Uno de los últimos episodios que recoge la Fiscalía es el de una chica cuyo número de teléfono había sido incluido por unas compañeras de clase en una página de contactos sexuales. La trampa consistía en hacer ver que prestaba sus servicios. El daño que se puede ocasionar a la víctima es tremendo, en ocasiones, irreparable. “Hay jóvenes que sufren estrés postraumático con unos niveles de ansiedad tremendos. Dejan de dormir, repiten en su mente una y otra vez las mismas vivencias, e incluso son personas que acaban haciendo uso de las drogas y el alcohol para paliar su malestar”, revelaba la catedrática de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU Maite Garaigordobil, quien habló en los Cursos de Verano sobre e ciberbullying, cuya incidencia se ha disparado hasta un 7,9% entre los escolares del País Vasco, según el adelanto de un estudio difundido.

El acoso a la víctima por una o varias personas, que incluye agresiones físicas o psicológicas y que se mantiene en el tiempo en una situación de desigualdad, crea una angustia difícilmente imaginable. Si a ese calvario se añade el componente de exposición a ojos de todo el mundo, con el agresor amparado en el anonimato, el efecto es devastador. “Todos te odian, deberías morir. Vamos a publicar una foto tuya en pelotas para que la vea todo el mundo”. Son mensajes de casos reales expuestos durante la intervención de Garaigordobil.

El ciberbullying tiene mil vertientes. En ocasiones, el acosador puede robar la cuenta de su víctima para mandar supuestos mensajes que le enfrenten a sus amigos. Otra modalidad que va en aumento es el llamado happy slapping, que podría traducirse como paliza feliz. Se trata de la grabación de abusos como tortas o empujones a compañeros del colegio que se graban con el móvil y se suben a las redes sociales. “Los hostigadores se mueven a golpe de click. Hay que tener en cuenta que una vez que se sube una foto es muy difícil eliminarla de la red y que además una persona que es víctima también se puede convertir en agresora”, advertía la catedrática.

La conducta violenta, según expuso, está determinada por muchos factores. Hay culturas que reprueban la violencia mientras otras la favorecen, al igual que ocurre con las familias. “En algunas no hay ni asomo de afecto, y en otras no hay límites”. A la hora de buscar soluciones, la psicóloga entiende que prevenir el ciberbullying pasa por “sensibilizar a la sociedad, la escuela y la familia”, con una necesaria intervención clínica cuando ya se ha consumado el acoso.