bilbao
Viéndoles avanzar, casi se diría que rinden culto a Thor, el dios del trueno germánico. Andan a zancadas, alegres y alentados por un coro de voces campanudas que retumban sobre el cielo de Bilbao. Al son de "¡Bremen, Bremen!" llegan en procesión hasta el Ein Prosit, el restaurante donde Enrique, Alfred, Hermann y Carmen Thate invocan, como dice una voz anónima, "al auténtico anillo sagrado de los nibelungos; el cerco de cerveza que corona jarros y vasos largos..."
Uno, dos, diez... ¡cientos! Llegan en oleadas, conscientes de que el día comienza allí, en el más reconocible archipiélago germano de Bilbao. Lo hacen en son de paz, pese a que de vísperas un alemán talludo como un roble, lo dejó claro. "Tienes una hora para quitar la bandera del Hamburgo", bramó entre dientes el gigante. Había que verle a Enrique correr para arriar el estandarte...
Werder Bremen y Hamburgo guardan una rivalidad ancestral, muy alejada del fabuloso ambiente traído por "esos extraños hombrecillos de verde", como señaló Javier Agirre, a la puerta del local. Este año la final se jugará en el reino del norte de Alemania y quieren alzar allí, en tierra enemiga, el título de la Liga Europa. Thomas Rau, El Bremeano, apostaba por una "final Werder Bremen-Athletic y un 0-3 para el partido de esta noche". ¡Y los hados le oyeron!
Celebraron su ocurrencia, su hermano, Oliver Rau, director de marketing del Werder Bremen; el agregado cultural de la embajada alemana en Madrid, Andreas Beensen; Klaus Mülder Klaus Wittem, Uwe Meyer, Dietrs Liekan, Herbert y Thorsten Meilahn, enfebrecidos con un equipo "que este año luchará por la Bundesliga" y al que prometen seguir por media Europa.
No fueron los únicos. El Ein Prosit se convirtió, ya digo, en la capital mundial de la concordia y un caudaloso Rhin de cerveza corrió por sus calles. A ella acudieron, entre otros, el txistulari Mikel Bilbao, el viejo león, Dani, Isidro Elezgarai, de Caja Laboral; Isabel Sánchez Robles, Miguel Ángel Pereda, Ricardo Martín Ariño, Justo Garay, a quien le bautizan como Cañón; el cocinero Aingeru Zabala, Julen Otazua, Pedro Zubia, Javier Arakistain, Mikel Ayestaran, Pedja Savovic, sumergido en la eléctrica atmósfera del fútbol en la calle; Marino Montero, Elena Marsal, Andreas Reutter, Friz Hannsen, danés de corazón germano; Aitor Barrios, Ander Ugartetxe, quien hermanó banderas y cánticos hasta romperse la voz; Joxean Uria, Alex Candina y así hasta cubrir cada centímetro de barra, cada mesa, cada metro cuadrado del Ein Prosit. "¡Bilbao es la hostia!", gritaba Helmut Müller mientras arengaba a los suyos para dar respuesta al himno del Athletic que tronaba por los altavoces...
¿Fue un hermanamiento entre las dos aficiones o un cruce casual en el calendario...? Javier Olaskoaga entiende que existe "una sintonía en la forma de ver la vida; nada que ver con las hordas austriacas de Viena". Hablaba de primera mano... Entre bailes de vals y trenecitos, entre apuestas cruzadas y humor en estado puro, se movieron Eduardo Rodrigálvarez, Ander Pelayo, recién llegado de Santander; Isaías Muguruza, José Luis Agirre, Mitxel Zarate, Adalid Osinaga, Javier Acebes, José María Hernández, asombrado por el ambiente vivido -vino de paso; una salchichita y ¡zas!, al tajo. Acabó uniéndose en la procesión verde hacia San Mamés...-; Ana Uriarte, Yolanda Besga, José María Iturregi y así hasta dejarle correr al día por los grifos del barril. Luego, en San Mamés, el frío y la facilidad apaciguaron el día.