bilbao - Han sido nueve meses que han dejado un evidente desgaste. Casi todo ha sido imprevisible desde que la liga arrancara el pasado 20 de agosto. Entonces, Eduardo Berizzo dirigía al Athletic, que abrió el curso con un apuradísimo triunfo en San Mamés sobre el Leganés. La masa social se las prometía muy felices, pero la realidad se encargó de que fuera todo lo contrario. Aquel primer éxito se quedó en un mero espejismo, porque el colectivo rojiblanco entró enseguida en una dinámica depresiva, que desembocó en la destitución del argentino. Josu Urrutia, el anterior presidente de la entidad bilbaina, apostó fuerte por Gaizka Garitano, que sacó al equipo de la penumbra, de los puestos de descenso, para llegar a esta última jornada en un escenario impensable allá por diciembre, cuando el Athletic se debatía por la permanencia como único objetivo. El conjunto rojiblanco cogió la ola buena y ya no se bajó de ella, para pasar a tener Europa como una obsesión entre ceja y ceja. Esta tarde el Athletic debe poner la guinda. Está en sus manos, porque depende de sí mismo. Todo lo que sea puntuar en el Sánchez Pizjuán consumará su regreso a la Europa League. Un punto le permitiría mantener su actual séptima plaza, que le obliga a jugar entre julio y agosto tres eliminatorias previas. La victoria le ascendería a la sexta plaza, por lo que se metería directamente en la fase de grupos de la segunda competición continental. Una derrota, en cambio, le generaría un estrés extremo, ya que necesitaría que Espanyol y Real Sociedad, que están al acecho, firmaran tablas en su enfrentamiento directo en el Cornellà-El Prat, pero si ganara cualquiera de estos dos equipos, el Athletic se quedaría fuera de Europa, con el varapalo que implica.

El Sevilla, sexto clasificado, tiene opciones de conquistar la última plaza de Champions, aunque asume que sus posibilidades son mínimas. Precisa ganar y que tanto Valencia como Getafe, que se miden a contrarios con todos los deberes hechos, pierdan sus respectivos compromisos, por lo que en el conjunto de Joaquín Caparrós, extécnico del Athletic, se habla de blindar su actual posición para evitar la tablas. El empate podría contentar a los dos equipos, pero se trata de ganar, tal como incidieron ayer tanto Gaizka Garitano como Caparrós. Para el Athletic, la conquista de los tres puntos supondría todo un subidón, además de que evitaría el lastre de tener que jugar las previas, en tanto que el Sevilla quiere reconciliarse con su gente después de completar una campaña gris y en la que no ha cumplido los objetivos marcados.

El partido ofrece su morbo por lo que se dice sobre un posible pacto de no agresión, aunque lo cierto es que el Athletic debe sacar lo mejor de sí para no llevarse un chasco monumental en caso de no lograr el billete europeo. Garitano se guardó ayer sus cartas, una vez que toda la plantilla, salvo los lesionados Guruzeta (autor del gol del triunfo rojiblanco en el partido de Copa del pasado enero) y Lekue, emprendió vuelo a Sevilla, donde espera celebrar por todo lo alto el éxito que supondría el regreso a la Europa League y de paso despedir a lo grande a su capitán Susaeta, que quizá tenga algunos minutos ante el entrenador que le hizo debutar como león, Iturraspe y Mikel Rico, que abandonan la disciplina rojiblanca, lo mismo que Remiro, aunque este por motivos dispares.

No se esperan sorpresas en el once del Athletic, ya que Garitano podría repetir la misma fórmula que tan bien le funcionó el domingo pasado frente al Celta. Asoma alguna duda sobre los hombres que podrían ejercer en los extremos. Ibai y Muniain apuntan a esa titularidad, pero no se descarta que De Marcos o Córdoba entren en los planes del derioztarra. Más complicaciones padece Caparrós, quien debe presentar un once inédito debido a las seis bajas que cuenta, con mayor afección a la medular, en la que el croata Rog y Amadou sustituirán a los sancionados Banega y Roque Mesa.