Quién es ese crío rubio y alto que parece más mayor? La pregunta salió de la boca de Kike Mayayo, por entonces entrenador del Falcesino alevín y también colaborador del Athletic en Nafarroa. Mayayo hacía mención a Fernando Llorente, que acababa de cumplir 10 años de edad y completaba su primer curso en las filas del Funes, una localidad navarra cercana a Rincón de Soto, la cuna del actual pichichi rojiblanco. Llorente despuntó aquella tarde, al anotar cinco goles con "una facilidad pasmosa". Nadie en el entorno rojiblanco tenía referencia de aquel crío que se desenvolvía como pez en agua en el área contraria.

Mayayo se frotaba los ojos cuando tuvo acceso al DNI de Llorente. "No sólo cumplía la edad alevín, sino que competía en primer año de la categoría, lo que todavía llamaba más la atención por su físico", desvela el hoy en día responsable de los ojeadores del Athletic en Nafarroa. "El de Fernando (Llorente) fue en cierta medida primer fichaje para el Athletic", apunta este técnico que en su época de jugador militó dos campañas en el Bilbao Athletic (1976-77 y 1977-78) para después recalar en el Barakaldo, aunque prefiere no colgarse ninguna medalla por aquel descubrimiento.

Mayayo, sin embargo, no puede obviar que se le reconozca como el descubridor de Llorente, un prestigio que desconocía el gran público. "Será porque nunca me lo han preguntado", recalca modesto. Lo cierto es que la vida de Llorente en el Athletic empezó a escribirse en esa tarde en el campo municipal de Falces, en un encuentro del torneo de la Mancomunidad de Peralta, que reunía a conjuntos de la Ribera Media. "Entonces los alevines competían en fútbol once y no en fútbol-7 como ocurre en la actualidad. Fernando, pese a ser su primer año en serio en el fútbol, lucía muy buenas maneras", anuncia.

Aquella tarde de inicios de primavera se puso en marcha la maquinaria para hacerse con los servicios de ese diamante en bruto. Mayayo se dirigió a los pocos minutos de finalizar ese encuentro a los vestuarios del Funes. Conversó con Chus, hermano mayor de Fernando. "Me presenté como colaborador del Athletic y no tardé en preguntarle si estaba interesado en que Fernando hiciera una prueba en Lezama. Él respondió afirmativamente. Lo cierto es que Chus tuvo mucha parte de culpa de que su hermano recalara finalmente en el Athletic, ya que manejó todo el asunto posteriormente", rebobina el ojeador rojiblanco.

Mayayo puso a Miguel de Andrés, responsable por entonces del Athletic en Nafarroa y con el que le une una estrecha relación que nació en el vestuario del Bilbao Athletic, en la pista de Llorente, al que continuó siguiendo en varios partidos más el propio Mayayo.

"En aquel año se dieron los primeros contactos, aunque no fue hasta el siguiente hasta cuando le llevamos a Lezama, donde se ejercitó durante varias semanas", indica el ojeador rojiblanco, que tuvo a Llorente a sus órdenes en entrenamientos con el Falcesino y que compaginaba con el River Ebro, el equipo de Rincón de Soto.

visto bueno El momento cumbre llegó en la Semana Santa de 1996. El Athletic alevín compitió en un torneo en Muskiz, con Llorente en sus filas. José Mari Amorrortu, por entonces coordinador de Lezama, acudió a presenciar en directo a ese chaval del que le contaban maravillas. Lo hizo en compañía del propio Mayayo y de Miguel de Andrés.

Llorente no hizo más que responder a los parabienes que recibía en sus primeros pasos como futbolista. Anotó en ese partido amistoso cinco goles. "José Mari (Amorrortu) me dijo: Kike, este chaval es una joya", rememora Mayayo, quien prácticamente se retiró ese día de la operación Llorente una vez que el responsable de la factoría rojiblanca cogió las riendas.

Mayayo regresó a sus funciones de colaborador del Athletic en Nafarroa después de que Llorente afrontara el fin de curso en Lezama, donde ha echado raíces a partir del verano de 1996. Amorrortu negoció con la familia de Llorente en Rincón de Soto. Convenció a sus padres (A Isabel, su ama y nacida en la localidad navarra de Cortes, le costó dar el visto bueno para que su hijo conviviera lejos de casa), Llorente pasó a crecer con su familia adoptiva en Getxo y, partir de ahí, se conoce de sobra su progresión como rojiblanco.

Mayayo se dio por satisfecho, aunque en el camino perdió algunos amigos en su tierra. Miguel Sola fue uno de ellos. El integrante del último Athletic campeón, que coincidió además con Mayayo en su etapa como cachorro en el filial rojiblanco, ejercía entonces como responsable de la cantera de Osasuna. La fuga de Llorente al Athletic la interpretó como un gesto hostil. La entidad rojilla se dio cuenta de que había llegado tarde.

"Se había levantado la liebre meses atrás", recuerda Mayayo, quien desvela que Román Goñi, responsable de Osasuna en la Ribera Media, hizo también un scouting de Llorente cuando conoció los contactos del Athletic con aquel chaval rubio y alto que parecía mayor. El poder de convicción de la entidad rojilla no fue suficiente. Mayayo ya había descubierto a Llorente.

El Athletic ha ampliado en los últimos meses su presencia en territorio navarro. Mayayo, por tanto, ve cómo se le acumula un trabajo que considera "de lo más grato para todos los que presumimos de sentimiento rojiblanco". En un futuro puede que descubra a un nuevo Llorente. O a un nuevo Muniain... Seguirá presenciando hasta ocho partidos cada fin de semana desde alevines a juveniles.