L 5 de mayo Eduardo y Susana regresaron a casa con sus hijas Elba y la pequeña My. Ponían así fin a una aventura que comenzó siendo un viaje lleno de incógnitas y buenas sensaciones y se truncó cuando el coronavirus les atrapó en Vietnam después de haber adoptado a My, la hermana que durante años les había reclamado Elba. Durante dos meses han pasado momentos de felicidad, incertidumbre, temores... todas las sensaciones que permite un estado de vulnerabilidad tan inmenso como es una adopción en un país extranjero, a lo que se añadió el covid-19. Pero ya están en Castro, felices los cuatro. Arropados por el calor familiar y la proximidad. Ahora, el relato de su historia son las páginas que les dejarán a sus hijas como historia de una etapa de su vida y que Susana ha querido transmitir a través de Instagram para ayudar a otras familias que puedan vivir experiencias similares.

El pasado día 21 de marzo, DEIA se hizo eco de los problemas que sufrían un joven de Basauri, Eduardo, y su mujer, Susana, atrapados en Vietnam. El 9 de marzo viajaron junto con su familia al país asiático para cumplir su sueño. Querían ampliar la familia y para ello habían cumplido con todos los largos y costosos trámites que supone una adopción. Viajaron en busca de la que ya es su hija My, de 17 meses. Cuando emprendieron la odisea el número de casos de coronavirus era poco más de 500 y nadie preveía lo que iba a ocurrir. De hecho, España no estaba en cuarentena, así que incluso los vuelos circulaban con normalidad y por supuesto no se había planteado el cierre de fronteras. Susana recuerda que cuando llamó a Sanidad para saber si tendrían problemas con el coronavirus en Vietnam les dijeron, "por eso no os preocupéis, más peligrosa es la enfermedad que genera la picadura del mosquito".

En el Estado tampoco había una alarma social, así que no se plantearon en ningún momento retrasar el viaje. Salieron el 8 de marzo rumbo a Vietnam a recoger a My. Una vez en Hanoi y después de cumplir con todos los protocolos y papeleos que implica un proceso de adopción, el día 20, por fin, pasados los primeros quince días que transcurren antes de formalizar una adopción, les dieron el visado de su pequeña, un bebé de 17 meses con el que a partir de ese momento podían ya empezar a viajar y por tanto regresar a casa.

Pero el destino les iba a poner a prueba porque a partir de ese día se sucedieron todo tipo de infortunios que amenazaban con quebrantar la felicidad de la familia. "El 19 se cerraron las fronteras, así que por un día no pudimos volver a casa", lamenta Susana todavía con los recuerdos de lo vivido muy presentes. Y eso que ella aportaba a la familia el punto de positividad en unos momentos que cada miembro familiar resistía a su manera. Solo la pequeña My, era ajena a los sinsabores por los que pasaba su nueva familia.

Mientras, Eduardo no paraba de hacer cuentas y buscar alternativas que permitieran alargar la estancia en Vietnam. Y Elba, con solo 7 años, no se acostumbraba a la comida asiática. Eso, sin contar las tardes que Susana y Eduardo buscaron cualquier tipo de vuelo con la esperanza de encontrar la vuelta más rápida y también aquella a la que su economía pudiera hacer frente. "Es una situación en la que cualquier cosa te debilita mucho porque estás muy vulnerable y sabes que todo se puede derrumbar", relata Eduardo. Por ejemplo, uno de los días tuvieron problemas con una de las tarjetas y eso supuso una crisis importante porque suponía que se bloqueaba durante 24 horas y no podían estar sin un soporte económico. Otro día de esta aventura que ha durado tres meses My tuvo un episodio de fiebre y le salieron manchas. "No conocemos su genética ni tampoco su historial médico, así que fuimos al hospital muy preocupados porque temíamos que fuera una meningitis".

Mientras los días pasaban las promesas de vuelos se transformaban en falsas esperanzas. En la embajada no comprendían que no quisieran aceptar algunas alternativas que les ofrecieron. "Nos proponían, por ejemplo ir a Fráncfort, pero allí debíamos quedarnos esperando en la terminal que estaba cerrada sin ningún servicio, a la espera de que saliera una conexión a Madrid que podía tardar tres días. Eso, con dos niñas pequeñas, no lo podíamos aceptar".

Al principio barajaron quedarse en Vietnam hasta que todo pasara y los vuelos bajaran de precio, pero tampoco sabían cuanto tiempo podían aguantar. Y mientras todo esto pasaba, al otro lado del mundo sus amigos reunieron 1.500 euros para hacer frente a los billetes de vuelta. Hubo otras propuestas de recaudación de dinero entre los padres de la escuela de baile a la que acude Elba y otros colectivos, que no llegaron a aceptar aunque están muy agradecidos.

Y como es cierto que ni lo bueno ni lo malo dura siempre, por fin un día les llamaron y les ofrecieron un vuelo de vuelta Hanoi-París-Madrid, donde alquilarían un coche con el que llegar hasta Castro.

La vuelta a casa estuvo salpicada de vicisitudes: casi pierden el vuelo en París a Madrid por problemas en los billetes de My; en la capital de España les extraviaron las maletas y estuvieron a punto de quedarse sin coche de alquiler. Pero resistiendo y superando cada prueba que les puso esta aventura el 5 de mayo a las 12.00 de la noche llegaron a su casa. La odisea había terminado.