iNVESTIGADOR social que promueve la implicación de los hombres en la igualdad, Ritxar Bacete es padre “con lo que ello conlleva”, hombre en transición y “aprendizaje continuo”, y apasionado por la belleza que hay en las personas y en las cosas”, dice sonriente. También es uno de los mayores especialistas en género, en masculinidades, feminismo, políticas de igualdad, paternidad positiva y economía del desarrollo del Estado. Escuchándole una tiene claro que ser hombre no implica ser un depredador tipo Weinstein, más bien todo lo contrario, que la mayoría de los hombres sí aman a las mujeres contrariando el título de la novela del sueco Stieg Larsson.

Aunque tras los escándalos de denuncias de acoso sexual contra poderosos nombres de la política, del entretenimiento o del deporte mundial (el productor Harvey Weinstein, el actor Kevin Spacey, el exministro de Defensa británico Sir Michael Fallon... ) o escuchando las declaraciones de la Manada en el juicio de Iruñea por violación a una joven en los Sanfermines de 2016, o teniendo como presidente de la mayor potencial mundial a Trump, si una mujer bajara de Marte es posible que sí pensaría que para ser hombre hoy es condición sine qua non ser un macho alfa.

Pero ¿qué significa ser hombre actualmente? “La masculinidad, como es un modo aprendido de estar en el mundo, de vestir, de caminar, de sentir y de cuidar..., trasciende del hecho biológico y adquiere sentido dentro de una construcción cultural. Y, por suerte, las construcciones culturales pueden cambiarse”, sostiene Ritxar Bacete, antropólogo por vocación y trabajador social por convicción, quien, en su libro Nuevos hombres buenos. La masculinidad en la era del feminismo (Ed. Península), que acaba de ver la luz, aboga por superar el machismo y reconvertir las masculinidades hegemónicas tóxicas y de dominación en modelos de diversidad, justicia, equidad, diálogo y paz.

En el último siglo, reflexiona el consultor gazteiztarra, el feminismo ha revolucionado y redefinido el papel de las mujeres en la sociedad, en un proceso que ha supuesto inevitablemente cuestionar y transformar el rol de lo masculino. “Pese a que cada vez más hombres apoyan -al menos en teoría- ese movimiento de acercamiento a la igualdad, una de las consecuencias es que ha dejado a la mitad de la humanidad huérfana de un modelo de referencia: el viejo ya no sirve para la convivencia equitativa con las mujeres en una sociedad democrática y el nuevo está aún en construcción”, remarca.

Los modelos hegemónicos de masculinidad pueden ser tóxicos o positivos; hasta ahora han demostrado ser nefastos para una convivencia igualitaria y en democracia con las mujeres y la única alternativa que queda es construir otra. La actual es de la que han bebido personajes tóxicos como Donald Trump. “Fíjate qué consecuencias tiene para el planeta una ideología de mirada única, sexista, patriarcal, esa ideología genuina que le ha hecho ser lo que es. El presidente de EE.UU. no se ha inventado su machismo ni su mirada sobre las mujeres, de la inmigración, del clima... Su insensibilidad es fruto de un contexto mayoritario que hace que muchos hombres sean así e incluso las mujeres le vean con simpatía”, apunta Bacete.

Perder privilegios Para este coach de personas y equipos, la buena noticia es que frente a este modelo lexivo y caduco para los derechos de las mujeres y de todas las personas, existe la posibilidad de un prototipo de referencia donde los elementos claves sean la diversidad de los hombres, la capacidad de cuidar de los varones y la de renunciar a la violencia. Un ejemplo que, como expone en su libro, que pretende ser un pequeño faro para acompañar a los hombres que, como él, transitan hacia otros modelos de masculinidad por convencimiento, por justicia “o simplemente porque hemos tomado conciencia de que a nosotros también nos va la vida en ello”, subraya sonriente.

Considera que ante el exceso de violencia que nos llega desde los medios de comunicación no nos podemos olvidar de la bondad de los hombres. “La mayoría de los varones no funcionamos en clave violenta y, además, estamos dispuestos a andar en un camino de transformación social codo con codo con las mujeres que nos lo están demandando. En el libro planteo otra forma de estar en el mundo con unas relaciones de paz; a los hombres también nos interesan los cambios y no la permanencia ni el inmovilismo”, asegura.

¿Hombres en crisis? “Los miedos masculinos están directamente relacionados con el desasosiego que nos genera a muchos de nosotros ser conscientes de que vivir en igualdad conlleva, inexorablemente, perder muchos de nuestros privilegios”, dice.

Porque para ser feminista no es imprescindible ser mujer ni haber vivido su opresión, “serlo es una opción tan política como personal”, comenta Bacete, consciente de que definir a los hombres como feministas sigue siendo un tema polémico, no resuelto y que continúa propiciando apasionados e incluso acalorados debates. “La igualdad de género es buena para los países; aquellos en los que hay mayores indicadores de igualdad es donde hombres y mujeres viven más satisfechos, hay mayores índices de desarrollo humano, procesos más estables y sostenibles de desarrollo económico, un menor índice de violencia y donde las personas se sienten más seguras y felices, todo un catálogo de lo que los humanos llevamos siglos buscando”, enumera.

de dioses a mortales Pero dejar de ser dioses para pasar a ser simples mortales no es tarea fácil. “Ese mundo que definía una forma rígida y patriarcal de ser hombre se ha ido derrumbando, en ocasiones de forma estrepitosa; los hombres feministas no representamos una élite ni política ni social. Somos personas que, antes que nada, nos cuestionamos a nosotros mismos y aplicamos la duda metódica a nuestra propia identidad, relaciones y experiencias vitales”, dice.

¿Y en ese transitar no se encuentra solo? “Cada vez menos, porque las mujeres han cambiado tanto y sus expectativas son tan diferentes que cada vez más hombres sabemos hacia dónde tenemos que encaminarnos para disponer de una vida más justa, una vida que nos produzca mayor satisfacción, porque si no provoca felicidad no tiene sentido”, recalca Bacete. “La mayoría de los chicos jóvenes ya empiezan a descubrir en qué fallan; a darse cuenta de que somos seres incompletos; que no nos responsabilizamos en el quehacer diario al mismo nivel que nuestras parejas. Tras muchas separaciones hay hombres machistas, que no son buenos compañeros de vida, sino que son una carga para las mujeres”.

Las últimas investigaciones publicadas, “sin pretender victimizarnos”, dicen que los varones viven de media siete años menos que las mujeres, tienen muchas más posibilidades que ellas de sufrir un acto de violencia protagonizado por otro hombre, de tener un accidente laboral o de tráfico.

personajes tóxicos A pesar de la irrupción en escena de personajes abiertamente misóginos y machistas como Trump o Putin, como expresión política de las masculinidades más tóxicas y desfasadas, se muestra optimista, porque la novedad existe, y la podemos encontrar en aquellos otros hombres que en su ejercicio de la política se identifican con el feminismo. Y cita a Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, quien a los dos días de ser elegido declaró que era feminista y que se sentía orgulloso de serlo. “El pacto entre mujeres y hombres pasa irremediablemente por que los hombres escuchemos a las mujeres, aprendamos de ellas y estemos dispuestos a iniciar un camino hacia el cambio personal y colectivo desde la humildad, los cuidados compartidos, la justicia en las relaciones, la equidad y el amor”, sentencia.