Si el lunes, ya de por sí, es la oveja negra de la semana, el tercer lunes de enero se lleva la palma del calendario. Al menos esta es la creencia que se popularizó cuando la pseudociencia comenzó a hablar del Blue Monday, un término que los medios de comunicación adoptaron rápidamente para hablar del día más triste del año. El aumento de los precios con la cuesta de enero, sumado a una climatología poco favorable, el hecho de que aún falte mucho para las vacaciones o los bajos niveles de motivación componen una tormenta perfecta para el estado anímico. Y pese a que no hay evidencia científica que sostenga la existencia de un día concreto como el más deprimente y numerosas marcas utilicen la excusa como técnica de marketing para lucrarse, los psicólogos vizcainos confirman que las visitas a las consultas de los profesionales de la salud mental aumentan a principios de año.

“El término se formó en torno a una campaña para escoger cuáles son las fechas en las que la gente planea las vacaciones de verano con la idea de orientar a las empresas que se dedican a vender viajes cómo y cuándo vender mejor”, revela Igor Fernández, psicólogo general sanitario vizcaino, sobre el concepto acuñado en 2005 por Cliff Arnall, un profesor de la Universidad de Cardiff que siguió una fórmula matemática para determinar cuál era el día más triste del año. Para ello eligió diferentes parámetros que pueden afectar a la vida de un individuo (climatología, deudas, tiempo trabajado, salud...) y las dividió por aspectos como la motivación o la iniciativa. “El experto que sacó adelante la fórmula se retractó más adelante y habló de que incluso poner un nombre a una fecha podía generar una especie de superstición, una profecía autocumplida”, explica el psicólogo sobre el poder que ejercen las denominaciones en el subconsciente a la hora de que un individuo se comporte de determinada manera en base a una creencia arraigada. 

Hasta que los medios de comunicación se hicieron eco de este término, Blue Monday no era más que una canción muy conocida de la banda New Order. Sin embargo, desde su popularización por el influjo que la cultura anglosajona posee en todo Occidente, el tercer lunes de enero ya se ha instaurado en el calendario no solo como el lunes más triste del año, sino como uno de los días predilectos por las marcas para instar a la compra a través de mensajes, no tan subliminales, que vienen a decir lo siguiente: date un capricho para aliviar la pena aprovechando este descuento del 20% que te ofrecemos. “El uso de términos que implican la salud mental suponen simplificar el mensaje con objetivos manipulatorios: Si tú tocas este botón, se va a arreglar eso que tanto te preocupa. Pero ese botón no lo tienes tú, sino que lo tenemos nosotros”, evidencia este psicólogo. Por ello, remarca lo siguiente: “Cuando uno está triste, el refugio no está en las cosas, sino en las personas”. 

Maider del Río, psicóloga elorriarra, pone el foco en la tendencia a nombrarlo todo para después utilizarlo a favor de las estrategias de marketing. Un claro ejemplo son el Black Friday y el Cyber Monday. Pero también están el Blue Monday y la otra cara de la moneda, el Yellow Day, el día más feliz del año, considerado el 20 de junio. Cualquiera de ellas, como San Valentín o su reverso, Singles Day -el 11 de noviembre-, se emplean como pretexto para fomentar el consumo. “A las personas nos gustan mucho las etiquetas y si han inventado una fórmula, aparentemente compleja, la escuchamos con mucho interés”, considera Fernández. Y junto a ello, brotan las categorizaciones y los inventarios. “A nivel psicológico es más fácil movernos con listados que nos generan menos incertidumbre: las diez mejores formas de salir de la depresión o los cinco tips para poder afrontar los exámenes”, manifiesta Del Río sobre una tendencia que está aumentando gracias a las nuevas tecnologías.

Factores

Al margen del poder que ejerce Blue Monday como mito, ambos psicólogos acuerdan que no hay ninguna evidencia científica que señale el tercer lunes de enero como susceptible de ser el más triste del año. No obstante, el comienzo del año en el hemisferio norte suele coincidir con un ligero aumento en la demanda de asistencia psicológica. “En estas fechas son habituales los cambios en el estado de ánimo, tiene que ver con las modificaciones hormonales en relación a los ciclos circadianos”, afirma Igor Fernández, quien menciona la influencia que tienen las diferentes estaciones. “Los meses de menor cantidad de luz hay una mayor segregación de melatonina, lo que nos tiene a todos un poco más aletargados. Es parte de los ciclos endrocrinos que tiene el cuerpo para ajustarse a la naturaleza”, racionaliza Fernández, quien pone como ejemplo la conducta de los animales que hibernan. 

En ese sentido, Maider Del Río -con una trayectoria de más de 20 años trabajando como psicóloga- advierte de que “febrero siempre ha sido una época de mayor bajón”. Y es así porque la falta de luz interviene en las endorfinas que genera el cuerpo humano. “En la zona de Euskadi salimos menos al monte, a la playa, hacemos menos deporte en la calle... Es una época de mayor recogimiento. Y con el recogimiento hay mayor tendencia a tener pensamientos propios y estar más decaído”, discurre la psicóloga elorriarra con un argumentario que su compañero de profesión también avala: “Hay cierta relación entre algunas depresiones con los periodos de menor luz, en relación a que hay menos interacción con otras personas o se sale menos de casa”.

Enero comienza, además, de la mano de las intensas semanas navideñas. “Son épocas en las que se supone que tienes que ser feliz y disfrutar de los tuyos, pero la realidad es que no suele ser así para todo el mundo”, asevera Del Río sobre estas fechas en las que las ausencias de los seres queridos, así como las hostilidades dentro de las familias, se agudizan más que nunca. Además, “es una época de balances, más allá de los propósitos”, advierte Fernández. “Los calendarios buscan una referencia temporal que nos influye al ponernos metas y escenarios concretos”, indica el psicólogo, quien considera que, en esa línea, a muchas personas aquello que no han podido resolver durante el año les resuena aún más.

Es por ello que en enero abundan los propósitos con metas que, a menudo, requieren una fuerza de voluntad que no siempre se consigue: ir más al gimnasio, ahorrar para un viaje, dejar de fumar, visitar más a los abuelos, respetar el tiempo de descanso, comer de forma más saludable... “Es en febrero cuando comienzas a ver si esas expectativas de año nuevo son reales o no”, expone Del Río, quien indica que para generar un hábito son necesarios 21 días. “Lo más importante es que ese gran objetivo se pueda dividir en objetivos pequeños y que podamos ir teniendo éxito de manera continua”, recomienda al respecto. De esa forma, aconseja que si el objetivo es hacer más deporte no es necesario ir al gimnasio cada día, sino que se puede optar por calzarse las zapatillas a diario y dar, aunque sea, una vuelta a la manzana.

En el ámbito económico, a principios de año se pueden juntar muchos gastos como el pago de cuotas, inscripciones o seguros. “Se vuelve a la rutina habiendo gastado más en navidades y hay quien aprovecha el cambio de año para actualizar a su favor los precios de muchas cosas”, indica Fernández, quien considera que “se da una vuelta de tuerca más al estrés para la gente que ya va apurada”. Sin embargo, el psicólogo afirma que lo traumático se convierte en traumático por la ausencia de respaldo de la gente de alrededor.

Es por ello que Maider del Río insiste en que para aliviar la sintomatología que pueden ocasionar los factores que hacen que el inicio de año sea más duro hay que mantener el contacto social. “No hay que dejarse arrastrar por esa monotonía que hace que muchas veces estemos más bajos. Hay que seguir manteniendo los planes y las ilusiones”, recomienda. Por su parte, Igor Fernández resta importancia a la cuesta de enero: “Si nos fijamos en las cosas por las que realmente merece la pena vivir y nos involucramos, no es tan terrible”.