ENTRE lo bonito y lo práctico, el Bilbao Basket sigue apostando por lo segundo para sacar adelante sus partidos. La victoria de ayer en Melilla tuvo mucho mérito porque supuso la primera como visitante ante uno de los rivales llamados a discutirle un sitio entre los aspirantes al ascenso, pero el partido remitió de nuevo a aquel baloncesto de los años 90 cuando meter una canasta costaba sangre, sudor y lágrimas. Álex Mumbrú ha convencido a sus jugadores de que ese es el camino y lo están siguiendo a rajatabla, de eso no quedó duda en la ciudad norteafricana.
El desempeño defensivo de los hombres de negro, sobre todo a partir del primer cuarto, fue brillante, lo está siendo la mayoría de los días, pero al equipo le falta convertir ese esfuerzo en puntos fáciles, anotar con rapidez desde la defensa. El gran salto de calidad que le falta al Bilbao Basket es ese y el propio técnico lo dejó caer antes de viajar a Melilla. Porque de nada sirve defender con el alma, mantener al rival durante cinco minutos y medio sin meter un solo punto si el marcador apenas se mueve y a seis minutos del final la ventaja es solo de un punto. Dejar el partido abierto hasta ese tramo final tiene su riesgo, sobre todo fuera de casa, aunque ayer el equipo bilbaino resolvió el asunto con precisión al dejar al Melilla en 38 puntos en tres cuartos.
Sin embargo, el Bilbao Basket debió procurarse un cierre más tranquilo si no fuera porque su gestión de las situaciones de ventaja numérica y posicional está siendo muy mejorable. Ya no es cuestión de meter o fallar, sino de que las selecciones no son las mejores. Los jugadores de Mumbrú fueron incapaces de aprovechar varias jugadas a campo abierto, de 3 contra 1 e, incluso, 3 contra 2 para alargar los ataques sin éxito. Conseguir anotar en superioridad es lo que convierte a un equipo bueno en uno muy bueno y mucho más temido. Y lo mismo vale para esas jugadas en las que el base, apretado en un 2 contra 1, suelta el balón, pero sus compañeros no atacan la defensa por falta de decisión o porque la consigna es alargar los ataques.
En el juego de cinco contra cinco, la mayoría de los equipo suelen colapsar la zona, por eso es necesario que los hombres de negro logren leer y explotar con agresividad, incluso en los primeros segundos de posesión, los espacios que dejen los rivales a la espalda de su defensa o en el lado débil. A veces, vale más buscar una canasta debajo del aro que un triple abierto, sobre todo si durante muchos minutos el acierto no acompaña y no se encuentra el premio al esfuerzo. Todo esto resume ese espíritu asesino que Mumbrú ha reclamado a los suyos en alguna ocasión. No se trata de asumir riesgos a lo loco, sino de meter el cuchillo en las debilidades del rival, ser contundente y no darle más vida de la que su calidad merece, sobre todo cuando está perfectamente controlado.
victorias para la alegría Los resultados van saliendo y con ellos debe llegar una mayor alegría y a una mayor confianza en el juego que, al menos en los partidos de casa, harán que la afición disfrute por partida doble. Algunos jugadores no terminan de soltar la mano con determinación y regularidad y, por eso, el Bilbao Basket no ha logrado aún ese encuentro completo de principio a fin, de los que no admiten discusión, que esperan sus seguidores y que quizás no sea tan sencillo de alcanzar en esta LEB Oro. Ya se sabe que mientras llega la inspiración hay que seguir trabajando y es lo que están haciendo los hombres de negro, que continúan en la persecución del dúo cabecero a la espera de que el Real Betis y el Palencia flaqueen. De momento, toca masticar los partidos y tirar de oficio porque, al final, lo que cuenta es el resultado. Las discusiones más o menos razonadas sobre el estilo quedan para fuera de Miribilla.