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El cumpleaños pasado por agua de Korrontzi

El grupo folk, con el refuerzo de la Banda de Bilbao y Oinkari Dantza Taldea, celebró su vigésimo aniversario bajo un aguacero que deslució su magnífico concierto

En imágenes: El cumpleaños pasado por agua de KorrontziOskar González

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Aunque en el escenario de Plaza Nueva todo fuera alegría, buen sonido y coordinación entre los implicados, la celebración en vivo del vigésimo aniversario del grupo Korrontzi, convenientemente reforzado por la Banda Municipal de Bilbao y los bailes de Oinkari Dantza Taldea, quedó deslucida por el aguacero que, inmisericorde, acompañó todo el concierto del hoy grupo de folk euskaldun más internacional. Solo el público más resistente, chorreando como pollos o bajo paraguas, resistió el emvite y le cantó el zorionak zuri al grupo vizcaino.

Pasado por agua. Así fue el cumpleaños, la celebración que Korrontzi había preparado con mimo para festejar el nacimiento del grupo que hoy en día, siguiendo la senda abierta por la triki pionera y libérrima de Kepa Junkera, es el mejor embajador de la música tradicional vasca en el mundo. La pena fue que todo el trabajo desarrollado estuvo a punto de irse al traste por la lluvia, constante y obstinada, que acompañó la larga hora y media de la cita y que lastró el soplo de velas imaginario, la comunión compartida.

Nos contaba días antes Agus Barandiaran, compositor, cantante, trikitilari y líder absoluto del proyecto, que la triki debe mover al baile y hacer feliz a la gente, que sin esa comunión rítmica y celebrativa no se produce el hechizo cuando se activa el fuelle de infernuko hauspoa. Faltó poco para que la velada, que se inició cuesta arriba, se fuera abajo. Empezó con Aldapan, con los maestros de la Banda Municipal recordando con sus metales a Michael Nyman Band y el grupo accediendo desde el frente del escenario. Y con la lluvia como ese personaje no invitado al encuentro que acude sin avisar y añade tensión a algunos cumpleaños.

Todo fluía con el quinteto entregado, los maestros enchufados con la vista puesta en sus partituras y los jóvenes de Oinkari Dantza Taldea –hasta ocho componentes se sumaron en algún momento en el escenario– danzando gráciles entre la tradición y las coreografías más contemporáneas, cuando el temporal arreció ya con Akerrak adarraka okerrak… y la deserción fue notable, con el público, que llenaba el espacio, buscando el cobijo de los toldos de las terrazas y la protección de los arcos de los soportales.

Agus, ese tipo capaz de dar vida a una triki sin tocarla, solo con acercarse al instrumento, se repuso con el brillo melódico de Meñakoz y su melodía hechizante, que nos regaló el primer solo, comedido pero excelso, de Alberto Rodríguez, un manitas a la guitarra y mandolina. Tipo listo, Agus, con el grupo reforzado por Xabier Zabala, autor de los arreglos del repertorio para la banda, ya no paró de arengar a la audiencia –“biba zuek eta Bilboko jaiak”– desde ese homenaje explícito a los pioneros que es Aupa Maurizia!, que se amplió después a Laja.

Tras el pellizco calmo en tributo a la panderojole vizcaina, con más de una cara surcada por un río de lluvia, banda y grupo compitieron por el protagonismo en Oilarrak oiloari, a ritmo veloz, de arin arin y con el refuerzo de las voces y la txalaparta del joven dúo femenino Bihotx. El ritmo se mantuvo con Parfums de musi y siguió cobrando vuelo con Xoxua, con la banda añadiendo arreglos de thriller a la dulce melodía y el dulce riff de la triki, y con Baratze, ambas con el añadido de la Banda de Txistularis de Bilbao.

El respiro

Tras Bustuntzuri y Sardos–K, dos de sus melodías más logradas, emotiva y lenta la primera y vivaz la segunda, con la txalaparta de Bihotz y D. Conde a pleno rendimiento, se inició una segunda parte del recital en el que el aguacero se tornó sirimiri y fue acercando al escenario al temeroso público sin paraguas ni chubasquero. Agus, que logró sobrevivir sin descoyuntarse el cuello tras su interpretación de Arkupe, donde el cuerpo de baile masculino y femenino se retó entre sonrisas, animó al público a compartir voces en la copla con letra de Xabier Amuriza Urtaroak –“fatal, oso gaizki” le lanzó antes de rendirse después a sus “lalalá”– y sacó su faz más tradicional en Basauti, con Agus haciendo diabluras con sus dedos.

El lirismo y la belleza de Panderetxoa, primera canción de Agus para Korrontzi, introducida a ritmo de vals por la banda y con el cuerpo de baile jugando con el suelo del escenario, elevó el listón del concierto, que cobró aire y arrancó los primeros y buscados bailes con Maltzeta, los del público, por fin, y de Oinkari con sus palos. A partir de ahí, Agus reforzó su entusiasmo y brío –algo que parecía imposible– con el clásico Joxek andreari, con voces dobladas e irrintzis, ya olvidado el sirimiri y con los pies de todos ya juguetones.

Al final hubo espacio para los solos de todos, del gran Kike Mora al bajo y su devaneos jazzísticos, del percusionista Ander Hurtado, que, cual músico de rock, abrió golpeando su batería en Belardi, y nuevamente de Romero, siempre acertado a las cuerdas. Y en la sombra, moviendo botones, el korrontzi oculto, César Ibarretxe, haciendo magia con el sonido de un escenario copado por casi 70 músicos. Antes, entre agradecimientos a un respetable que lo fue más que nunca por su devoción a la música tradicional y al infernuko hauspoa bajo la lluvia, la comunión se tornó total con Emaoigu bostekoa, tema compartido en disco con Pirritx eta Porrotx y con guiño a los txikis y a sus risas, en el que no faltó el lamento a sus muertes diarias en conflictos.

No hubo velas porque se habrían apagado, pero hasta Vilaplana, el director de la bana, acabó dejando su batuta y pidiendo palmas al público en el epílogo, todos ya en feliz comunión. Acabamos como pollos, pero contentos. Pues eso, zorionak zuri, Korrontzi, zorionak beti. Disfrutaremos del cumpleaños, ya secos y cómodos, en ese disco compartido que banda y grupo grabarán en otoño y que estará listo para Durangoko Azoka.