Ousman Umar salió de Ghana siendo un niño; cruzó el Sáhara a pie, el mar en patera y vio morir en el camino a la mayoría de sus compañeros de viaje, entre ellos a su mejor amigo. Recorrió 21.333 kilómetros para llegar a Barcelona atravesando 8 países y tardó 5 años en hacerlo. Después de meses durmiendo en la calle, finalmente fue acogido por una familia catalana; empezó sus estudios y consiguió trabajo como mecánico de bicicletas. En 2012, con sus primeros ahorros, fundó NASCO Feeding Minds con el objetivo de mejorar la educación en su país de origen.

El 2019 escribió el libro Viaje al País de los Blancos, del cual ha vendido más de 12.000 ejemplares y que ha sido la inspiración del reto solidario. Ousman Umar acaba de lanzar su segundo libro Desde el País de los Blancos que recoge su experiencia en nuestro país. Además, ha sido distinguido con el premio Princesa Girona Social 2021.

¿Su mundo es África o Europa?

—Soy catalán, español, europeo, pero también soy ghanés y negro. Lo más importante no es ser lo uno ni lo otro, sino aceptar la situación real de cada uno. Salí de mi país siendo un niño y a los 17 años estaba en Barcelona, sin nada. Ahora tengo formación universitaria, un máster en una de las mejores universidades catalanas y he montado una ONG que forma en Informática a más de 20.000 niños y niñas en Ghana. Todo ello por la bondad de muchas personas que creen que la solución de la inmigración no está en el mar, ni en España. La solución pasa por el país de origen. Se trata de alimentar mentes y darles la oportunidad de que la gente tenga trabajo en su país.

Al reflexionar sobre su viaje ¿dónde ha hallado más apoyo, allá en su país de origen o acá?

—He encontrado apoyo y palos en las ruedas en todos los lados, pero prefiero quedarme con la parte positiva. La primera escuela informática que intenté abrir en Ghana en 2008, en la que perdí casi 1.800 dólares, no se puso en marcha porque les daba miedo que Internet cambiara a los jóvenes. Fue un fracaso, pero pienso que el fracaso no es más que una oportunidad para seguir adelante y descubrir cosas nuevas. Para mí, el no, no es una opción, sino una oportunidad para continuar buscando nuevos caminos.

¿Por qué no se les explica a los jóvenes que Europa no es el maná?

—Yo soy una persona; no pretendo cambiar ni puedo cambiar el mundo solo, pero sí desde el pedacito que tenemos podemos contribuir a mejorar la vida de las personas. Cada persona somos secretarios generales de nuestra ONU. Por eso siempre digo: basta ya de culpar y criticar a los demás. ¡Haz algo tu!

¿Aboga más por venir o que desde los países desarrollados lleven la riqueza allí y que puedan elegir?

— Si llegan vivos, el venir aquí es una pérdida de tiempo. El 97% de mis compañeros de viaje murieron en el camino. ¿Quién animaría a su hijo o hija a hacer un viaje donde las probabilidades de sobrevivir son un 3,5%. Si tuvieran opciones de vida en su país muy pocos emigrarían.

Es el exponente del triunfo de las personas que han emigrado, pero ¿la mayoría fracasan como los que han pasado ahora a Ceuta?

—No me considero, ni mucho menos, una persona de éxito, porque creo que el triunfo es una acumulación de fracasos, sin perder la ilusión. Yo nunca perdí la ilusión y hay personas que me consideran que soy exitosa, pero esto depende del ángulo con que se mire. En África, para mis tías soy un fracasado. Un hombre de 32 años sin mujer e hijos, para ellas es un fracaso. Sin embargo, la gente de aquí piensa todo lo contrario. Todo depende los ojos con que te miran. Soy una persona que no ha perdido la ilusión por seguir adelante.

En el libro dice que de pequeño quería ser blanco porque veía volar aviones y le habían comentado que los blancos eran los dioses

—Fue la razón por la que estoy aquí; en mi aldea era un niño feliz. Es cierto que cuando nací mi madre murió en el parto y, según las costumbres, tendrían que haber matado, porque consideran que la culpa era mía.

¿Cómo sobrevivió a esta costumbre?

—Tuve la gran suerte de que mi padre fuera el chamán de la tribu y que me salvara la vida, pero el avión que vi cuando jugaba cambio mi vida. No podía entender cómo aquel pájaro mecánico era capaz de volar; tuve curiosidad y empecé a preguntar quién había fabricado ese aparato, quienes eran los blancos. Por qué podían hacerlo ellos. Esa curiosidad dad hizo que me fuera a los nueve años hacia la ciudad, luego a los trece fuera del país para llegar al Paraíso.

Cuando ves a partidos políticos hablando despectivamente sobre las colas del hambre. ¿Qué cuerpo se le queda?

—Falta mucho trabajo que hacer; a pesar de todo el dinero que se invierte en educación, sigue habiendo mucha gente profundamente ignorante y hace falta abrir los libros de historia un poquito más. Cuando las cosas van bien nadie dice nada, pero cuando llegan las crisis se empieza a mirar al diferente, echándole la culpa de todos los males. Entonces te das cuenta de que existe mucha hipocresía social y mucha gente que no ve más allá de sus propias narices, personas bastante cortas de mente.

Ha vivido el racismo, la indiferencia de una sociedad que cierra los ojos ante su realidad, pero también lo mejor de ella.

—Sí. He tenido la gran suerte de volver a nacer en Barcelona. Por ello, me considero uno de los hombres mas afortunados del planeta. Me ha tocado más que el euromillón. El dinero se puede gastar, el derecho a la vida no se puede pagar con dinero. Y a mí me ha tocado el derecho a la vida. Algo que tenía que estar a disposición de todos, pero que no es así.

¿Hay que luchar para lograrlo?

—Sí. Me siento afortunado porque he llegado a conocer una de las familias más bonitas, unas de las personas más buenas del mundo, que es mi familia adoptiva catalana, que me cogieron de la calle cuando estaba tirado como un perro abandonado y me integraron plenamente en la familia. Actualmente son mis padres adoptivos, por eso insisto en que tuve la oportunidad de volver a nacer aquí.

¿Qué persigue con ‘Desde el país de los blancos?

—Conseguir el mayor número de lectores entre la población española que entienda que los menores no acompañados que llegamos a España somos unos auténticos diamantes en bruto; si nos dan la oportunidad llegaremos más lejos, trabajaremos y colaboraremos en el desarrollo económico del país. Del mismo modo que lo hicieron los abuelos españoles, que tras la Guerra Civil escaparon y se fueron a otros países, de América Latina por ejemplo, donde se integraron en su desarrollo llegando a ocupar puestos de responsabilidad política.

Si los jóvenes y niños migrantes ya lo tienen bastante mal, las mujeres y niñas lo tienen infinitamente peor.

—Es mucho más triste cuando eres una mujer. Lo viví cuando era un niño. Es cierto que te ayudaban, te protegían, aunque había otros que se aprovechaban porque eras un niño. A las niñas y jóvenes la única opción que les queda es vender el cuerpo para poder salir adelante.

¿Los sistemas actuales de cooperación internacional llevan el ritmo adecuado y son efectivos?

—Tienen que variar sus políticas y confiar más en los jóvenes africanos, porque son los que cambiarán las cosas. Un cooperante debe tomar al menos cuatro vacunas para ir a Ghana. Allí no tienen ninguna, y tenemos el valor de intentar enseñarles cómo deben vivir su realidad. Eso es una falta de respeto. ¡Basta ya de alimentar estómagos! Hay que alimentar las mentes.

“No me considero un inmigrante triunfador; el éxito es una acumulación de fracasos sin perder la ilusión”

“Si a los menores no acompañados se les forma participarán en el progreso de los países que les acogen”