E mis ya, por desgracia, muy lejanos tiempos de Facultad rescato una vieja prueba de acceso para la Universidad de Oxford que circulaba de mano en mano (ahora me doy cuenta, ¡ay!, que no había flujo de whatsapps ni otro tipo de redes sociales...), dejándonos, a la inmensa mayoría, boquiabiertos. Confío en no equivocarme, pero creo que la pregunta era la siguiente: "¿Qué letra es la siguiente en esta progresión? Explica el razonamiento". Y la progresión decía algo así como "O-T-T-F-F-S-S..." Dale que te pego, para mí y para muchos fue imposible deducir que la siguiente era la letra "E", como para explicar el porqué. Oxford ya era exigente por aquel entonces y a uno le costó ver cómo se encadenaban los números: one-two-three-four-five-six-seven... ¡eight! Para quienes no gastan inglés básico, diremos que se trataba de la inicial de los números -uno-dos-tres-cuatro-cinco-seis-siete... ¡ocho!- en la lengua de Shakespeare. Sencillo a la par que genial.

He recordado la historia ahora que nos ha llegado, desde el laboratorio que AstraZeneka posee en la singular ciudad universitaria inglesa (Oxford se estableció por primera vez en los tiempos sajones y fue conocida inicialmente como "Oxenaforda", que significa Ford of the Oxen ("vado de los bueyes", lo que contrasta, en términos de zoología humana, con tanto lince como se ha formado en sus aulas...), la noticia de que la vacuna más esperada del siglo XXI tardará en desarrollarse un tiempo más del previsto. La pregunta, años después, encaja de nuevo: ¿cuál es la siguiente? Con la ansiedad que nos corroe, todavía hay gente que critica la fórmula académica y científica del prueba-error hasta que dé con la solución exacta. Incluso he leído, en el arrabal de las redes sociales, que el freno se ha provocado adrede para encarecer el producto. Lo dicho: los bueyes del vado.