La alarma sanitaria precipitó la vuelta a casa de muchos estudiantes que vivían a kilómetros de sus domicilios familiares. No tuvieron tiempo de recoger todas sus cosas ni tampoco pensaron que esta situación de confinamiento se alargaría. Más de dos meses después se encuentran con lo puesto y sin saber cuándo recuperarán sus cosas; incluso en algunos casos han tenido que contratar empresas de mudanzas presionados por la necesidad de vaciar un piso cuyo contrato expira con el fin de curso. Son otras secuelas colaterales para una población estudiantil que ha visto frustrados sueños como la convivencia y la vida universitaria pero que con una crisis como la que vivimos han pasado a un segundo plano.

Paula vivía con dos personas más en un piso en Deusto, en la calle Ramón Cajal, con otras dos compañeras: una de Eibar y otra de Iruñea. Es su tercer año de Arte Dramático. Cuando saltó la alarma sanitaria decidieron volver a sus casas. “Pensábamos que iba a ser para dos semanas así que cogimos solo algunas cosas”, señala. Incluso, se acuerda de que “dejamos también comida porque la idea era volver enseguida”. Paula metió en la maleta lo imprescindible para continuar con sus clases on line. “Sobre todo chándal que en mi caso es lo más uso”. Ya han pasado dos meses y el fin de curso se acerca así que espera el momento de que en alguna de las fases de la desescalada le permitan moverse entre municipios y pueda recuperar sus pertenencias. “Lo tienen más difícil sus compañeras porque al ser de diferente territorio y comunidad van a tardar más”.

Pero, en el fondo, se sienten unas afortunadas, porque el propietario del piso fue muy comprensivo desde el primer momento. “Nos devolvió el dinero del alquiler del mes de abril y nos ha dicho que estemos tranquilas. Únicamente tendremos que firmar cómo no hemos pagado estos últimos meses”. Por esa parte están tranquilas. Llevaban dos años en esta vivienda y no han pensado regresar. “Nos da pena porque se echa de menos la vida de estudiante, la convivencia, pero el próximo año en principio no tenemos pensado ir a Bilbao porque no sabemos cómo se va a desarrollar esta pandemia”.

Fernando Blanco agente de la propiedad de la inmobiliaria que lleva su nombre explica que “he tenido varios casos de estudiantes en esta situación y en general los propietarios se han comportado con mucha comprensión, pero siempre hay alguno que no ha perdonado ni una peseta”. En los mejores casos, de todas formas, señala que “ahora algunos arrendatarios están más nerviosos porque al tener las cosas de los estudiantes dentro tampoco pueden enseñar los pisos a futuros interesados”.

El caso de un grupo de estudiantes de Bilbao en Madrid se ha complicado más de lo esperado. Con el anuncio de alarma hicieron una pequeña maleta y se cogieron un autobús de vuelta a casa. Después veían que el tiempo iba pasando y la situación se complicaba más. Hablaron con la propietaria del piso para negociar el precio del alquiler dada la situación, pero no hubo acuerdo así que se vieron obligadas a seguir pagando sin habitar el piso. Tampoco han podido ir a recoger las cosas y desalojarlo. En su caso, se suma la circunstancia de que la propietaria no pensaba renovar el alquiler el próximo curso con lo que con el fin de las clases tenían que buscar una solución.

Después de hacer más de una consulta a las distintas policías para conseguir un permiso de movilidad desistieron por falta de concreción. “Podíamos salir de una comunidad pero no entrar en otra y todo eran dudas así que tampoco queríamos arriesgarnos a que nos multaran”. Por suerte, las siete personas que habitaban el piso eran de Bilbao, salvo una de un municipio cercano así que optaron por contratar una empresa de mudanzas. El precio rondaba los 900 euros pero al ser varios les traía a cuenta y aunque no les parecía lo ideal que alguien tuviera que desmantelar todo lo que tenían habitación por habitación, no quedaba otra. Hicieron una lista por habitación donde pusieron detalladamente las cosas que tenían y otra lista con las cosas que estaban en las zonas comunes. Así, el transportista les trajo desde Madrid a Bilbao todas las cajas a una casa y luego se distribuyeron los embalajes. Habitación uno, 11 cajas; habitación dos, 13 cajas…. Ahora, tendrán que comprobar que todo lo que está en las cajas es suyo y sino hacer los intercambios correspondientes. También habrá cosas que tendrán que devolver porque son de la casa y han venido por equivocación.

Mudanzas a todo el estado

Jon, responsable de Administración de la empresa de mudanzas AZ, señala que han realizado algunos traslados por este motivo. “Hemos traído cosas de estudiantes de Madrid y también hemos llevado las pertenencias a gente de Donosti, Almería...”. Según explica, entramos en el piso con la propietaria y vaciamos las habitaciones que se identifican por cajas si se trata de un piso en el que convive más de una persona”.

Según explica Jon, a veces, si los portes son pequeños sale caro hacer el traslado si se trata de una persona en una localidad por lo que nosotros vaciamos el piso y buscamos una alternativa. “Por ejemplo, en el caso de una chica de Almería le metimos las cosas en cajas pero después se le aconsejó un transporte compartido que hiciera la ruta para que le saliera mejor de precio”.

Cuando además hay que cruzar fronteras todavía se complica más. Txabi salió de Bruselas casi literalmente con lo puesto. Una pequeña maleta y dejó también, como Paula, varios productos en el frigorífico. “Cogí un avión justo por la noche que salía al día siguiente y metí en la maleta lo que pude”.

Tampoco pensó que esta situación iba a durar tanto. En su caso, está haciendo un postgrado de música, su idea era volver enseguida así que dejó incluso material de trabajo imprescindible para continuar sus estudios. Han pasado ya más de dos meses y ahora las fronteras están cerradas. La situación de cientos de estudiantes ha quedado en el limbo. Con lo puesto y muchos proyectos rotos esperan recuperar la normalidad.

“Se acababa el contrato del piso en Madrid así que una empresa nos ha tenido que traer todas las cosas”

Bilbao

“Dejamos en el piso hasta comida porque pensábamos volver en dos semanas y han pasado dos meses”

Estudiante de Ermua