donostia - Amador del Pozo se licenció el pasado 23 de septiembre como exfumador, después de un año de tratamiento psicológico para el abandono del tabaco. Una palabra define este año, “feliz”. Y admite haber ganado calidad de vida porque a vuelto a reconocer los sabores y a respirar mejor.

“Al cumplir los 18 años empecé a fumar de manera esporádica y luego cuando fui a la mili ya fumaba asiduamente”, recuerda Amador. Y cuando cumplió los 25, sufrió un hemotórax -una acumulación de sangre entre el pulmón y la pared torácica-, lo que le llevó a dejar el tabaco por tres meses porque le costaba respirar. “Después me recuperé, estaba de puta madre y tenía la sensación de haberlo dejado. Me sentía bien, pero empecé otra vez a caminar en tierras pantanosas”, menciona. Ahora con 63 años se declara “un exfumador”.

Una prescripción médica le empujó a dejar el tabaco, cuando el 4 de agosto del año pasado le diagnosticaron un enfisema pulmonar leve. Y lo primero que le sugirió la neumóloga fue que dejara de fumar. Amador explica que se empezó a sentir “muy mal” cuando lo enviaron con la neumóloga y le practicaron varias pruebas. “Me veía con la palabra, con un cáncer, y me dije a mí mismo, lo voy a intentar”.

Entonces, Amador inició un proceso que, durante un año le ha ayudado a abandonar el tabaco. En su caso, no incluyó ningún fármaco de apoyo. De hecho, el médico le sugirió que, si con el tiempo le costaba dejarlo, podría recetarle una medicación, pero no lo vio necesario. “Al principio contacté con Maider (la experta en tabaquismo) y comenzamos con reuniones individuales. Y tras unas pautas, vino una reducción importante del tabaco. Con la terapia pasé de 32 cigarros al día (un paquete y medio) a fumar solo tres”, indica. Hasta que en la reunión del 19 de septiembre, la psicóloga le indicó que el siguiente paso era dejar de fumar. Amador confiesa que en esa ocasión volvió a fumar, pero desde el día 23 ya no lo ha vuelto a probar.

Maider Sierra, psicóloga de AECC Gipuzkoa y responsable del área de prevención, considera que “un año es el tiempo necesario para la terapia de grupo”. “Cuando se utiliza medicación se habla de tres meses, pero en la asociación consideramos que ese tiempo no es suficiente. Técnicamente, durante el primer año decimos que son no fumadores y al cumplirse el año (al licenciarse como ha mencionado Amador) ya pasarían a ser un exfumadores”, explica Sierra. En las terapias se habla de todo, menos de fumar. “No trabajamos con el miedo. Tratamos de quitar el peso social de las personas fumadoras”, indica Sierra. A él la medida de Sanidad le parece “ideal”, porque “es verdad que el coste de fumar es mayor, pero gastarse 130 euros de golpe resulta caro”.

Tanto la psicóloga como el paciente, afirman conocer a personas que no consiguieron dejar de fumar a pesar de medicarse. La necesidad de tomar fármacos, según Amador, depende de la voluntad. “En mi caso me sentía con tanta fuerza que no me lo planteé. Además, hace unos años acudí a otras terapias de grupo que me resultaron positivas, por eso vine aquí”, añade. Pese a esto, la experiencia libre de fármacos también es difícil y así lo describe Amador: “Al principio me comía las uñas y los dedos, pero los días que necesitaba un cigarrillo, mi manera de compensarlo era salir a la calle, caminar y beber agua”. - M. M.