EL dramaturgo norteamericano Wilson Mizner dijo que el arte es ciencia hecha clara. Pocos personajes históricos encarnan esa unión entre arte y conocimiento técnico como Leonardo da Vinci. El quinto centenario de su muerte es una buena oportunidad para descubrir la pasión de un hombre y una época por la belleza y la verdad. Pasión por la que Kenneth Clark lo calificó como “el hombre más implacablemente curioso de la historia”.
Para Leonardo, ningún conocimiento tanto práctico como artístico era inaccesible. Desde la pintura, la escultura o la música, hasta la ingeniería, el urbanismo, la anatomía o la arquitectura, todo era objeto de su curiosidad. Su pasión por la experimentación y el conocimiento parecía no tener fin. Esto le convierte en el exponente perfecto del Renacimiento, en el que la curiosidad se convirtió en el motor del ser humano en la búsqueda de su lugar en el mundo.
Leonardo parecía predestinado a la genialidad. Nacido en 1452 en Florencia, epicentro del renacimiento italiano, en un momento en el que la imprenta de Gutenberg había generalizado la difusión del conocimiento a través de los libros. Descendiente ilegítimo de una familia de notarios, escapó al destino familiar debido a que los hijos ilegítimos no podían ser notarios en aquella época. Esto lo condujo a ser un autodidacta y a entrar con 14 años como aprendiz en el taller del artista e ingeniero Verrocchio.
Allí aprendería pintura, mecánica, orfebrería, escultura y arquitectura y realizaría todo tipo de encargos junto al maestro, desde cuadros, estatuas y, sobre todo, la famosa esfera de dos toneladas sobre la cúpula de Brunelleschi en la catedral de Florencia. Todo un éxito con el que aprendió la importancia de la relación entre arte e ingeniería, característica que marcó toda su obra posterior.
Con 30 años cambió Florencia por Milán, poniéndose a las órdenes de Ludovico Sforza. A pesar de sus conocimientos artísticos y de ingeniería, en la corte milanesa su primera labor fue la de promotor de espectáculos. Leonardo era perfecto para esta tarea. Los espectáculos de la época combinaban música, escenarios pintados, máscaras y, sobre todo, maquinaria y poleas que hacían que los escenarios se cambiasen automáticamente o que los actores se elevasen en el aire.
La actividad teatral suscitó en él una gran afición por el diseño y la creación de artefactos, además de su obsesión por las anotaciones en cuadernos. Como descendiente de notarios, Leonardo anotaba todas sus intuiciones e ideas en pequeños cuadernos. Actualmente se conservan unas 7.000 páginas de estas anotaciones. En ellas encontramos desde retratos de personas, dibujos de animales, diseños de artefactos, planos de construcciones? cualquier cosa que le llamase la atención o que estimulase su imaginación.
La mayoría de esos bocetos y dibujos jamás se hicieron realidad. Surgían de lo que observaba a su alrededor y lo plasmaba en sus cuadernos de anotaciones. La gran creatividad de Leonardo desbordaba su capacidad de llevar a la realidad todo lo que ideaba. Incluso alguna de sus grandes pinturas no fue terminada. Esta fue una de sus grandes debilidades, la incapacidad de terminar aquello que empezaba. Siempre encontraba algo que le hacía cambiar su interés por otra actividad.
Pero lo que más llama la atención de Leonardo es la unión perfecta entre conocimiento técnico y arte que logró en su obra. El mejor ejemplo de esto es su proyecto de estatua del duque Francesco de Milán. Leonardo quería realizar la estatua más grandiosa de su época, de 75 toneladas de bronce y 7 metros de altura. Su objetivo era centrarse en el caballo, creando la estatua ecuestre más voluminosa y bella de la historia. Siguiendo su peculiar proceso de creación, comenzó con la observación. Pasó horas en los establos realizando mediciones anatómicas y dibujando el cuerpo completo de los caballos. Llegó incluso a diseccionar algún caballo para comprender mejor su anatomía y, según Vasari, incluso terminó un tratado sobre la anatomía de los caballos.
Pero el estudio no se limitó a la anatomía y al dibujo. Mientras observaba y estudiaba a los caballos, Leonardo inventó mecanismos de reposición de alimentos en los establos y sistemas de canalización del agua de los abrevaderos y de eliminación de estiércol. Y una vez diseñado el molde de la estatua, tuvo que crear nuevas técnicas para la fundición de un molde tan grande. Pero esta vez no fue él el que abandonó el proyecto. La invasión francesa hizo que el cobre fuese necesario para hacer cañones.
Otra de sus grandes fascinaciones fue el estudio del vuelo de las aves. Desde su época de diseñador de espectáculos, Leonardo estaba obsesionado con que los hombres volaran. Durante años estudió el vuelo de las aves. Cientos de dibujos y diseños reflejan el estudio anatómico de las aves, el diseño de artefactos para elevar actores mediante poleas e incluso máquinas con hélices similares a los helicópteros. Incluso su tratado sobre el vuelo de las aves rebate la teoría aristotélica de la época que creía que las aves flotaban.
Estudio del corazón Junto al vuelo de las aves, la anatomía humana fue otra de sus grandes obsesiones. En 1508, al volver de Milán a Florencia, conoce a un hombre de 100 años en el hospital de Santa María. Al poco tiempo, el hombre murió. Y Leonardo tuvo la oportunidad de diseccionar al anciano. En ella descubrió que la causa podía haber sido la acumulación de placas en las arterias. Para algunos, es el primer rudimentario esquema de explicación de la arterioesclerosis.
Se inician así sus años de estudio de la anatomía humana y su funcionamiento. No sólo dibujó huesos, músculos o articulaciones, sino que también estudió y elaboró hipótesis sobre cómo funciona la fisiología del cuerpo humano. Fue de especial importancia su estudio del corazón. Leonardo fue de los primeros en afirmar que el centro de la circulación sanguínea se encuentra en el corazón y no en el hígado, como se creía entonces. También afirmó que era un órgano y no un tejido y que poseía cuatro ventrículos, y no dos sólo como se creía.
En 1513 logra el mecenazgo de León X y junto a él llegó su cumbre artística, la Mona Lisa. Al parecer, llevaba ya años trabajando en la obra, pero fue en su última época en Roma donde la terminó. Fue un encargo de Francesco del Giocondo, cliente del padre de Leonardo. Mona Lisa reúne todos los conocimientos de toda la vida de Leonardo. El cuadro refleja un conocimiento exacto de las luces, los colores y las sombras. Los detalles de la ropa, los tejidos y el pelo reflejan una minuciosidad tremenda.
Pero hay dos detalles que sobresalen. Por un lado, los ojos y la mirada parecen perseguir al espectador. Por otro, lo que más llama la atención, la sonrisa. Vasari dijo que, más que humana, la sonrisa de la Mona Lisa era divina. En ella se refleja un conocimiento minucioso de anatomía, junto a una capacidad increíble de expresión de emociones. Técnica y arte, verdad y belleza, en un instante. Un resumen de toda la obra de Leonardo.
El 2 de mayo de 1519, Leonardo da Vinci moría en Amboise, donde había pasado sus últimos años bajo la protección del rey francés. El genio florentino dejaba este mundo sin culminar su deseo de desentrañar todos sus secretos y, al mismo tiempo, su belleza. Él había tratado de comprender el lugar del hombre en el mundo uniendo arte y técnica de manera admirable. Un genio que dejó volar su pasión por la curiosidad y el asombro, para elevarse y alcanzar la verdad y la belleza. Como él dijo, “una vez hayas probado el vuelo siempre caminarás por la tierra con la vista mirando al cielo, porque ya has estado allí y allí siempre desearás volver”.