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Amaia Castaños: “Aún hay mucha gente que sufre violencia, pero no es consciente de ello”

“Víctimas ha habido siempre, pero han sido invisibles, insignificantes”, sostiene la psicóloga Amaia Castaños, autora de un libro que aborda el tema de la ‘des-violencia’

Amaia Castaños: “Aún hay mucha gente que sufre violencia, pero no es consciente de ello”

bilbao- La publicación ¿Se cura la violencia? La búsqueda de la des-violencia (Editorial Beta) habla de los tres ejes de la “la buena vida”: del amor, de la responsabilidad y de la libertad. Antónimos de la violencia que empapa cada faceta del ser humano y de la sociedad en la que vive. Amaia Castaños, psicóloga y doctora en filosofía, nos acerca a los resultados de una investigación llevada a cabo durante sus más de quince años de practica profesional. ¿Puede el ser humano tomar la decisión de no aceptar la violencia como forma de relación con el mismo, con los y las demás y con el mundo? En su trabajo da respuesta a estas cuestiones. Aunque deja claro que no es un libro de autoayuda, “es una investigación psicológica-filosófica que parte de la observación práctica de la violencia”, explica.

¿El efecto más pernicioso de la violencia es el dolor?

-No. El descalabro mayor de la violencia es que expropia a la persona de si misma; no le permite ser lo que es. ¿En su libro diagnostica las señales de la violencia?

-Es algo más; indica cómo recuperarse de esta expropiación para dar voz a las víctimas, que transformadas en exvíctimas, pasan a ser un motivador de vida para las demás personas que han padecido sus experiencias. Muestra sus sufrimientos y escudriña en las razones de su surgimiento.

Usted ayuda a quien haya padecido cualquier tipo de violencia, no solo de género, a rehacer su vida.

-Les indico los modos, individuales y colectivos, de salir del desposeimiento de su persona. Les ayudo a reintroducirse en su propio yo, a reapropiarse de sí mismas. Hablo mucho de las víctimas y de la violencia no visible que es la que nos rodea y la que mantiene la que observamos a diario.

¿Muchas personas aún no saben que están sufriendo violencia?

-Sí, porque hay mucha violencia oculta y sin erradicar. Ésta es difícil de finiquitar que la otra. Es como querer llegar a la cima de una secuoya sin pasar por el tronco. La realidad nos dice que hay mucha gente que la sufre y no es consciente de ello. Intento concienciarlas de que sí la padecen.

¿Por qué hay tan pocas denuncias?

-Las personas no denuncian porque se sienten culpables; en todas las violencias ocurre lo mismo.

¿Qué habría que hacer para que aflorara la violencia de género?

-Remover la conciencia de todas las personas que viven en la sociedad. Primero hay que empezar por uno/a mismo. Si no acepto ver partes de violencia en mi misma, es difícil que la pueda observar en otras personas. Entre las nuevas generaciones te topas con chicos y chicas acostumbrados a hacer siempre lo que quieren, que violentan a sus compañeros sin tener conciencia de actuar mal. Esto es peor que el que ejerce violencia sabiendo que está delinquiendo.

Usted impulsa a perder el miedo a romper el silencio de la violencia

-Sí. Es preciso desterrar ciertas normalizaciones sociales que se están instalando entre nosotros.

¿Por ejemplo?

-Pensar que el chillarse es algo habitual en las relaciones; no hablarse durante semanas. Reírse con los chistes machistas que circulan a diario...

¿A las víctimas se las mira mal?

-A todo lo que tenga que ver con la violencia; trato a mujeres violadas y es alucinante que todavía haya personas en nuestra sociedad que les digan que están manchadas.

¿Hay que concienciar a los niños y niñas desde pequeños en las ikastolas contra la violencia?

-Tendríamos que ser educados de otras maneras. Instruidos en nosotros mismos para ser quienes queremos ser. Logrado esto, sería difícil que existiera tanta violencia. Porque ésta viene de la negación del ser. Pero sí, tendríamos que ser educados frente a ella desde la infancia. Además, suelo decir que al lado de las ikastolas para los hijos e hijas haría falta una escuela de padres/madres para que ellos empezaran también a corregirse.

Hace tiempo que advirtió que la violencia repuntaría entre los adolescentes. ¿Por qué?

-Porque los humanos necesitamos ciertas cosas cuando nacemos que nos marquen el camino; si no se fija la dirección te vuelves violento. Muchos adolescentes se han desmadrado con una permisividad alarmante.

De padres y madres más igualitarios, ¿por qué surgen adolescentes machistas? ¿Algo ha fallado?

-Entre los de mi generación, tengo 43 años, y la siguiente se ha retrocedido bastante. La de los chavales de 20 años no es violencia de género, es violencia. En ella hay componentes específicos de género en ocasiones, pero las chicas pegan más a sus padres/madres que los chicos.

Su centro base es la violencia intrafamiliar. ¿También ha crecido?

-Sí. Muchos padres y madres no saben qué hacer; lo positivo es que están empezando a pedir ayuda.

¿La militancia por la ‘desviolencia’ es un camino ético?

-Sin duda. En él estamos.