Durango - El miércoles 18 de enero la vida le metió el último gol a Emiliano Zuazo Etxaburu, recordado portero en el Club Deportivo Mirandés, Erandio y Cultural. El de Iurreta que residió en Durango fue un hombre de los que dejan huella. De niño residía en el palacio que hoy es casa consistorial de la anteiglesia, fue testigo de dos bombardeos vizcainos, pintor, campanero, dantzari, tenor del coro local... Al día siguiente, se oficiaron en la parroquia Aita San Migel los funerales por su persona de 88 años, un hombre amable, transmisor de alegría desbordante, vital, ilusionante...
Nacido en Iurreta el 20 de julio de 1928, Zuazo pasó a residir más adelante en Durango, en el casco viejo de la villa. Con 8 años, fue testigo del irracional bombardeo fascista sobre la villa. Por ello, el año pasado, Gerediaga Elkartea le rindió un sencillo homenaje durante un acto de conmemoración -nunca celebración- del terrible raid del 31 de marzo de 1937. Zuazo fue el encargado de hacer la ofrenda floral que se lleva a cabo de forma anual en el pórtico de Santa María de Uribarri.
Ese día, Emiliano rebobinaba mentalmente aquellos días de Guerra Civil, cuando sus ojos más curiosos descubrieron qué fue ver la muerte de cerca. Lo vio desde el exterior de su casa, el palacio Goikolea, edificio histórico que en la actualidad es el Ayuntamiento de Iurreta. “Recuerdo que vimos cómo caía algo de unos aviones que venían y pensamos que era propaganda. ¡Propaganda, sí, leches! ¡Eran bombas!”, subrayaba bien despierto quien fuera conocido portero del Mirandés, Erandio y Cultural.
Su siguiente recuerdo fue imborrable. “Detrás de la iglesia de Iurreta había un cementerio y allí fueron llevando a los muertos en camiones. ¡Imagínatelo! No se me olvidará nunca. A la mayoría los llevaron al cementerio de Durango, pero a otros también a Iurreta”, aportaba.
En las siguientes horas, unos milicianos llegaron a su casa con pistola en mano y les animaron a marcharse porque la cosa no pintaba bien. La familia no lo dudó y partieron a Sopuerta. Los menores, en tren hasta Bilbao, y de allí andando al municipio citado. Su padre hizo todo el trayecto a pie con sus enseres y bueyes. En aquel municipio también sufrieron un bombardeo que pasaron escondidos bajo colchones en un caserío familiar. “Acabado el bombardeo vieron que se habían librado por muy poco, recordaba el camión reventado por las bombas delante del caserío”, explica la familia.
Cuando la cosa mejoró, retornaron. Hallaron en su casa bombas de mano. “Aún tienen que estar enterradas en los terrenos de lo que ahora es el Ayuntamiento”, aseguraba.
trayectoria deportiva Más adelante, comenzó su trayectoria deportiva como portero. Según cita el blog Miranda Deportiva del inquieto Tinin Melgosa, Zuazo militó solo una temporada, la de 1950-51. Jugó 30 partidos. Había debutado el 24 de septiembre de 1950.
Melgosa dibujaa Emiliano como “aquel portero que tuvo el Mirandés hace 60 años. El cancerbero de las manos grandes”, enfatiza y pasa a contar una anécdota: “Un buen día de sábado había llegado a Miranda con tiempo suficiente. Tuve ganas de ir al cine y me fui al Novedades. En la fila anterior había dos matrimonios y en uno de los descansos, oí una voz masculina que estaba comentando: Tengo entendido que el Mirandés ha fichado a un portero que sujeta 19 huevos de gallina con una mano“.
Zuazo explicó a Melgosa el por qué de aquella conversación: en cierta ocasión iba hacia casa y en una mano le habían colocado cierta cantidad de huevos de gallina. Contaron 19.
Otra curiosidad es que el general fascista Yagüe -paradoja para quien fue superviviente de bombardeos- quiso intermediar para que Zuazo jugara en el Burgos, pero “¡no quise!”, concluía. De hecho, cargos del club castellano tuvieron que mediar para que no hubiera problemas con el régimen franquista.
En Iurreta, tras el funeral le recordaban como uno de los dantzaris históricos de la anteiglesia, además de campanero. “Hace unos años se grabó un disco de los toques de campana de Iurreta y él fue uno de aquellos del CD”, enfatiza Jose Jabier Abasolo Tiliño. Él también le presenta como tenor del coro de la parroquia que en la despedida religiosa le cantó a su compañero y además le dedicaron un bertso. Fueron ellos quien portaron el féretro en la entrada al templo.
La vida laboral de Emiliano Zuazo se dio en Auto Recambios-Talleres Durango, negocio familiar dedicado a la automoción. Estos talleres tuvieron la particularidad de que como después de la guerra no había donde comprar camiones, ni se podían importar, transformaban los míticos GMC militares de gasolina que habían sido utilizados en las guerras en camiones diésel de uso civil. Incluso llegaron a construir un camión de bomberos íntegro utilizado en Gipuzkoa, apareciendo el evento en la Gaceta del Norte.
En su tiempo libre le gustaba pintar. De hecho, Tiliño recuerda que hay cuadros suyos colgados en el Ayuntamiento de Iurreta, Palacio Goikolea que, por cierto, fue su casa cuando era un niño.