bilbao - Se detecta una evidente inquietud en los profesionales que ejercen en Lezama. Hay cosas que no funcionan y los resultados retratan esas sensaciones pesimistas. El rostro que proyecta esta crisis la encarna el Athletic juvenil de División de Honor, empeñado en marcar registros históricos en clave negativa. La palabra descenso, insospechada cuando se refiere a los equipos de las categorías inferiores de la entidad bilbaina, incluso asoma por las instalaciones, aunque sea de forma tímida, con la boca pequeña. La clasificación, sin embargo, no engaña. El conjunto que dirige Andoni Galiano ocupa la décima posición recorridas doce jornadas, ya muy cerca de llegar al ecuador de la competición, con un saldo escaso de catorce puntos, el peor que recoge la memoria del club a estas alturas de la película, y solo tres por encima de la zona peligrosa. No son solo los resultados los que deterioran la imagen sino también el fútbol que desarrolla un equipo que no da con la tecla y sin un sistema táctico fijo, que emerge una cierta desorientación.
La política formativa liderada por José Mari Amorrortu y José Manuel Sevillano, su más estrecho colaborador y al que reclutó del Atlético de Madrid después de coincidir en la cantera del club colchonero, no da los frutos esperados. La dirección deportiva no se inclina por tomar decisiones que puedan revertir una situación cada vez más deteriorada y que salpica también al primer cadete, otro equipo referencia de la factoría rojiblanca. El plantel de Jon Solaun se ha desenganchado, ante la sorpresa de propios y extraños, de la lucha por la cabeza en la Liga Vasca después de encadenar tres derrotas consecutivas consumadas solo once jornadas. La del pasado sábado fue especialmente dañina, porque la sufrió ante el Lakua, colista de la categoría y que no ostentaba victoria alguna hasta su duelo frente a los rojiblancos.
Lo cierto es que las dinámicas de las dos conjuntos que proyectan Lezama, al margen de los tres equipos séniors, generan asombro fuera y dentro. El juvenil de Galiano fue casi un juguete para el Pamplona el pasado domingo y el equipo convenido del Athletic incluso se quedó corto en su triunfo por 2-0. El colectivo rojiblanco ha tocado prácticamente fondo y en la factoría de Lezama se cuestionan ciertas decisiones a la hora de confeccionar la plantilla, donde solo seis jugadores son de 2000, o sea de último año. No se trata, defienden, de criticar la calidad de los chavales, “porque sí la tienen”, pero se requiere dar la vuelta a la situación. No en vano, el equipo de Galiano no ha sido capaz de ganar ninguno de sus seis partidos como visitante, un dato demoledor e inaudito que requiere una reflexión interna. El curso pasado el grupo dirigido entonces por Aritz Solabarrieta, hoy técnico de un Basconia que tampoco está dando la talla, se hizo con el campeonato en su grupo, disputó la Copa de Campeones y llegó a semifinales de Copa. En esta campaña, estos dos torneos asoman como una cuestión de ciencia ficción. A la nueva Junta Directiva que ejercerá a partir del 27 de diciembre le tocará manejar esta inquietud.