La primera plantilla del Athletic ha regresado esta mañana al trabajo con rostros cariacontecidos a causa de la dolorosa derrota que sufrió el domingo ante el Celta en San Mamés. Fue uno de esos partidos que dejan huella entre todos los estamentos de la entidad, afición incluida. El bochorno no lo produjo solo el resultado, un 0-2 inapelable y que incluso puso ser un revés más abultado, sino también la imagen paupérrima que ofreció el colectivo de Marcelino.

El entrenador también sale señalado, consciente de que se equivocó en un gran número de las decisiones que tomó desde el minuto cero. No acertó en su plan ni lo hizo tampoco cuando lo quiso retocar a base de sustituciones, un desatino que ha generado cierto estupor en la masa social, prácticamente resignada a digerir un nuevo fiasco en liga, que se traduce en encadenar cinco temporadas consecutivas sin competir en Europa, con la merma de ingresos de que supone para las arcas de Ibaigane y con la caída de prestigio que acarrea para un club de una identidad única. Lo cierto es que la bofetada recibida ante el cuadro celeste hace mucho daño.

El objetivo de la séptima plaza se complica para el conjunto rojiblanco, obligado a resarcirse el jueves en su visita al Cádiz si quiere mantener viva la llama. No en vano, el Villarreal, que a corto plazo afrontará su semifinal de la Champions ante el Liverpool, se le ha distanciado a cuatro puntos, renta que puede aumentar mañana mismo en caso de que el conjunto amarillo venza en su estadio al Valencia, equipo que se guardará recursos de cara a la final de Copa que disputará el sábado frente al Betis.

Precisamente, será esta cita en La Cartuja la que marque la lucha por las plazas continentales en las últimas cinco jornadas ligueras. Si el Betis conquista el título del torneo del K.O., habilitará al séptimo clasificado para coger un segundo billete para la Conference League, pedrea que se desactivará si es el Valencia el que accede al trono copero, con lo que el conjunto che se clasificaría para la fase de grupos de la Europa League y el sexto clasificado, hoy en día la Real Sociedad, sería el único representante estatal en la tercera competición europea.

El Athletic asume la dificultad de competir en Europa el próximo curso pese a que algunos futbolistas, con su capitán Iker Muniain a la cabeza, no arrojan la toalla. “Hay que seguir confiando. Quedan muchos puntos y las últimas jornadas todos los equipos tienen dificultades para ganar”, declaró el txantreano a la conclusión del duelo con el Celta. Quizá hay que detenerse en las últimas palabras de Muniain, porque lo dice por experiencia. Y esta no le deja en buen lugar.

Así las cosas, el conjunto rojiblanco no asoma en el Viejo Continente desde la campaña 2017-18, con Kuko Ziganda al frente del banquillo, y desde entonces ha fracasado año sí y año también en sus intentos de retornar a una competición continental y a la que se había acostumbrado durante cerca de una década. La comparativa a estas alturas de la liga no aporta nada positivo para creer en el objetivo. En esa misma campaña con Ziganda, los leones cerraron el torneo de la regularidad en décimo sexta posición, con un total de 43 puntos, veinte menos de los sumados en el curso anterior, el último de Ernesto Valverde como técnico del Athletic, al que metió en Europa en las cuatro temporadas de su segunda etapa en el banquillo.

Las campañas sucesivas se ha convertido en un querer y no poder, en las que el Athletic se ha quedado sin llegar al mínimo séptimo puesto, que sí lo rozó, en cambio, en la campaña 2018-19, en la que ese objetivo se cotizó bajo, a 53 puntos. El equipo de Gaizka Garitano se frustró en el último partido en el Sánchez Pizjuán, donde le valía arañar un punto que se escapó con el disparo de Iñigo Martínez al travesaño de la meta del Sevilla en el último minuto. Sea como fuere, los leones han llegado en este último lustro al tramo final con la lengua fuera, un desgaste que le ha penalizado en las diez jornadas finales.

En la 2017-18 el Athletic solo sumó ocho de esos treinta puntos posibles; en la siguiente la cuenta se elevó a 16, que se redujeron a doce en el ejercicio 2019-20 y a once, en el pasado, ya con Marcelino al frente de la nave. Son dinámicas que no invitan al optimismo y visto lo visto frente al Celta las sensaciones apuntan a la decadencia desde cinco temporadas atrás.