BILBAO. A finales de 2015, el coreógrafo catalán Aimar Pérez Gali inició una investigación sobre el impacto que tuvo la epidemia del sida en la comunidad de la danza en el contexto español y Latinoamericano. Su pieza The Touching Community, que se presentó en el Arriaga el sábado, es un trabajo íntimo y afectivo “que aborda una época a la que aún a día de hoy debemos seguir dando visibilidad y afrontando con la sensibilidad que requiere”, explica a DEIA Aimar Pérez Gali.

Nacido en 1982, reconoce que no era consciente de la tragedia de muchos bailarines que tendrían que haber sido sus referentes si no hubieran muerto por la pandemia del sida. Por eso, con su obra el artista catalán habla de la memoria sobre los bailarines que dejaron de bailar demasiado pronto; sobre una comunidad que se construyó fuerte en un momento de gran debilidad; y sobre el tacto y el contacto como herramientas de supervivencia. Pero sobre todo es un trabajo que habla de amor, del cambio y del miedo.

“No me puedo imaginar que en dos años se mueran 15 de mis amigos como sucedió en muchos sitios, como en una compañía de México”, cuenta refiriéndose a los años 80 y 90 cuando el VIH se expandió hasta convertirse en una epidemia. “El virus sigue expandiéndose, aunque los medios para paliarlo han cambiado mucho y hoy en día ya no se considera una enfermedad mortal”, sostiene, al tiempo que insiste en que aún el estigma continúa; el que tiene cáncer es un enfermo; si padeces sida eres un pendón”, remacha sin paliativos.

Tema tabú

Aimar Pérez Gali desarrolla su práctica artística en el campo de la danza y las artes en vivo como bailarín, coreógrafo, investigador, pedagogo y escritor. Estudió danza en Amsterdam y es cofundador y director del Espacio Práctico desde 2010. El artista se siente satisfecho por sus trabajos en los que aborda la relación entre la danza y el sida. “Porque sigue siendo un tema tabú; mi propósito con las investigaciones ha sido recuperar las historias, las memorias de los bailarines fallecidos por VIH en tiempos muy difíciles, donde eran abandonados, en la mayoría de los casos por sus familias y también por sus amigos”, explica.

Reconoce que cuando ha hablado con los bailarines supervivientes del Estado, Chile, México y de otros países latinoamericanos donde ha llevado a cabo la investigación, ha sentido el dolor de los artistas al recordar las situaciones traumáticas que vivieran.

La intención de Aimar es honrar a los bailarines muertos y hacerlo desde la perspectiva de un joven de 25 años que sabía muy poco de lo que pasó con esta enfermedad en el mundo de la danza en los años álgidos de la pandemia.

En su primer trabajo, Sudando el discurso, el artista catalán utilizó el sudor como herramienta para afirmar la danza como discurso legítimo; “en este nuevo trabajo se convierte en el punto de partida para entender un contexto complejo y dramático”, explica.

Dramas

En sus investigaciones se encontró con historias ocultas realmente dramáticas y a medida que trabajaba se daba cuenta de la importancia de recabar toda la información, todas las cartas, todos los testimonios para que no se olvidara la tragedia que vivieron los bailarines que murieron de VIH y los supervivientes. “Cuando empecé la investigación no era consciente de la tragedia que había producido la pandemia en el mundo de la danza en particular y en otros campos en general”, apostilla el artista catalán.