Abordar el problema del envejecimiento de la población es el reto del siglo XXI, pero sobre todo de esta década. Y es que en 2030 los mayores de 65 años serán casi una de cada tres personas en Euskadi. Es por eso que la reflexión sobre el sistema de cuidados se encuentra en un momento crucial y, por ende, ha llenado cientos de titulares en los últimos tiempos.

La pandemia puso de relieve la importancia de un buen sistema de salud, pero también de servicios sociales. De atajar la soledad no deseada y también de abordar la necesidad de reducir la carga familiar. La dicotomía entre el cuidado en el seno de la familia, de las mujeres en su mayoría, y el modelo residencial han sido los modelos entre los que la población ha tenido que elegir hasta ahora.

Y es que alrededor del 8% de las personas de más de 75 años en Euskadi viven en una situación de tristeza o soledad. El doble de lo registrado antes de la pandemia, hace tan solo un lustro. Reflejo de ello son los datos de los usuarios del servicio del Gobierno vasco Beti On. En una sociedad cada vez más envejecida, las personas que usan el servicio no paran de incrementar. Y son ya más de 66.000 los que acuden al servicio que les brinda atención permanente en el domicilio las 24 horas los 365 días del año, y que es atendido por personas preparadas para dar respuesta a situaciones de emergencia o necesidad social.

Un factor, el de la soledad, que obliga a mirar con especial atención esta situación, imprescindible para alcanzar un Estado de bienestar también para los mayores vascos.

Por ese motivo, Euskadi desarrolla ya una “política de transición” hacia un nuevo modelo de cuidados “desde la perspectiva social y desde el reequilibrio de la carga de estos trabajos, sobre todo cuando no son remunerados”. Es el mantra repetido durante toda la legislatura por el Gobierno vasco, y que se encuentra en pleno desarrollo.

Una pionera ley vasca de Igualdad aprobada con un amplio consenso abrió las puertas a poner el cuidado en el centro, con una provisión universal de los cuidados, estructuras de empleo y la corresponsabilidad de los hombres

¿El sistema a alcanzar? “Un sistema de cuidados comunitario, público y desfeminizado”. Un proyecto trascendental puesto sobre la mesa por la consejera de Política Sociales, Nerea Melgosa, en una docena de ocasiones. Es por eso que a lo largo de la legislatura se han abordado medidas clave como el II Plan Estratégico de Servicios Sociales.

Un plan que prevé situar el gasto corriente público del Sistema Vasco de Servicios Sociales en 1.695 millones de euros para 2030, el doble que hace una década. Y que servirá para articular “una política de transición hacia un nuevo escenario en el horizonte de la década de 2030”. Todo ello para atajar la situación que abordará la CAV por el envejecimiento y el impacto de la generación del baby boom.

Reforzar el cuidado

El objetivo del Gobierno vasco es “reforzar el cuidado institucional en la comunidad” y para ello presenta este plan estratégico como “una herramienta para avanzar hacia ese nuevo escenario”. De esa forma, pasa de atribuir la responsabilidad a las mujeres a atribuirle el liderazgo y la responsabilidad de organizar socialmente los cuidados al sector público.

Siguiendo la premisa de que “los cuidados son responsabilidad de todos, pero el liderazgo y la responsabilidad de organizarlos es de la Administración”. Así las cosas, el Gobierno vasco ha insistido en que la atención en la comunidad no implica que deje de ser necesario crear nuevas plazas en centros residenciales para personas mayores. Pero sí que pretende que se asemeje más a un hogar. Y es que se marca como objetivo, además, “adecuarlos a la evolución de las necesidades y a los aprendizajes realizados en la pandemia, diversificándolos, reduciendo el tamaño de las unidades de convivencia y asemejándolos en mayor medida a un hogar”.

En esta legislatura se ha innovado con proyectos como EtxeTIC, el servicio gratuito de apoyo a los cuidados para la permanencia en el hogar que busca reducir la sobrecarga de las personas cuidadoras. Un servicio que busca evitar o retrasar además el ingreso en las residencias; un proyecto en expansión en Bizkaia, o los ecosistemas de cuidados en Gipuzkoa. Un proyecto que conecta servicios sociales, sanitarios y comunitarios, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas mayores. Y es que el reto es que la política de cuidados sea transversal.

Aunque el pionero Pacto vasco de cuidados aún no se ha llevado a cabo, y será el próximo gobierno quien deba abordarlo, en esta legislatura se han puesto las primeras piedras del acuerdo.

Un pacto trasversal

El Gobierno vasco, las tres diputaciones forales y los ayuntamientos Bilbao, Donostia y Gasteiz han suscrito un acuerdo sobre el que se levantará el futuro Pacto. Un Acuerdo por los Cuidados con el “liderazgo” público en asistencia social como uno de sus objetivos. Fue en noviembre cuando tuvo lugar el Congreso Avanzando hacia un pacto por los cuidados. Un Congreso con el objetivo ser un hito en el camino hacia el modelo deseado por el Gobierno vasco.

Entre los ejes puestos sobre la mesa se encuentra la elaboración de un estatuto de las personas cuidadoras familiares “que sistematice, concrete y amplíe sus derechos, incidiendo sobre la desigualdad entre mujeres y hombres”. Para eso, se aboga por desarrollar medidas de apoyo a las personas cuidadoras, incluido el derecho a los cuidados de aquellas a quienes cuidan, “para posibilitar que el cuidado sea verdaderamente una opción”.

Y es que uno de los objetivos finales de todas estas medidas es que las mujeres dejen de tener sobre sus hombros la responsabilidad de hacerse cargo de sus familiares. Traducido en datos: Euskadi se marca como objetivo para 2030 reducir a la mitad la brecha de género en los cuidados.