Herculine Barbin nació el 8 de noviembre de 1838 en la localidad francesa de Saint-Jean-d'Angély, en el departamento francés de Charente Marítimo. 22 años después, en 1860, una resolución judicial le reasignaba como hombre, le otorgaba el nombre de Abel y le obligaba a vestirse de hombre. De esta forma se reconocía a la primera persona hermafrodita verdadera en el siglo XIX y en la actualidad se le considera la primera persona intersexual.

Por este motivo, el día de su nacimiento, el 8 de noviembre ha sido elegido para celebrar el Día de la Solidaridad Intersexual. Adélaide-Abel moriría ocho años después de la resolución judicial, 18 de marzo de 1868, en París suicidándose con gas y tras haber escrito sus memorias. El rechazo, la incomprensión y la no aceptación cuando su caso se hizo público en la Francia de hace siglo y medio la llevaron a la pobreza y la desesperación. Al lado de su cadáver se hallaron sus diarios con la historia de su vida.

Adélaide jamás tomó una sola decisión sobre su sexualidad. Cuando nació fue reconocida como 8 de noviembre, Día de la Solidaridad Intersexual, el día de Adélaide Barbin

mujer y como tal fue creciendo en una ciudad de provincias, pero su desarrollo fisico no evolucionaba como lo comúnmente esperado. Un juez se encargaría de firmar oficialmente su asignación como hombre apoyándose en un informe médico.

Una vida buscando su lugar

De familia pobre, fue admitida interna con una beca en el colegio de un convento de la orden de las Ursulinas. Ocho años después, en 1856, salió de la institución e ingresó en la Escuela Normal, donde aspiraba a diplomarse como institutriz. Un año más tarde lograba el título como primera de su promoción.

Es en este centro formativo donde se da cuenta que su desarrollo físico no es acorde con el de sus compañeras, ya que a pesar de haber dejado atrás la pubertad carece de pecho femenino desarrollado, no ha tenido menstruación alguna y su vello corporal es más abundante de lo normal.

Con el título en el bolsillo, logra un puesto como institutriz ayudante en una escuela femenina. Solo pudo ejercer dos cursos.

Durante su segundo curso como institutriz comenzó a sufrir unos intensos dolores en la zona inguinal. Ya los había padecido con anterioridad otros similares, pero esta vez la gravedad debió ser mayor y recurrieron a un médico. Tras examinarla, el doctor abandonó la habitación visiblemente alarmado pero sin emitir ningún diagnóstico, únicamente dijo que Adélaide debía abandonar la institución.

Hasta el momento de ese examen médico, Adélaide vivo su sexualidad, sus afectos y sus amores como pudo entenderlos. En sus memorias narra que en el colegio de las Madres Ursulinas se enamoró de una compañera, a cuyo cuarto acudía por las noches.

Ya en la Escuela Normal intimó con una compañera un año mayor y después mantuvo una relación especial con una de sus maestras, una hermana de la congregación con la que mantendría amistad unos años más.

Su relación más intensa y estable fue con una compañera profesora, de nombre Sara. Aunque se esforzaban por mantener en el secreto más absoluto su atracción, hubo rumores que alarmaron a la madre de Sara, quien recordó a su hija las convenciones sociales de la Francia el Segundo Imperio. Convenciones y mentalidad que acabarían condenando por monstruosa e inaceptable la condición intersexual de Adélaide y su reconversión por orden judicial en Abel.

Devota como era Adélaide Herculine Barbin, ya había hablado de su situación con un sacerdote misionero que conoció a través de su amiga monja. Este le advirtió que podía reivindicar el "título de hombre que le corresponde", que es lo que al final hizo unos años después, en 1860, un tribunal, pero le recomendó que mantuviera en secreto esta confesión y que ingresara en un convento sin revelar su particular naturaleza.

A pesar de ser persona de fe, a Adélaide no le convenció la idea de encerrarse en un monasterio. Por lo que dejó pasar el tiempo.

Por Adélaide pero sin Adélaide

Tras la visita del médico y su espantada, volvió a buscar consejo dentro de la Iglesia y fue hasta el obispo de La Rochelle Jean François Landriot. Tras escucharla en confesión, este le pidió permiso para romper el secreto de este sacramento y hablar con un segundo médico, el doctor Chesnet.

En su examen médico, Chesnet descubrió que Adélaide tenía exteriormente una pequeña vagina y un cuerpo muy masculinizado que en su interior albergaba un pequeño pene y testículos. Se encontraba ante un caso de hermafroditismo verdadero.

Según la ciencia médica, el hermafroditismo verdadero es un trastorno de la diferenciación gonadal poco frecuente y que se define por la coexistencia en un mismo individuo de paréquima ovárico y testicular en una o en diferentes gónadas. En la actualidad el término hermafroditismo ha sido sustituido por el de intersexualidad, y la gonadal verdadera es una de las cuatro clases de intersexualidad biológicas identificadas.

Después de este diagnóstico todo fue rodado y su caso llegó a los tribunales, que dictaminaron su condición masculina, de hombre. Por ello le ordenaron vestir como tal y cambiar su inscripción en el registro civil para dar fe de su nueva identidad masculina, Abel. Nadie le preguntó qué quería o deseaba hacer. No se le permitió elegir.

Por su parte, el obispo Landriot le ordenó abandonar la institución en la que trabajaba una vez hubiera encontrado una sustituta.

Para más inri, toda esta situación se hizo pública. La prensa se cebó con ella, su realidad distinta escandalizó y la sociedad la condenó. Monstruo sobrenatural fue lo más suave que se le llamó.

Ya como Abel, Adélaide huyó de su ciudad para esconderse en París buscando un anonimato que le permitiera vivir, pero solo encontró soledad y pobreza. Finalmente, en 1868, tras escribir su historia, se suicidó a los 30 años.

Su memoria

Lo que ahora sabemos de la vida de Adélaide brota del manuscrito que dejó detrás y que conservó el forense que realizó su autopsia. No está muy claro qué es lo que ha llegado hasta ahora, si es el original o ha ido variando por el cambio de manos o ha perdido contenido con el paso del tiempo.

Portada del libro de Michel Foucault que recoge las memorisa de Adéline Barbin.

Tras el forense fue el doctor Auguste Ambroise Tardieu quién lo examinó. Este médico se dedicó a estudiar y escribir acerca de lo que entonces se conocía como hermafroditismo y ahora la ciencia llama corporalidad intersex.

Después se pierde la pista del texto durante más de un siglo, a finales de los años 70, el psicólogo, filósofo y ensayista Michel Foucault anunció haberlo encontrado en el Departamento de Higiene Pública de Francia. Estudioso de la historia de la sexualidad humana, publicó el texto en un libro titulado Herculine Barbin llamada Alexina B., en el que completó el texto con sus propias reflexiones.

Algunos críticos con Foucault y otros estudiosos de la intersexualidad más allá de lo meramente fisiológico consideran que la versión de la vida Adélaide ha llegado un tanto distorsionada. Afirman que es una segunda apropiación de la identidad de Barbin. La primera en vida sobre su corporalidad y la segunda tras su muerte para convertirla en un ejemplo sobre el que apoyar o explicar teorías sobre el sexo y el género.