que es “limpiar” puede estar debilitando la barrera natural de nuestra piel.
Cambiar la temperatura del agua y revisar los ingredientes de los productos que usamos no solo es sencillo, sino que puede tener un impacto enorme en nuestra salud dermatológica a largo plazo. Y como bien apunta la dermatóloga, cuidar la piel no se trata de complicarse, sino de respetarla.