Bilbao - Sin maquillaje, sin filtros, trasparente... Así se muestra Javier Cid en cada una de las historias de su vida que relata en su muro de Facebook. Ahora ha dado un paso más en su carrera. El editor de la editorial Plaza & Janés, Alberto Marcos, le propuso recoger todas esas vivencias en un libro. “Me pareció una buena idea, Marcos me dijo que le gustaba cómo relataba, incluso cómo plasmaba las cosas duras que me pasaban”, explica. De todas esas vivencias en primera persona que dan forma a su red social ha surgido Llamarás un domingo por la tarde. En su primera novela, Cid aborda cuestiones que afectan y preocupan a los seres humanos: el amor, el desamor, la tristeza, la alegría, las obsesiones por las redes sociales, la soltería y también el bullying que sufrió en el colegio por ser gay. “Siempre queremos lo que no tenemos. Nos cuesta tanto ser felices...”.

Todos hemos esperado una llamada un domingo por la tarde.

-Así es, pero luego nunca llega. Es ese momento en el que nos bajamos del tren de la vida, de andar rápido del trabajo, del estrés y es cuando de repente todo para... Te quedas en casa y es cuando salen a la luz esas fobias, esos miedos...

¡En su primera novela no pasa de alto el acoso que sufrió en el colegio!

-Es parte de mi historia. Como periodista sé que cuando escribimos una noticia y hablamos de los casos de bullying en general, la reacción en la opinión pública es menor que cuando pones nombre y apellido a alguien que lo ha vivido en carne propia.

25 años después de salir del colegio pudo soltar a sus excompañeros todo lo que pensaba de ellos.

-Así es, me vengué con lo único que tengo que es mi pluma. La verdad es que no pensé que tuviera tanta repercusión como la que tuvo cuando conté la historia en Facebook.

Un buen día recibió un WhatsApp invitándole a participar en una fiesta para recordar...

-... aquellos maravillosos años, pero para mí no lo fueron. Durante años tuve que soportar pintadas en las que mis entonces compañeros de clase me llamaban maricón, golpes, insultos...

¿Le ayudó a desahogarse?

-¿Contarlo? Sí. Esperé el momento. Y cuando llegó aquella invitación decidí desahogarme a través de Facebook, pero nunca pensé que aquellas palabras se convertirían en virales y que generarían tantas reacciones. Se compartió un millón de veces, tuvo no sé ni cuántos Me gusta...

¿Qué ha pretendido contando su historia?

-Si he conseguido que alguien se haya arrepentido o sea consciente de lo que hizo, me conformo con eso. Porque siempre he creído que aquellos compañeros que me hicieron la vida imposible no eran conscientes del daño que me estaban haciendo.

Ya, ya, por eso es tan importante el papel de padres y profesores, ¿no?

-Sin lugar a duda. La educación en casa y en los colegios es clave para evitar casos de acoso escolar por ser gorda, baja, gay... Pero eso pasó hace 25 años y entonces no había tanta conciencia como la que hay hoy en día sobre el acoso escolar. Quiero pensar que hoy en día cuando se detecta un caso así se ponen en marcha mecanismos para evitarlo y controlarlo. En mi época eso no existía.

Lo pasó mal.

-Sí, pero yo conseguí hacerme duro y logré superarlo bien, aunque sí es cierto que cuando me llegó aquella invitación de WhatsApp se me removieron muchas cosas por dentro. Cuando se lo conté a mi madre, me dijo: “Lo que te hicieron pasar aquellos hijos de puta...”. Yo lo pasé mal, pero para mi madre fue muy duro.

Alguno de sus excompañeros le ha llegado a mandar algún mensaje.

-Me consta que muchos lo leyeron. Pero la verdad es que no les tengo rencor a los que me llamaban maricón en el colegio. Me deshice de ellos con 14 años y todo aquello me hizo más fuerte. Si me los encontrase, no tendría problema en hablar con ellos.

El libro es un 99% esencia de Javier.

-Sin duda, es ficción, pero soy yo. Cuento mi vida sin ningún problema. A las vivencias les he puesto un envoltorio para dar forma a una historia ficticia con muchas cosas: las crisis y las preocupaciones son reales, yo no sé ser de otra manera, lo que cuento es desde la verdad, desde lo que siento y desde lo que no.

En todo ese batiburrillo de cosas que cuenta en su primera novela no falta una ruptura sentimental.

-Sí, pero en ese momento es necesario volver a empezar. Es como volver a aprender a andar. En pareja tienes unos hábitos, unas costumbres y cuando eso se acaba, hay que hacerse a la casa, a la cama vacía, al sofá grande.

¿No le da miedo contar toda su vida en las redes sociales?

-No. Ha sido una forma de escape, de poder expresarme en primera persona, contando lo que siento, lo que me da miedo, lo que me preocupa...

La literatura es otra cosa.

-Totalmente. En las redes sociales voy vomitando las cosas en función de lo que me apetece. Una novela no tiene nada que ver. Después de haber recogido en un libro algunas de mis vivencias tengo la sensación de que he perdido el derecho a seguir hablando de ello; tengo que ponerle punto y final a algunos de los asuntos. Cuando ya está en las librerías ya no te pertenece. El bullying, la última ruptura después de cinco años... A mí este libro me ha servido de bálsamo y de terapia para cerrar algunas vivencias.

Cuánto nos cuesta ser felices...

-Nunca estamos conformes con lo que tenemos.

¿Cómo logra ser feliz?

-He descubierto que no hacen falta grandes viajes, ni grandes momentos... Un desayuno leyendo el periódico también te regala la felicidad.

Pequeños momentos.

-Una noche loca. Eso no es felicidad; eso es adrenalina y mira que soy muy adicto a la adrenalina, pero a veces es mejor que nadie te llame un domingo por la tarde porque detrás de esa llamada puede haber una noticia que te amargue la vida.