En 2006, un profesor adjunto de la universidad de Cardiff , de nombre Arnall, creó una fórmula que determinaba cuál era el lunes más triste del año, el llamado blue monday.

Combinando variables como tiempo consumido en actividades culturales, tiempo consumido en relajación, tiempo consumido durmiendo, tiempo atmosférico, deuda, sueldo mensual, motivación y otros, le salía al hombre que el tercer lunes de enero de cada año era el más deprimente del calendario. Quizá en Cardiff sea así. Incluso puede que en el resto del mundo resulte cierto. Pero en Bilbao, el auténtico blue monday es hoy. El primero tras Aste Nagusia.

Se acercó desde Bermeo a ver ‘Urte Berri Off’ en Pabellón 6 la cuadrilla formada por Leire Elezgarai, Iraide Ormaza, Mikel Leniz, Maialen Jiménez, Julen Olea y Mikel Mancisidor.

No nos encontraremos a Marijaia por las calles. Ni a una Txupinera vestida de rojo. Ni al Pregonero, de amarillo bajo su flamante bicornio. No habrá jarana en cada esquina. Ni txosnas, a las que las rapaces de la cotidianidad arrancarán la piel y la carne de colores para terminar llevándose hasta los huesos de sus esqueletos metálicos.

Karmelo Usategi, diseñador del espacio sonoro de ‘Urte Berri Off’, con Nora Barea y su padre, Ramón, hombre de teatro.

Y tampoco mil funciones de teatro repartidas entre musicales y comedias. ¿Seguro?

Pedro Bravo y Miren Urtiaga, por primera vez en la sala, flanquean a una habitual, Cristina Cuadra.

En este punto falla la dichosa ecuación de Arnall y su blue monday. Muchas obras de teatro permanecen en cartel. Prorrogan fechas. Funcionan como un rescoldo del espíritu de Marijaia. Al apagarse la luz ambiente de esas salas y encenderse los focos, Aste Nagusia sigue. Y se pueden escuchar las risas y los aplausos. Por eso conviene mirar las programaciones de los odeones, no será raro que aparezca un rotulito colorado con las palabras mágicas: Prorrogado o ¡Últimas fechas! Conviene aprovecharlo sin dar oportunidad a la duda.

Iñigo Cobo, de Pabellón 6, con Patricia Soto, Beatriz Torre e Iñigo Lekunberri, instantes antes del inicio de la función.

Uno de estos casos es el de Urte berri off en Pabellón 6. Ayer nos acercamos a la isla de Zorrotzaurre, que vive su particular tránsito entre lo viejo y lo nuevo, y resulta que no nos encontramos con la última función. Siguen el 28, 29 y 30 de agosto (¡Chínchate, Arnall!).

Esti Aranbarri, Isabel Bernardo, Lola de Hoyos, Montse Mateos, la socia de Pabellón 6 Ana Aldekoa y Susana Alzorriz.

María Urcelay, Mitxel Santamarina, Gurutze Beitia e Iñaki Maruri, los protagonistas de la obra, se daban los últimos toques para caracterizarse en el camerino, habilitado en un altillo al que se accede por una escalera de metal. Cuesta poco imaginar las oficinas de un taller de los de toda la vida.

Elena Rivas con Amaia e Idoia de la Fuente y Miren Salaberri. Tomaron un refresco en la terraza exterior de la sala.

Abajo, en el bar y la terraza, las mesitas, soleadas y de bote en bote, eran atendidas por Alex Renedo. Nora Barea sonreía en la taquilla. Y su padre, Ramón Barea, intérprete, autor, director, dramaturgo y gran impulsor del proyecto Pabellón 6 andaba, como casi siempre, por allí. Lo mismo que Iñigo Cobo y el estupendo actor y hombre para todo, Kike Gago. O el sonorizador de la función, Karmelo Usategi.

Se habían acercado a ver Urte Berri Off desde Bermeo, Leire Elezgarai, Iraide Ormaza, Mikel Leniz, Maialen Jiménez, Julen Olea y Mikel Mancisidor.

Con Ana Aldekoa, socia de Pabellón 6, estaban, con sus gorros de colores y sus abanicos, Esti Aranbarri, Isabel Bernardo, Lola de Hoyos, Montse Mateos y Susana Alzorriz.

Aprovechaban lo bueno que hacía en la terraza Elena Rivas, Amaia e Idoia de la Fuente, Miren Salaberri, Pedro Bravo, Miren Urtiaga, Cristina Cuadra, Patricia Soto, Beatriz Torre o Iñigo Lekunberri, entre otras personas.

Tocó la campana Iñigo Soto y todo el mundo pasó a la grada. En silencio, como si fuera furtiva, la compañía bajó del camerino para tomar posiciones en el escenario. Antes de que se abriera el telón, Iñaki Maruri dio media docena de saltos en vertical. Luego, juntaron las manos y susurraron a coro “¡Mierda, mierda, mierda!”. Y se tocaron las posaderas. Sonó un villancico, ya que la obra va de una gala de Noche Vieja. Y empezó la que será una de las últimas funciones de este Pabellón 6.

En septiembre se representarán El dilema del corcho, de Patxo Telleria, en euskera y castellano, y la producción propia ¡Ay Carmela!. Después, caerá el telón de esa sala para siempre. Y se empezará a levantar otra obra, pero no teatral, si no de las de acero y hormigón. De las cenizas de este, que seguirá a Marijaia, surgirá un nuevo Pabellón 6. Y sucederá igual que con la próxima Aste Nagusia: será aún mejor, si cabe, que la que acaba de terminar. (Aunque no haya acabado del todo).