- La supresión del estado de alarma generalizada desde ayer desbloqueó las fronteras invisibles que durante estos tres meses y pico han separado a comunidades vecinas. Familias enteras se apresuraron a estrenar esa nueva normalidad fuera de su territorio, un gran salto para muchos de ellos. Ayer fueron los pasos hacia Burgos, La Rioja, Nafarroa e Iparralde los que quedaron expeditos. Dantxarinea (Urdazubi) con sus populares bentas y Behobia (Irun) con sus tentadoras tiendas se llevaron toda la gloria en una jornada en la que muchos vascos volvieron a reencontrarse con la familia y amigos en tierras burgalesas (Medina, Villarcayo, Espinosa,…) y riojanas (Haro, Ezcaray,…) después de que el viernes ya hicieran lo propio otros muchos en territorio cántabro.

La de ayer era una fecha marcada en rojo para esos establecimientos fronterizos. Lo han pasado mal porque la zona ha estado “muerta”. “Es una reapertura que todos estábamos esperando como agua de mayo”, reconocía a mediodía de ayer Ruben Fraile, del establecimiento Lacave. Durante toda la mañana, las colas se habían sucedido en estancos y licorerías y los comerciantes no daban abasto para despachar a unos clientes que han tardado más de tres meses en llegar.

“A pesar de que nosotros podíamos abrir porque teníamos alimentación, hemos cerrado porque aquí no había nadie, vendíamos cero”, lamenta. Por ello, el bullicio de ayer era muy bien recibido en la zona. “Ha ido muy bien, estamos muy contentos”, señaló este vendedor. Una charanga ambientaba el lugar en el que unos y otros se aprovisionaban, en su mayoría, de alcohol y tabaco. “No sabíamos qué esperarnos, si iba a haber gente, si no. Parece ser que no se les ha olvidado dónde estamos, después de tres meses. Es muy importante que el primer día la gente responda”, aseguró Fraile, quien, no obstante, no se quita de encima la prudencia con respecto al futuro próximo. “A ver qué pasa en verano. Todavía no sabemos qué va a pasar, si van a abrir los campings, los hoteles... Va a ser raro”, aseguró.

Y algo similar ocurría a menos de una hora en coche, en Dantxarinea, donde ayer comenzaron a palpar la nueva normalidad después de varias interminables semanas de ERTE para la mayoría de sus habitantes por falta de clientes en sus negocios. Durante los últimos días han estado preparándose para acoger a cuantos más clientes mejor. El de ayer fue “un día raro”, comentaban varios trabajadores, pendientes de los aforos y las medidas sanitarias. Según indicaba Txomin Iribarren, presidente de la Asociación de Comerciantes de Dantxarinea, “aproximadamente el 97% de nuestros clientes es de Iparralde”, por lo que desde el cierre de las fronteras la actividad en Dantxarinea ha sido prácticamente nula.

La gente acude a Dantxarinea y a Urdazubi y Zugarramurdi a pasar el día, no solo a comprar; “nosotros ofrecemos un pack”, bromeaba Iribarren: tabaco, gasolina, comida, bebida, ropa y complementos de todo tipo, además de la gastronomía local. Iribarren se mostraba contento por volver a recibir a los clientes, y al mismo tiempo mandaba un mensaje de tranquilidad y de prudencia: “Espero que poco a poco se vaya recuperando la actividad, debemos hacer todo lo que está en nuestras manos para hacer bien las cosas”, apuntaba.

A apenas 40 kilómetros, en Hondarribia, se notaba un nuevo ambiente. Los excursionistas de Iparralde llegaban en pequeños grupos para disfrutar del buen tiempo y la gastronomía. Muchos de ellos trasladados por Jonatan Txapartegi, uno de los encargados del servicio de barca que une Hondarribia con Hendaia. Por el momento, son más los que deciden cruzar la bahía de Txingudi desde el otro de lado de la muga. Asiduo a la zona es también el pamplonés Carlos Etayo, que ayer madrugó para volver a su apartamento de Hendaia tres meses después. “Teníamos muchas ganas. En Navarra, cualquier día que sales está todo saturado. Aquí, entre el día que hace, que tenemos playa... Hay que aprovechar”, decía en la primera toma de contacto de un verano que todos ellos esperan que sea “normal”.