OS chavales que van a los macrobotellones ponen en riesgo la salud de los demás y ensucian a los jóvenes que sí cumplimos con las medidas". La denuncia cobra más fuerza, si cabe, por boca de Iker Bóveda, que en pleno confinamiento, "mientras moría mucha gente al día", acudía a echar una mano a las personas sin techo acogidas en un polideportivo. Para limpiar la imagen de su colectivo, que se ha visto en el punto de mira tras los brotes de coronavirus surgidos en viajes de estudios y fiestas, sirvan su ejemplo y el de las voluntarias Iratxe Lavado y Estíbaliz Cruz, quienes, al igual que él, piden a la gente de su edad que respete las normas porque "ya no queda nada".

Iker Bóveda

Voluntario de Cruz Roja

"La responsabilidad es de cada uno"

Ni por un botellón ni por una juerga sin mascarillas en una discoteca. Si Iker Bóveda se juega el tipo es por una buena causa. Prueba de ello es que durante la primera ola de la pandemia, cuando la mayoría de la ciudadanía permanecía confinada, se echó a la calle para colaborar con Cruz Roja en la atención a las personas sin hogar albergadas en el polideportivo de El Fango. "Me animé porque veía que era más útil ahí que quedándome en casa sin hacer nada y qué mejor momento para ayudar que la cuarentena", dice con naturalidad este bilbaino de 18 años, que estudia un grado medio de Instalaciones de telecomunicaciones. "Miedo teníamos todos, yo también. Estábamos preocupados por si entraba allí el virus, pero íbamos con mascarilla y era todo muy hermético", cuenta Iker, que lo mismo repartía comida y toallas que ayudaba a hacer coladas y ofrecía compañía.

Lejos de agotarse, su solidaridad dio para más. De hecho, también participó en una iniciativa de la misma entidad para concienciar a la juventud sobre cómo evitar riesgos cuando salen a divertirse. "Íbamos un médico y yo con unos panfletos y les explicábamos a los chavales que estaban sentados que respetasen las medidas y que se puede ir a un bar y salir de fiesta, pero siempre con muchísimo cuidado. Fue bastante bien. No tuvimos ningún problema con nadie", recuerda Iker, que a día de hoy ve a "mucha gente que llega al exterior de un bar, se quita la mascarilla y pueden estar horas sin ella y sin guardar las distancias".

Después de semejante labor, que la incidencia del covid esté creciendo como la espuma por la actitud irresponsable de quienes participan en botellones o fiestas multitudinarias no puede sino disgustarle. "Entiendo que los jóvenes estemos cansados de la pandemia, de llevar la mascarilla y de las distancias, pero está muy mal que no cumplan las medidas porque con las nuevas variantes hay más riesgo todavía de contagiar el virus y, al final, para quien no está vacunado puede ser un peligro", advierte. Además, añade, aunque "nosotros tenemos menos riesgo de morir por covid, está habiendo hospitalizaciones de chavales y se están jugando la vida cuando hacen esas cosas sin respetar las normas".

Tras el macrobrote originado en Mallorca a raíz de los viajes de estudios y el confinamiento de los participantes en un hotel, la pelota de la responsabilidad ha botado de hijos a padres, de agencias de viajes a instituciones. "La responsabilidad es de cada uno. Da igual la edad que tengamos. Los padres lo que tienen que hacer es corregir y estar en el lado de los sanitarios y de la ciencia. Si se está diciendo que el coronavirus es peligroso, no sé por qué defienden a sus hijos, que están de botellón, diciendo que están encerrados, que los chavales no tienen la culpa. Aquí tenemos la responsabilidad todos y lo que tienen que hacer es animarnos a que cumplamos las leyes para que todo vaya mejor", defiende.

Si algo le "duele", como persona comprometida que es, es que se meta a todos los jóvenes en el mismo saco. "No se puede generalizar. Las personas mayores hablan de nosotros pensando que tienen toda la razón del mundo y, como se supone que son los responsables, no se lo podemos discutir", se queja.

A la gente de su edad le diría "que no queda nada y que la normalidad está a la vuelta de la esquina, pero si la queremos cuanto antes, hay que portarse bien ahora y cumplir". También, que "se puede hacer lo que uno quiera siempre y cuando tengamos un poco de cuidado porque si no respetamos nada, vamos a poner más baches a la recuperación de la normalidad y eso implica que todo vaya a peor. Si ponen más restricciones, también afectan a la economía", advierte, con la esperanza de que su mensaje cale entre la juventud.

Iratxe Lavado

Voluntaria de Cáritas

"Que estemos así por el botellón me parece mal"

Entre ola y ola de la pandemia, Iratxe Lavado también se ha dejado arrastrar por la marea de solidaridad impartiendo, como voluntaria de Cáritas, clases de castellano a jóvenes en situación de exclusión social. "Se me ofreció la oportunidad y me interesó bastante para conocer otras realidades y por el simple hecho de ayudar a otros chavales", explica esta estudiante de Magisterio de Bilbao, que este verano está participando en un campo de trabajo en Otxarkoaga con ese mismo colectivo.

Mientras ella ayuda a estos jóvenes a integrarse, otros se reúnen por centenas para beber alcohol como si no hubiera pandemia. "Lo que está pasando era previsible. Hemos estado casi dos años con esta situación y que ahora estemos así por el botellón, lógicamente, me parece mal", censura y apela a la responsabilidad individual. "Cada uno tiene que pensar si lo está haciendo bien o mal. Si viendo la situación en la que estamos vas a una fiesta en la que hay cientos de personas, obviamente sabes que lo estás haciendo mal y que puedes contagiarte", comenta.

A sus 19 años, Iratxe no se da por aludida cuando se apunta a los jóvenes como los causantes de los repuntes de casos. "Se generaliza como si fuésemos todos los jóvenes y hay muchos que no hacemos esos macrobotellones. Al principio me molestaba, pero ahora no me siento parte de ese grupo porque yo no he cogido el covid y sé que lo he hecho bien", marca distancias. Aun así, reconoce que "a otras personas sí que les puede sentar mal que digan todos los jóvenes cuando, en verdad, o no salen de fiesta o cumplen todas las normas".

Pese a haberse relajado la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores, siempre y cuando se mantengan las distancias, Iratxe observa que "mucha gente" de su edad la sigue llevando. "Obviamente en un bar es más difícil estar todo el rato pendiente de que me la tengo que poner cada vez que pare de tomar algo, pero por la calle la mayoría sigue cumpliendo", asegura.

Al igual que entre los adultos, también entre la juventud "hay personas que son más negacionistas", pero, en general, dice, "hemos sido conscientes de la gravedad" de la situación. Precisamente por ello, Iratxe pide a los chicos y chicas de su generación hacer un último esfuerzo. "Respetad las normas porque ya hemos pasado un año de estar encerrados en casa. Todavía la pandemia no ha acabado. Sigue habiendo casos, pero, poco a poco, van a menos con las vacunas. Para lo poco que queda -o eso espero- seguid respetando las normas básicamente para que no vaya a más", les emplaza.

Estíbaliz Cruz

Voluntaria de Unicef

"Es por inmadurez, hay que saber controlarse"

"Inmadurez y ganas locas". Este es el cóctel que, en opinión de Estíbaliz Cruz, ha disparado la incidencia del coronavirus en las últimas semanas al ritmo de un DJ o del móvil, entre vasos largos o de plástico. "Son muchos meses y nos hemos reprimido mucho todo el mundo. Yo creo que ha sido por inmadurez. Hay que saber controlarse, saber hasta dónde puedes llegar y hasta dónde quieres gestionar tu responsabilidad", considera esta bilbaina de 19 años que va a estudiar Criminología y que lleva "colaborando con Unicef desde los 16 años en proyectos de opinión y participación juvenil".

Puestos a buscar quién debe entonar el mea culpa por los últimos macrobrotes registrados, no apunta a los progenitores ni a las agencias de viajes de fin de curso. "Cada uno es dueño y señor de sus acciones. Al final cada uno decide si ir o no. Si contribuimos a que esto aumente y aumente, no estamos ayudando a nadie", critica.

Aunque no se sienta identificada con los jóvenes que se saltan las normas en botellones o fiestas, Estíbaliz entiende que "la gente nos meta en el mismo saco". "Lo veo lógico porque es cierto que todos los macrobrotes han tenido el epicentro en fiestas juveniles. Yo en la tele siempre veo: por el partido se han juntado mil jóvenes... Es normal que se nos criminalice. Es una evidencia, aunque no todos incumplimos las normas", se apresura a aclarar.

Pese a que siempre se les ha tenido en el punto de mira, Estíbaliz admite que es ahora cuando algunos jóvenes se han relajado más de la cuenta. "Con la llegada del verano han quitado algunas normas y han dicho: Nos desatamos. Ya no hay virus, no existe. Esto ya se ha solucionado, mientras que en los centros de salud y en los hospitales siguen aumentando los casos. Yo sí que he visto: Han quitado la mascarilla. Pues, ¡hala!, ya ni la llevo en la calle", cuenta Estíbaliz. "Les das la mano y te cogen el brazo. Hasta a los críos pequeños les ves con la mascarilla todo el tiempo, pero en nuestra franja de edad es una pasada", admite.

Tras reconocer que ella tomó "más conciencia" a la hora de prevenir cuando un conocido se infectó de covid, insta a usar la mascarilla porque "puedes hablar y reírte igual" y recuerda que la pandemia requiere una respuesta colectiva. "Si queremos que se acabe, tenemos que poner todos de nuestra parte".

"Con la llegada del verano han quitado algunas normas y han dicho: Nos desatamos. Ya no hay virus"

Voluntaria de Unicef

"Si vas a una fiesta en la que hay cientos de personas, sabes que haces mal y que puedes contagiarte"

Voluntaria de Cáritas

"La normalidad está a la vuelta de la esquina, pero si la queremos cuanto antes, hay que portarse bien y cumplir"

Voluntario de Cruz Roja