Bilbao - Marina Marroquí sufrió violencia de género en su adolescencia. Con esa experiencia a sus espaldas, trata de que los adolescentes identifiquen las primeras señales que ella no vio. La educadora social participó ayer en el encuentro CoEducando para prevenir las violencias machistas, organizado por InteRed Euskal Herria, donde impartió la conferencia Deconstruyendo el amor romántico y abordando el sexismo en las aulas.

Usted sufrió violencia de género. ¿Cómo empezó todo?

-Yo soy educadora social, especialista en violencia de género, pero por desgracia aprendí antes la práctica que la teoría. Yo sufrí violencia de género en la adolescencia, desde los 15 a los 19 años. Yo digo a los adolescentes que soy el ejemplo a no seguir. Yo nunca me atreví a interponer una denuncia, yo no salí, a mí me sacaron, una y otra vez decía que él no era capaz de tanto, que la gente se equivocaba, que no entendía nuestro amor. Después de mucho tiempo, mi familia consiguió sacarme en el último de los extremos, literalmente cuando buscaban en descampados por si ya me había matado, porque ya había amenazado con matarme a todo el mundo.

¿Y después?

-Hice como la inmensa mayoría de mujeres, guardé ese dolor. Volví a estudiar, volví a salir, intenté durante muchos años que la gente no lo supiera, me guardé todo ese dolor dentro sin ponerle nombre. A pesar de que me insultara, me humillara, me pegara, me violara, me quemara, me estrangulara, tardé más de cinco años en decir maltrato en voz alta, en reconocer que él era un maltratador y yo una mujer maltratada. Durante muchos años, a pesar de que ya tenía trabajo, amigos, había vuelto a estudiar y tenía una vida más o menos normal, cuando llegaba a casa eran mil preguntas las que me atormentaban. ¿Cómo he sido tan tonta? ¿Cómo he podido perdonarlo? ¿Cómo no salí al primer aviso que tuve? Me di cuenta de que en todas las preguntas la respuesta era la misma, que la culpa era mía. Me especialicé en violencia de género para entender por qué y luego me di cuenta de que hay que poner el prisma mucho más alto, que igual la culpa no es tan tuya individual sino que esta sociedad nos educa para no poder ver las primeras señales de violencia de género. El machismo te crea la trampa perfecta para que caigas en la violencia de género y luego te dice que eres muy tonta y muy débil por haber caído en ella.

¿Cuáles fueron esas primeras señales?

-En mi caso no vi esas primeras señales, yo vi las últimas, cuando ya había estrangulamiento, cortes. Pero pasé mucho tiempo analizando cómo es ese proceso. Porque tú sales de esa relación y de repente dices: ¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo ha eliminado por completo mi personalidad? He estudiado mucho cómo es esa escalada de violencia. Las primeras señales es una persona que tiene que tener siempre la razón en todo; un maltratador no es un violento, es un manipulador, un chantajista y un victimista profesional. Juega mucho con el llanto, con el victimismo, con el chantaje para que al final creas que es responsabilidad tuya. Siempre tienes que estar pendiente de él, rompes y vuelves continuamente, es una relación en la que siempre tienes que estar perdonando, es una persona que siempre intenta estropearte las ocasiones especiales, tu cumpleaños, Nochebuena, Nochevieja, siempre se saca alguna bronca de la manga para conseguir que no vayas o que por lo menos llores durante un rato. Es una relación en la que tienes que ir de puntillas todo el tiempo para evitar broncas y justificarte todo el tiempo.

La mayoría de los adolescentes hoy en día normaliza los celos, incluso los considera positivos.

-Mi taller Eso no es amor, que es mi taller de prevención de violencia de género, ha pasado hasta la fecha por 70.000 adolescentes y yo nunca me he ido de un aula sin que una chica me cuente que está sufriendo lo que yo sufrí a los 15 años. El problema es que una de cada cuatro adolescentes sufre violencia de género, y sin metemos en violencia sexual, porque el número se dispara. Pero no lo ven como una problemática cercana a ellos, no lo ven como algo que ocurre en la adolescencia, lo ven como algo que le ocurre a las personas mayores de otra época. Acercarles esa problemática es gran parte del trabajo que hago. Despertar una mentalidad crítica para que puedan ser conscientes del precio que pagan en esta sociedad que nos educa para no identificar esas primeras señales.

¿No identifican la violencia de género a su alrededor?

-Ellos ven los celos como muestra de amor, creen que el control es que se preocupa muchísimo por ti, porque no hay una línea establecida. ¿Qué diferencia hay entre que te controle a que se preocupe mucho por ti? Si te lo disfraza con buenos días, princesa, ¿qué tal hoy en el trabajo? Hoy sales a las tres, ¿no? Avísame cuando llegues para quedarme tranquilo. Tú dirás qué bonito es y qué maravilloso. Sin embargo, él consigue su objetivo, que es saber dónde estás en todo momento. Al final tú actúas por costumbre, si todos los días a las tres y cuarto le dices: cariño, ya he llegado a casa, un día te tomas una cerveza, te dan las cuatro y te monta un pollo increíble porque estaba súper preocupado. Al final te van adoctrinando de tal manera que vas metiéndote en sus costumbres evitando broncas casi de una manera preventiva. Y cuando ya no obedeces a lo establecido es cuando vienen las broncas grandes.

Su labor es que identifiquen esas primeras señales. ¿Cómo lo hace?

-El machismo para que tenga ese arraigo social que es tan difícil de extirpar cumple dos requisitos importantes. El primero es que es invisible; como es lo tradicionalmente establecido, cuesta muchísimo identificarlo. Hasta que no lo ridiculizas y te lo ponen delante con un ejemplo muy absurdo, no eres capaz de identificar lo machista que llega a ser. Y el segundo es que educa a chicas y chicos tan polarizados, de manera tan diferente, que no se conocen entre sí. Y entonces el estereotipo coge fuerza. El taller funciona haciendo ese recorrido desde juguetes, películas infantiles, televisión, videojuegos, películas, música que reciben los chicos y los que reciben las chicas, para que vean cómo nos educan de manera tan diferente.

¿Y cómo nos educan?

-A ellos desde la fuerza, la valentía, la irresponsabilidad y la agresividad, y a nosotras desde el amor romántico más absoluto, el cuidado y el darlo todo por amor. Y cuando entramos en las relaciones afectivo-sexuales, eso es una bomba. Chicas educadas con A tres metros sobre el cielo y Cincuenta sombras de Grey, y chicos con la pornografía más violenta y agresiva. Es una bomba de relojería que ya estamos pagando, con una violencia sexual muy oculta entre las adolescentes. En muchas ocasiones he escuchado cómo niñas de 13 años me decían: aunque no tenga muchas ganas, si yo veo que él está motivado, ¿qué me cuesta quedarme quieta y dejarle? Ellos tienen la inquietud lógica de su edad, el problema es que no están recibiendo educación afectivo-sexual y tienen acceso a todo tipo de contenidos para alimentar esa curiosidad. Estamos dejando que les eduque una pornografía hiperviolenta y ellas también se están educando en esta pornografía para ver qué papel tiene la mujer, que les está enseñando que tienen que permanecer quietas, calladas y complacer.

Parece que nos ha estallado la bomba de la violencia de género en los adolescentes y nos haya pillado completamente desprevenidos.

-Nos hemos llevado un gran chasco social, porque pensábamos que esta sociedad iba a ser igualitaria, iba a desterrar el machismo, el racismo, la LGTBIfobia, porque ya era una generación totalmente democrática. Yo me encuentro con mujeres de 80 años que me dicen: hay más machismo ahora que en mi época. A lo mejor tienen razón, porque cuando ella era joven eran impensables programas como Hombres, Mujeres y Viceversa, ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Cincuenta sombras de Grey. Esto es una bomba de relojería; o el sistema educativo se pone las pilas y se adapta a la sociedad en la que vivimos o los platos los seguirán pagando nuestros adolescentes.