No hay Aste Nagusia que no se suba a un escenario. Desde aquel Cabaret Chihuahua, hace más de una década, Iñaki Maruri ha encadenado obra tras obra en fiestas de Bilbao: Chichinabo Cabaret, Las chicas del trébol, Txirenebus... Y ahora, por segundo año consecutivo, Urte berri off, en Pabellón 6. Pero él está encantado. “Es un honor ser parte de la mejor cartelera del año de Bilbao”, asegura.

Confiese. ¿Quién tuvo la disparatada idea de celebrar una Nochevieja en pleno mes de agosto?

—Es brillante, ¿cómo no juntar dos fiestas que todo el mundo celebra?

Pero esta no es una gala televisiva para despedir el año al uso.

—Hay algo de crítica social. ¿Qué está en boca de todos hoy? La inteligencia artificial, que está arrasando con todo y ha irrumpido en nuestras vidas como la industrialización. Se encarga, por primera vez en la historia de la televisión, de escribir y dirigir una gala, elegir a los presentadores...

Y pasa lo que pasa.

—Es una herramienta muy positiva, pero hay que saber valorarla en su justa medida. Nunca va a reemplazar el valor humano. Más que inteligencia hace copias de todo lo que almacena en su base de datos. Y desde ahí mezcla a Bad Bunny con El Fary, a Mikel Laboa con King África...

Mire que dan juego las galas de Nochevieja: aquellas empanadillas de Móstoles, las uvas descoordinadas de Carmen Sevilla…

—Exactamente. Es un recuerdo que tenemos todos asociados a la familia, en casa, ese humor…

“En fiestas hay dos caballos ganadores: los musicales y la comedia. Y esta es un dos por uno”

Repiten, la IA debió quedar encantada con ustedes…

—La estrenamos el año pasado en Aste Nagusia y repetimos en Navidades. Llenamos todos los días. Es una obra tan festiva, la gente se lo pasa tan bien… Es hora y media frenética: tenemos tantos cambios de personajes que hemos tenido que habilitar incluso un camerino detrás del escenario.

¿Y les ha preparado la misma gala?

—Hay algún pequeño cambio, pero sí. Aunque es verdad que hay mucho de improvisación, jugamos mucho con el público.

¿Qué va a encontrar el público que venga a Pabellón 6?

—Un espectáculo muy divertido, que es lo que la gente pide ahora. Después de la pandemia tiene ganas de que la hagan reír, de ver algo vivo, genuino. Hora y media para desconectar de todo, brindar con nosotros y tomar las uvas en una conexión con…

¡La Puerta del Sol!

—Ha elegido otro lugar de Euskadi.

¿Cuál?

—Tendrá que venir a descubrirlo.

Qué bien sienta un rato de risas…

—En Aste Nagusia hay dos caballos ganadores: el musical y la comedia. Y aquí aunamos las dos. Un dos por uno con los precios más baratos de Aste Nagusia, 17 euros la entrada.

Pare, que la publicidad hay que pagarla. ¿Qué tiene la comedia que triunfa tanto en fiestas?

—Algo de verdad, de agilidad y de sentirse identificado.

¿Y para un actor?

—El feedback instantáneo de la risa, una verdadera medicina. Esta sala es un desierto en los ensayos: el día del estreno te lanzas sin red porque no sabes si va a funcionar. Y una sokatira porque cada público es distinto.

No todos nos reímos con los mismos chistes.

—Cuando el público se ríe tienes que controlar los ritmos y los tiempos de la función. No es como el drama que sueltas tus líneas y ya está; aquí la escucha con el público es vital. La risa y el aplauso son parte de la función.

También canta.

—Los cuatro. Lo más fácil sería grabar un día y enlatarlo pero nos gusta el directo y apostamos por ello.

“En una comedia como esta la escucha al público es vital. La risa y el aplauso son parte de la función”

¿Le gusta esa interacción con el público?

—Como espectador odio que me saquen o que me miren; ahí no soy actor, soy Iñaki y no sé muy bien de qué va eso… Cuando nos acercamos al público notas esa frialdad pero se meten enseguida en la fiesta. ¡Si repartimos hasta bolsa de cotillón!

¿Gurutze, Mitxel y María son como de la familia?

—Llevamos años trabajando juntos. Nuestros cerebros funcionan en la misma frecuencia cuando improvisamos, sabemos perfectamente lo que está pensando y lo que va a decir el otro. Eso te da una tranquilidad tremenda en escena porque sabes que puedes confiar en tu compañero y te puede salvar si ocurre cualquier cosa.

¿Cuánto hay de improvisación?

—Menos que en otras obras porque vamos sujetos a escaleta por la parte técnica. Pero siempre metemos alguna puntilla; somos juguetones.

¿Nunca va a coger vacaciones en Aste Nagusia?

—Parece que no y así me tengo que organizar. Y yo agradecido, porque me encanta trabajar en fiestas. Desde que hicimos Cabaret Chihuahua, hace ya 12 o 13 años, ha sido un no parar. Ser parte de la mejor cartelera del año de Bilbao es un honor.

Y muchas producciones locales.

—Está muy bien traer los espectáculos que triunfan en Madrid pero hay que apoyar el teatro local. Parece que solo hay teatro en Aste Nagusia y nosotros tenemos que trabajar todo el año. Estos días te das el lujo de programar doce días seguidos; el resto no hay tanto público para mantener una obra más de un fin de semana.

¿No les da pena estar tan alejados del cogollo de la fiesta?

—A veces también hay que tomar un respiro, ¿no? Y yo, que vivo en el Casco Viejo, incluso lo agradezco.

Se me olvidaba. ¿El ‘dress code’?

—Lo más elegante posible, la gala se emitirá en las mejores televisiones.