La psicóloga especialista en Trauma María González resalta, con motivo de la celebración del Día Mundial de la Prevención del Suicidio esta semana, la necesidad de “hablar abiertamente” del suicidio y de salud mental para reducir las tasas, sobre todo entre los jóvenes, mientras que el psiquiatra Enrique Aubá coincide en la importancia de “verbalizar las tentativas de suicidio” y no minimizarlas.
“Hablar de ello nos cuesta y, tras haber estado años en el Teléfono de la Esperanza, atendiendo llamadas anónimas con ideación suicida y a familiares supervivientes del suicidio, puedo afirmar que es necesario este espacio para ello”, explica la psicóloga. Así, esta experta señala que las personas que piensan o se plantean suicidarse generalmente “no quieren acabar con la vida en general, sino con la vida que llevan en ese momento, con sus niveles de sufrimiento y problemas asociados”. “La desesperanza de que el futuro pueda cambiar, la sensación de incomprensión y falta de sentido vital constituyen los pilares del sufrimiento en estas personas. El hecho de hablar sobre ello ayuda a externalizar ese dolor y en ocasiones llegar a posibles puntos de vista u opciones a las que uno solo en ese estado no es capaz de llegar”, añade.
“En la mayoría de las ocasiones nos cuesta hablar de ello porque, a parte de nuestro propio dolor, pensamos erróneamente que causaremos más dolor en el familiar o que alentaremos a la persona que lo está dudando a hacerlo. Nada más lejos de la realidad; hablar de ello permite desahogar gran parte de la tensión y sufrimiento que le rodea”, argumenta la experta.
Por eso, “es importante no minimizar cualquier verbalización de una persona en relación a la idea de terminar con su vida. Lo termine perpetuando o no, hay sufrimiento detrás de esa manifestación”, manifiesta.
Por otro lado, la experta apunta que los familiares y amigos supervivientes de suicidio también necesitan ese espacio. “Hago hincapié en la palabra supervivencia porque el suicido es como una catástrofe natural, que arrasa la vida de los seres queridos, con la paradoja de que el mundo a su alrededor parece seguir igual, como si no hubiera pasado nada, y sin embargo en sus vidas el impacto es inmenso”.
“El suicidio es un amplio espectro que va desde la simple ideación sobre la autodestrucción hasta la decisión firme de morir, el intento frustrado de muerte o el mismo suicidio consumado”, explica la psicóloga, quien añade que “la mayor parte de los suicidios consumados se dan en personas que padecen sintomatología psicopatológica previamente, principalmente ansiedad y depresión, o trastorno mental grave, siendo el trastorno bipolar en el que más se producen”.
El 90% expresó la idea de matarse
Por su parte, el especialista en Psiquiatría de la Clínica Universidad de Navarra Enrique Aubá apuesta por “desestigmatizar las ideas de suicidio entre la opinión pública”, algo que considera que “puede ayudar a prevenir la que es la primera causa de muerte no natural entre jóvenes”. Así, propone “normalizar la verbalización de una tentativa de suicidio y no subestimarla” con el objetivo de reducir el alcance de este problema de salud pública.
Según destaca este experto, los intentos de suicidio son de 10 a 20 veces más generales que los suicidios consumados. “En esa diferencia entra en juego la capacidad de la sociedad para asumir la verbalización de estas ideas que, en muchos casos, es la única manera de pedir ayuda para acceder a los profesionales o los tratamientos más oportunos. El 90% de las personas que se han suicidado expresaron antes la idea de hacerlo. Es preferible no subestimar esa declaración de intenciones, aunque suenen excesivamente hipotéticas”, advierte.
“Es importante que quienes han tenido ideas terminales sepan que el suicidio nunca es la solución. En general, con el suicidio se busca dejar de sufrir y en eso nadie está solo. Siempre contamos con la ayuda de familiares, amigos y profesionales sanitarios dispuestos a ofrecer herramientas de esperanza”, concluye.