bilbao - Resta importancia al hecho de que en su mandato el Athletic saliese campeón de liga y Copa. Viene a decir que tocó así y, sin desmerecer al equipo, cita a la diosa fortuna, a su juicio factor capital en el fútbol.
¿Cómo sigue el fútbol un expresidente del Athletic?
-Lo del cargo es algo que ya está pasado de moda. Me interesa el fútbol en lo que atañe al Athletic. Cada vez me gusta menos ver un partido entre el Manchester United y el Chelsea y más ver un Athletic-Córdoba. Creo que con la edad te haces más a ver a tu equipo que a ver el fútbol en general. El fútbol se está escapando del fútbol porque se ha mercantilizado tanto que la gente ha ido perdiendo la ilusión, por eso digo que te vinculas más a tus colores que al fútbol en sí mismo.
Pero esto de la mercantilización no es de ahora, viene de bastante atrás.
-Ya, pero todo esto que rodea ahora al fútbol? Mira qué problemas plantea la distribución de los ingresos, es algo que está completamente hilvanado con lo deportivo. Sólo hay dos equipos que no se equivocan, al menos de manera grave, porque siempre traen gente contrastada, mientras que el resto no puede. Entonces sólo había tres extranjeros por equipo, por eso les pudimos. Ahora tienen ocho o diez en la alineación. Estamos rezando para que Platini ponga en marcha eso del 6+5, que es algo que creo que sí se va a hacer y cuando todos estén obligados a jugar con medio equipo de casa? Pero esta norma tampoco les va a afectar tanto a los más poderosos porque mira el caso del Barcelona. Ya no se limitan a comprar en el mercado, ahora los traen con 14 años y los forman, como a Messi.
Por lo que dice, ve lejos los títulos.
-No, la Copa sí la veo. Tú por lo menos vas a ver un par de ellas más. La Liga es un poco más difícil. También hará falta que con los precios actuales tengas la fuerza para sujetar a los mejores. Antes ya se sujetó a gente importante, como Iribar y otros, pero ahora no sé si esto es posible. Por eso igual no nos interesa tener un Pelé y sí unos jugadores con una media de calidad buena.
Usted tuvo un equipo así y ganaron Liga y Copa.
-Esto es como un sorteo, te toca una época gloriosa y ya está, sin más. Primero hace falta un elenco profesional bueno y luego que no tengas lesiones, que los árbitros no se equivoquen, porque piensa cómo pesan estos factores si ganas ligas por un punto o empatado a puntos con el segundo, que así pasó entonces. Hace falta suerte con las lesiones y los arbitrajes. Otra cosa es ganar el título con siete puntos de ventaja, así nos vamos todos a la romería.
Empezó en el club rojiblanco como directivo.
-Estuve con Beti Duñabeitia de presidente. Estaba en la comisión deportiva, en la que mandaba José Luis Panizo y, ya sabes, a un pelotero como él le tienes devoción. Yo era su recadista. Me mandó que fuese a hablar de sueldos, premios y primas con los jugadores. Yo hice el recado. Recuerdo que volví a donde Panizo y le dije que no había firmado nada por si éramos campeones de Liga porque no tenía un criterio para eso. “Dales el campo” me contestó. Ese día me di cuenta de la diferencia que hay en la forma de enfocar los temas entre un profesional y alguien que, como yo, no lo era. Se me quedó clavado.
Pues no pasaron tantos años hasta que el Athletic fue campeón.
-No, porque entramos con Beti en el 77. Entonces creo que los presidentes vivían más en contacto con el pueblo, se hacía más vida en la calle, las costumbres eran las que eran, olían el sentir de la gente, palpaban más lo que pasaba. Por ejemplo, cuando yo era joven recuerdo a Enrique Guzmán como un gran presidente, era un bilbaíno que utilizaba el lenguaje del pueblo. Mi padre, por ejemplo, sólo hablaba de Luis Casajuana [presidente del club entre 1935 y 1943] y te enterabas de que sabían cuáles eran las raíces del Athletic y ejercían en consecuencia. A Casajuana le pasó que Franco, vía Moscardó, le mandó que dejase San Mamés para aquellos alardes sindicales de la época y el Athletic contestó que no, que iban a joder el campo. Obligaron a que se celebrase el acto y dimitió toda la junta.
¿Usted en qué grupo de presidentes se incluye?
-Yo he sido mucho de calle. He sido discutidor, chiquitero, txokero, he tenido los hábitos de los ancestros, de joven me hice a esa política y me iba bien. Pero mi maestro fue Beti. A ver si el que tenemos ahora nos borra a todos.
¿Por qué dio el paso de convertirse en presidente?
-Beti terminaba y no iba a seguir, la gente de la junta estaba cansada, entonces no se repetía tanto en estos cargos, diría que la gente era incluso más formal y se marchaba a su casa porque ya había cumplido. Pero dentro empezaron a decirme que siguiera y tiré para adelante. Tampoco se hacían las campañas electorales que se han hecho después, todo era mucho más sencillo y el tratamiento de los medios era más normalizado. Luego todo esto se ha complicado, bastante además. Son unas semanas muy molestas.
En el gobierno del club hubo un antes y un después que vino a coincidir con su época en la directiva. El Athletic lo llevaba antes la gente de Neguri.
-Así era, pero vino una especie de vuelta una vez que la gente se quitó la losa de Franco. Hubo un renacer hasta descarado, todos fuimos descubriéndonos, fue saliendo lo que habíamos vivido en casa y se encendió esa ilusión por querer demostrar qué éramos. En tiempos de Beti ya se puso la ikurriña en San Mamés. Sí, hubo muchos años en que las opciones políticas de los presidentes y del pueblo eran distintas, pero fueron buenos presidentes. Creo que el Athletic siempre ha sido un paraguas en el que todos nos hemos podido sentir identificados. Se decía ‘Aúpa Athletic’ y se entendía lo que se quería, cada cual podía hacer la interpretación a su gusto.
Ante la pregunta de qué episodio le marcó negativamente durante su mandato, la respuesta es obvia.
-Fue el affaire Clemente-Sarabia. Dividió bastante a la masa social, pero tampoco creo que durase demasiado. A nivel personal, estuve un tiempo sin hablar con Javi, pero luego ya hubo un acercamiento al estar Villar en la Federación. Siempre hay vivencias amargas que tienes que ir metiendo en la mochila que lleva un presidente.
¿Cómo tomaron la decisión de darle la dirección del primer equipo a Javier Clemente?
-Primero se le fichó porque hacía falta un técnico para el Juvenil y le dimos una vuelta. Había estado en el Basconia y el Arenas, había salido de los dos sitios y llevaba un par de años vendiendo Adidas. La desgracia que tuvo como jugador también influyó para cogerle. Una vez dentro sí le empecé a seguir y vi que hacía una labor bastante buena con el grupo. Luego se le subió al segundo equipo, donde estuvo dos años. Arriba estaba Iñaki Sáez, que también llevaba Lezama y como había un equipo más o menos hecho y Javi conocía de varios jugadores porque los había tenido en el filial, se dio el paso. Y el primer año dejó al equipo en cuarta posición.
Antes hablaba de cercanía al pueblo en relación a los presidentes, pero mayor expresión de eso que la celebración de los títulos en la gabarra?
-Nació un poco de que pensábamos en aquellos recibimientos en el autobús que pasaba por los pueblos camino de Bilbao. Fue tremendo, sobre todo por el hambre de títulos que todo el mundo tenía entonces. Era un poco como ahora, en lo del hambre digo, pero no creo que pase mucho tiempo.
Y la guinda de las celebraciones fue el himno.
-Se veía la conveniencia de tener un himno que fuera un poco más serio y que fuera en euskera, con otra letra. Se propuso en junta y José Mari Arrate dijo que él se encargaba. Se grabó en Madrid y quedó un himno muy bonito. Aparte de que todo el mundo se lo sabe, a mí lo que más me gusta, lo mejor de todo es ese ‘geuria’ que se corea detrás de ‘Athletic’. Es un término que dice mucho, que define lo que es el Athletic.
No hemos hablado de fútbol, del fútbol que hacía su Athletic campeón.
-El equipo nuestro era muy competitivo y eso fue lo que nos dio los logros, pero para mí era más bonito el de Koldo Agirre, el que perdió las dos finales con la Juventus y el Betis.
¿Por qué dejó la presidencia?
-Nunca un directivo había hecho más de ocho años y eso era como una regla. Yo no iba a ser más listo que los demás, había que dejar sitio a otros. Era como una tradición, una ley y me fui por eso. Ocho años son suficientes.