Con el comienzo del segundo fin de semana de Aste Nagusia las calles de Bilbao se encuentran completamente repletas queriendo disfrutar de las últimas actividades disponibles. Ya se puede tachar de la lista de la compra que ha ido quedando durante estos días la asistencia a las bilbainadas. Que nivel de entonación. Después de recorrer el Casco Viejo al completo buscando el sonido de los cuernos sin éxito, descubrí que el camino empieza en el Teatro Arriaga. De nuevo, pagué la novatada.

Antes de escuchar en directo las bilbainadas, desde los aledaños del Teatro Arriaga partió el Tropel de albokaris encabezados por las albokas seguidos por el resto de instrumentos. Pocas fotos he sacado en Aste Nagusia pero la ocasión lo merecía. El momento en el que vi la alboka por primera vez parecía de juguete, era un aparato completamente desconocido, quizá en algún bar moderno había visto servir algún chupito de los que cobran por cuatro euros.

Como Moisés abriendo las aguas, bilbainas y bilbainos se apartaron al paso del tropel, estos se adentraron en el Casco Viejo al ritmo de la música. Antes de continuar con lo vivido en un día marcado por la bajada de temperaturas, quiero hacer especial mención a las albokas, me dejaron completamente impactado. Soplar para llenar un colchón hinchable después de volver de fiesta se queda en una tarea bastante sencilla al lado de el aire que parece necesitarse para que albokas suenen. Espero que los pulmones de los artistas no hayan tenido ninguna consecuencia. ¡Vaya fuerza! Es de esas actividades que atraen a todos los que paseaban por el Teatro Arriaga. Los móviles recogieron ese primer paseo desde los aledaños del teatro hasta el centro de la Plaza Nueva.

En apenas 300 metros consiguieron atraer las miradas y las cámaras de los teléfonos móviles de todos los que a su paso, se unieron al ritmo de las música durante el trayecto. Una vez llegado a la plaza, se hicieron con el centro, lugar en el que he podido ver el Baile de la Era. Esta vez la lluvia que aumentaba con el paso de los minutos, impidió que los que no llevaban paraguas, entre los que me incluyo, se acercasen al lugar y optasen por escuchar la música resguardados. Aún así, sin ningún tipo de excusa, observar ese espectáculo musical de cerca era una obligación y quedarse protegido por cuatro gotas de agua no iban a ser un impedimento. A los pocos minutos de estar aguantando bajo el xirimiri, dejó de llover y el lugar elegido para ver las albokas de cerca era el ideal. No obstante, quedaba otra tarea pendiente de ver desde los primeros días, las bilbainadas.

Tachamos las bilbainadas la lista de tareas pendientes. Quien me iba a decir hace unos días que iba a estar escribiendo sobre la primera bilbainada escuchada en el parque Doña Casilda y hoy estaría repitiendo por las calles del Casco Viejo. Durante la mañana, los txikiteros se dejaron ver por los bares de la Plaza Nueva con los cánticos. Las bilbainadas, de la misma forma que el sonido de las albokas, atrajeron a todo el que pasaba por la zona. Al igual que en la reunión de actores y actrices, los móviles enfocaban a los txikiteros mientras canción tras canción. La expectación era mayor en cada estrofa llegando a ocasionar algún problema para el paso de las personas. Al elaborar el reportaje sobre Olabeaga, comentó Itxiar que la tradición de los txikitos se estaba perdiendo. Por el bien de Bilbao, espero que no lo haga.

Se cuentan las horas para despedir a Marijaia y honestamente, no quiero que llegue ese momento, es una semana muy especial la que estoy viviendo como novato. Fíjense lo que es la magia de Aste Nagusia que aún no ha acabado la semana festiva y ya tengo la cabeza en agosto de 2024. Hasta entonces, queda disfrutar de las últimas actividades previstas.