No había cumplido aún los 20 años de edad y su ficha pertenecía al Bilbao Athletic. Markel Susaeta (Eibar, 14 de diciembre de 1987) hizo realidad un sueño en la veraniega tarde del 2 de septiembre en Barcelona. Se trató de su debut con el primer equipo en el mismísimo Camp Nou. Hizo el gol rojiblanco y faltó la guinda de un resultado favorable, porque ese punto agridulce lo puso la derrota ante el Barça por 3-1. Horas después de ese duelo, en la segunda jornada de aquella liga, Susaeta concedió su primera entrevista a DEIA. Ya entonces asomó su timidez, una cierta incomodidad ante una grabadora o un micrófono, con respuestas correctas, sin meterse en ningún charco. Lo suyo es hablar en el césped. Su momento lo retrató en cinco palabras. “Todavía no he hecho nada”. Lógicamente, ni se imaginaba su recorrido posterior. Ha consumido diez años en el Athletic, es el octavo jugador de la historia de la entidad con más partidos sobre sus espaldas -439, a solo seis de igualar la marca de Aitor Larrazabal y asaltar el séptimo puesto de este ranking- y a día de hoy es el capitán. Una década después de su bautizo como león, Susaeta ya no puede decir que todavía no ha hecho nada. Y aún le resta esta y una campaña más de contrato.
A la jornada siguiente, el eibartarra se presentó en sociedad en el viejo San Mamés con motivo de la visita del Zaragoza. Susaeta lo hizo a lo grande, ya que volvió a ver puerta al ejecutar de manera brillante un golpe directo que no pudo evitar César, que doblaba en edad al rojiblanco. El Athletic, eso sí, tampoco pudo superar al cuadro maño (1-1), El interior, un futbolista que había tenido a Kike Liñero (hoy coordinador de los captadores externos de la entidad) como uno de sus valedores en las categorías inferiores, ya se había hecho mayor y se ganó la oportunidad que le había dado Joaquín Caparrós, el técnico que apostó por un jugador diferente y al que ya se había llevado a la concentración de pretemporada en Papendal (Holanda).
Susaeta, que había aterrizado en Lezama sin haber cumplido los diez años de edad, era ya una realidad, una bocanada de aire fresco después de que el Athletic tuviera que sufrir todo un vía crucis de dos cursos caminando sobre el alambre y con el escalofrío de un hipotético descenso que helaba hasta los tuétanos de la institución. Fue un año espectacular para Susaeta, al que el club le actualizó el contrato con ficha del primer equipo, aunque tuviera que bajar al Bilbao Athletic en cinco partidos puntuales. Cerró, no obstante, su primer curso como león con buenos números, 34 comparecencias entre liga y Copa, y una tarjeta de seis goles en total.
Un fijo
El tiempo acentuó el rol de Susaeta, un habitual para todos los entrenadores durante esta década (Caparrós, Marcelo Bielsa, Ernesto Valverde y el mismo Kuko Ziganda en los inicios de este al frente del Athletic) pero que no ha visto correspondido tal impacto deportivo con el mediático, ni siquiera tiene el calado social que tienen otros compañeros con menos servicios. Esa pequeña falta de feeling le ha penalizado en partidos determinados, sobre todo cuando sus prestaciones no fueron las deseadas, y en muy pocas ocasiones se le ha perdonado. Aún así, nunca ha dicho una palabra más alta que otra. Sin embargo, sí le traicionó su matiz coloquial en la rueda de prensa que compareció en noviembre de 2012 en vísperas de su única presencia con las selección española absoluta, ante Panamá y en la que firmó un gol (1-5), cuando soltó la coletilla de “la cosa”, por lo que le cayó de todo desde los medios de comunicación de Madrid.
Susaeta, padre de un niño y una niña, cumple diez años como león fiel a sí mismo. Sus números son delatadores, aunque haya vivido picos bajos en diferentes tramos de las etapas de Caparrós y de Valverde, las dos últimas campañas en este último caso. Respetado por las lesiones y clave en la conquista de la Supercopa en 2015, presume de una marca harto complicada de igualar, ya que en el primer ejercicio de Bielsa, el de los subcampeonatos de Europa League y de Copa, hizo pleno, al jugar los 63 partidos oficiales de aquella campaña, cuando quizá ofreció su fútbol más exquisito y que se tradujo también en su mejor renta anual de goles, 13 del total de sus 52.