Gernika-Lumo - Acompañado por su hija Joanna Truska-Siczek y su nieta Klaudia Siczek, el historiador Marian Turski (Druskininkai, 1926) ofrecerá hoy, de la mano de la Asociación APTCE, una conferencia en la biblioteca de la Universidad de Deusto sobre la resistencia, la lucha por la supervivencia y la muerte en los campos de concentración. Y sabe de lo que habla. Sobrevivió a Auschwitz (donde entró con 18 años) y a dos marchas de la muerte hasta su liberación, un 9 de mayo de 1945. Ayer, tras haber sido recibido por la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui, este polaco de origen judío compartía con DEIA recuerdos de su vida, marcada por el tatuaje del antebrazo.
Ha estado contemplando el Árbol de Gernika y en Auschwitz hay un retoño. ¿Qué significado tiene?
-Un significado enorme porque no creo que Auschwitz sea solo el símbolo del sufrimiento. A lo mejor es el símbolo del tratamiento extremo e inhumano frente a otro hombre, y también por el hecho de ser masivo...
¿Ha vuelto a pisar Auschwitz?
-Volví en la doble calidad de exprisionero y de investigador. Hasta 1965 nunca me había ocupado del tema del holocausto ni de Auschwitz, pues todos mis trabajos estaban centrados en la Segunda Guerra Mundial, la Conferencia de Postdam... En cambio, aquella visita me empujó a cambiar la dirección de mis investigaciones hacia el holocausto y Auschwitz.
¿Ha sido duro sobrevivir?
-¿Sobrevivir a Auschwitz?
Y a las dos marchas de la muerte que tuvo hasta su liberación final.... ¿Psicológicamente fue duro?
-Realmente he de decirle que tuve algo de fortuna.
Pues explíqueme, por favor.
-Tuve amnesia y me duró exactamente 20 años. Por eso evité el trauma, porque no recordaba y no pasé por esa etapa? Percibía esos acontecimientos como algo que pasó en un pasado remoto, como las batallas del Medioevo polaco? Algo que conozco pero que no me toca directamente. No era mi pasado, era como si fuera algo leído en los libros.
Por eso dice lo de fortuna...
-Pero siempre tenía en la memoria algunos episodios y momentos de aquel tiempo. Siempre recordaba el primer día en Auschwitz. Y además, sería imposible expulsarlo totalmente de mi memoria porque todos los días que me lavaba veía el número tatuado en mi brazo [lo señala].
¿Y cómo fue ese primer día?
-Aún no hemos contestado a la pregunta (sonríe).
Tiene razón, lo siento. Cuénteme entonces lo de su amnesia...
-Gracias a eso evité traumas. Mis amigos tienen o tenían pesadillas sobre el campo muy a menudo. Yo, tengo una pesadilla sobre Auschwitz una vez cada dos años a lo mejor.
Ahora sí, ¿cómo fue ese primer día?
-Yo sabía con antelación cómo era llegar a Auschwitz porque en el gueto [Lodz] me encargaba de los boletines informativos y sabía, por una transmisión de la BBC, cómo era exactamente. Cuando llegué todo estaba tal cual lo había aprendido. Las chimeneas con humo y fuego; la gente con los uniformes de rayas detrás de la alambrada, el andén? Todo era tal cual lo había leído. Las SS, los perros,... Luego llegó la selección. También sabía que pasaría. Me encontré en un grupo pequeño, gente que tenía aspecto más bien sano. Y había otro grupo mucho más grande con un aspecto enfermizo? Seguramente iban al gas. Entendí que me habían seleccionado para sobrevivir. Nos formaron en grupos de cinco y empezamos a caminar. El grupo grande fue a un lado y nosotros a otro. Entonces, yo tenía motivos para estar feliz. Hay que decirlo así? Era la alegría de la vida, de poder sobrevivir.
Claro, claro. Le entiendo.
-Fuimos marchando entre la alambrada y entonces vimos una señal que decía Baño. En ese momento, aunque estaba convencido de que estaba en el grupo destinado a ser salvado, me acordé de una nota que aparecía en esa información de la BBC: “No os dejéis engañar”? Las reacciones humanas son como son y? me hice cacas encima? Pensé que tendría que decir a mis compañeros lo que yo sabía o pensaba que sabía que nos estaba esperando. Pero no se lo dije porque creí que sería mejor que vivieran otros 15 minutos siendo inconscientes de lo que yo ya sabía.
Menuda historia...
-Cuando llegamos, pasó lo que pasaba en las cámaras de gas. Quitarse la ropa y nos llevaron a las duchas y fue entonces cuando realmente vi que era un baño y no una cámara de gas, pero con la misma apariencia por fuera. Después de eso, nos rasuraron los judíos holandeses con unas cuchillas poco afiladas. Nuestro cuerpo estaba ensangrentado. Esos holandeses cantaban una canción. La oí solo una vez en la vida. Y la recuerdo todavía hoy (la tararea?) Y después de todo eso nos lavaron con Lysol un desinfectante muy abrasivo? Imagina esas heridas abiertas. Todos gritábamos de dolor. Pero yo era el único alegre allí porque entendí que estaba destinado a vivir?
(Silencio).
-No te sorprenda que este episodio, cuando fue grabado el documental sobre mi vida, se titule El día más feliz de mi vida.
Ha hablado de olvidar? ¿Qué es más fácil olvidar o perdonar?
-Ni uno un otro. No se debe olvidar, pero no se debe mantener una memoria tóxica. No puedes vivir con esa ansiedad tóxica, estar mirando alrededor y solo buscar culpables. Yo nunca uso la palabra perdonar porque no puedo perdonar por las personas que fueron asesinadas. Pero puedo no recordar solamente frente a las personas que han entendido el error o el error de sus padres.
Reconciliación.
-Raramente uso la palabra reconciliación, aunque algo sí que hay. Prefiero hablar de la superación de obsesiones, de odios y de prejuicios. Para la reconciliación harán falta todavía algunas generaciones.
En Euskadi anuncian un programa escolar con el nombre de ‘Aprender de lo sucedido para que no vuelva a repetirse’...
-Ese es mi sueño. Que un programa así esté en todas las escuelas europeas?
Pues que sepa que también nos hemos dado cuenta de que muchas veces el pasado nos divide? ¿Qué consejo daría al Pueblo vasco?
-He venido aquí para buscar consejos sobre cómo superar las divisiones (sonríe).
No creo. Usted sabe mucho y tiene mucho que contar. Ahí están sus testimonios y vivencias...
-Esto no es una ponencia, es una entrevista. Así que le resumiría todo en una palabra: empatía. La clave para intentar entender todo lo que hace una persona, aunque no estemos de acuerdo. Y si es mutuo el respeto y que la otra persona intente entender lo que hacemos nosotros es el punto de partida para dos personas que se quieran comprender y la llave al entendimiento y la digestión de todo esto? Pero también le digo que es muy difícil que un toro empatice con un toreador.