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Sarabia, en el nombre del padre

Manu Sarabia analiza para Deia la trayectoria de su hijo Eder, segundo de Quique Setién en el Las Palmas

Sarabia, en el nombre del padreDEIA

bilbao - Las Palmas de Gran Canaria guarda un hueco importante en la centenaria historia del Athletic. Allí, en la islas afortunadas, el conjunto rojiblanco conquistó su séptima liga, la penúltima, en una jornada de imborrable recuerdo para los futbolistas y aficionados. Aquel 1 de mayo de 1983 el equipo bilbaino puso fin a una sequía de 27 años sin ganar el título de liga, lo que derivó en una explosión de júbilo nunca antes vista. El botxo se tiñó de rojo y blanco el 3 de mayo para recibir a sus héroes. Bizkaia entera se echó a la calle y más de un millón de personas se dieron cita a ambos márgenes de la ría para vanagloriar a sus ídolos, subidos en una gabarra, que dos días antes se habían impuesto a el Las Palmas por un contundente 1-5. Manu Sarabia, figura de aquel Athletic, fue autor de dos de los cinco tantos en aquella calurosa tarde de primavera. Se llevó con él un trocito de Gran Canaria, a donde ha regresado varias veces en estos 33 años, especialmente en los últimos meses, coincidiendo con el paso dado por su hijo, Eder, mano derecha de Quique Setién en la Unión Deportiva Las Palmas, rival mañana de los bilbainos.

El sueño del vástago de Sarabia de seguir los pasos de su padre y convertirse en futbolista quedó frustrado hace algunos años, pese a que llegó a jugar en Tercera División, en el Arenas y el Leioa. “Él quería ser futbolista, estaba convencido de ello y peleó muchísimo por conseguirlo, pero tuvo una lesión importante, una hernia que le dejó casi tres años sin jugar. Yo sé lo difícil que es llegar, y no solo eso, sino mantenerse en la élite. Cuando vi que quizá no lo lograría, me tocó trabajar para ayudarle en lo que podía ser una frustración”, relata Manu al otro lado del teléfono. El exjugador rojiblanco, que llegó a vestir la zamarra del Athletic en 382 ocasiones, admite que para su hijo, “entrenar fue una bendición”.

La carrera de Eder en los banquillos comenzó como la de otros muchos técnicos. “Cogió a unos chavales del Cruces y ya comenzó a picarle gusanillo. En casa siempre hemos hablado de fútbol y él iba absorbiendo todo lo que yo comentaba. Está mucho más preparado que yo”, admite abiertamente su padre.

Manu tiene grabada a fuego en su cabeza una frase de Eder. “Recuerdo que un día vino y me dijo: Aita, disfruto más entrenando a otros que a mí mismo. En ese instante sentí una especie de alivio. Me di cuenta que el banquillo iba a ser una válvula de escape con la que alejar los fantasmas por no haber podido ser futbolista. Y así está siendo”.

El Danok Bat le dio la oportunidad de seguir creciendo y no la desaprovechó, para orgullo de su padre, que no puede sino hablar maravillas de su hijo. “En cuanto le vi dirigir su primer partido me di cuenta de que lo tenía todo para poder labrarse un futuro como técnico. Domina la situación a las mil maravillas, tiene mucha pasión por lo que hace y un hambre y unas ganas enormes por seguir aprendiendo”.

Ahora que disfruta en Gran Canaria, donde ha conseguido mantener con cierta holgura al equipo en Primera División, Manu Sarabia echa la vista atrás y considera el paso de su hijo por la cantera del Villarreal como “un salto cualitativo enorme”. “Entonces se convirtió realmente en entrenador, porque entre otras cosas experimentó por primera vez lo que suponía salir de casa”. En las categorías inferiores del submarino amarillo dirigió al Juvenil de División de Honor, al que hizo campeón en la temporada 2012-13, y posteriormente dio el salto al Villarreal B, donde coincidió con el turco Nihat Kahveci.

una llamada Pero sin duda alguna, lo que cambió su vida fue una llamada de teléfono de un viejo amigo de la familia. Quique Setién, con quien Manu había coincidido en el final de su carrera deportiva en el extinto Club Deportivo Logroñés, le dio la oportunidad de irse con él a Gran Canaria el pasado mes de octubre, tras la destitución de Paco Herrera al frente de la Unión Deportiva. “Eder no se lo pensó dos veces. Creo que es un gran acierto por parte de ambos. Bajo mi punto de vista forman una pareja extraordinaria. Eder tiene claro cuál es su papel, pero es un ayudante que participa mucho y eso a Quique le gusta”.

Manu Sarabia considera que esta experiencia “le servirá para mucho” a su hijo. “Está aprendiendo a saber cuál es su sitio. Él cree mucho en sus posibilidades y esta oportunidad es extraordinaria para su formación. Además, tiene un gran maestro a su lado. Cogieron el equipo en una situación delicada y en pocos meses le han podido dar la vuelta”. Esa buena labor a la que se refiere el histórico jugador del Athletic se ha visto refrendada con la continuidad de ambos al frente del conjunto canario la próxima temporada: “Ahora podrán trabajar más tranquilos. Están haciendo crecer al equipo. Ofrecen un fútbol atractivo y su implicación es máxima. Trabajan muchísimas horas al día”.

Por último, cuestionado acerca del estado de ánimo de Eder, que vivirá mañana una jornada especial por enfrentarse al Athletic, su equipo, Manu Sarabia asegura que “él controla bien esas cosas. Ya lo hizo en el partido de ida en San Mamés y ahora es igual. Lo pasa peor y está más nervioso al día siguiente. Pero bueno, es un partido para disfrutar”, concluye. Palabra de padre.