Además de “alegre y divertido”, Mikel Viar era un octogenario “muy enérgico”. Tanto que, incluso estando ya ingresado en el hospital de Urduliz con covid, se levantaba todo los días y se duchaba. “Estaba de cine. No tenía ninguna patología”, da fe su hija María. De recolectar conchas en la bahía de Gorliz, donde le gustaba bucear, a sumergirse en las profundidades de un coma inducido y no despertar nunca más. “Le cogió mal y en nueve días se fue”. Y quedaron huérfanas sus hijas. Y sus amistades. “Era muy bromista. Le conocía todo el mundo. Hacía cuadros con las chirlas que recogía. Tenía muchas aficiones. Demasiadas. Siempre estaba ocupado”.María ha heredado su carácter alegre, aunque a veces haga aguas. Esa sonrisa que su padre despliega con orgullo, abrazado a sus dos nietos, en la instantánea que tiene enmarcada en su salón. La hija de María, hoy veinteañera, entonces una cría, luce unas gafas moldeadas por su aitite con el alambre del tapón de una botella de cava. Es la pura esencia de las navidades captada en una fotografía. Las que se tomen este año serán bien distintas. “Nosotros estamos muy mentalizados porque sufrimos un trauma. De hecho, yo no voy a celebrar con mi familia la Navidad. Voy a celebrarla en mi casa con mis dos hijos porque quiero que mi hermana y mi madre me duren muchas navidades. No quiero que estas sean las últimas”, argumenta.

Al temor de que alguno de sus hijos sean positivos, sin saberlo, y contagien a su madre se une la necesidad que tiene de protegerse a sí misma por la lesión que sufre en el corazón. “No me quiero arriesgar a ir a una casa con personas con las que no he estado en los últimos meses. Yo con mi madre y mi hermana no me he dado un beso ni un abrazo desde febrero, ni con mis hijos, con quienes vivo, porque ellos tienen sus trabajos y sus estudios. Es duro, ¿eh?”, remarca para que el sacrificio no pase desapercibido e invitar a la reflexión. Haciendo gala de su buen humor, cuenta que siempre que llegan a casa les pide que se desinfecten antes de acercarse a ella. “Les digo: Desintoxicaos. Ama, ni que fuésemos unos yoncarras, me contestan. Pobres”.

Los hijos de María tienen 23 y 27 años y están “tan concienciados que ni siquiera se juntan con sus cuadrillas, pero es porque se les ha muerto el aitite”, resalta su madre. “La sensación que ellos tienen es que la gente joven pasa de todo y que está incluso viajando. No cumplen las medidas, les da igual. Y, además, algunos viven con los aitites y amamas. Los jóvenes creen que son eternos y no les va a pasar nada. Pues sí, sí pasa”, reitera y añade que ella también ha renunciado a su vida social. “A mis primos y mis tíos, con los que tengo un trato muy estrecho, no los he visto en todo el año. Tenemos muchísimo cuidado”.

“Diez PERSONAS ES excesivo”

María da “por hecho” que la tercera ola llegará más pronto que tarde, cuando los abetos artificiales se encojan en sus cajas y las lucecitas navideñas se retuerzan en ovillos. “Yo no voy a ver a mi familia por responsabilidad, pero la gente no va a cumplir. Lo de diez personas me parece excesivo porque quienes tienen pareja pasan unos días con una familia y otros, con otra. Hoy con mis padres, mañana con tus hermanos, Nochevieja con los colegas, con la cuadrilla en un txoko... Me da pánico”, reconoce. Tampoco se muestra partidaria de que se haya ampliado la movilidad. “Yo no dejaría el cambio de municipio, es decir, que cada uno esté en donde vive”.

Molesta con algunos hosteleros a los que “les da apuro llamar la atención al cliente de toda la vida cuando incumple las normas y que no les vuelva” y con los deportistas que “de repente te pasan por delante en el paseo marítimo y te tiran todos los aerosoles”, María confiesa que la actitud de determinadas personas le “ofende” y no entiende los lamentos por que las navidades, en la intimidad, serán más aburridas. “¿Te imaginas a mis hijos veinteañeros cenando conmigo solos? ¡Qué turrada! Pero, bueno, ya pondremos un disco, haremos el gamberro o lloraremos si toca llorar”.

“¿Te imaginas a mis hijos veinteañeros conmigo solos? ¡Qué turrada! Pero ya haremos el gamberro o lloraremos si toca”

“Quiero que mi madre y mi hermana me duren muchas navidades, no que sean las últimas”

Hija de Mikel Viar, fallecido por covid