Bilbao - Los logopedas son los grandes olvidados del sistema sanitario y educativo vasco. Estos especialistas no tienen actualmente presencia en las escuelas, son inexistentes en los geriátricos y apenas contabilizan siete profesionales en los hospitales vascos. En ocasiones son tratados como un personal accesorio y, sin embargo, la logopedia es una de las áreas que se encarga de solucionar todo tipo de problemas relacionados con el conjunto de órganos que permiten hablar. Además de prestar atención a los niños con problemas de lenguaje y comunicación, se ocupan de arreglar los trastornos del desarrollo de lenguaje, adquiridos por ejemplo por una lesión neurológica, o aquellos asociados a procesos degenerativos.

Por eso es incomprensible que no exista la figura del logopeda en los geriátricos o en los centros sociosanitarios para prestar atención a los más mayores. “Ahora de manera tímida, la Diputación de Bizkaia nos ha convocado para que presentemos una justificación de por qué deben existir profesionales logopedas en los centros de geriatría”. “Podía haber uno como excepción, pero no hay ni uno”, precisa Antonio Clemente, presidente del Colegio de Logopedas del País Vasco.

A pesar de ser un recurso sanitario cada vez más demandado, sin embargo solo existen siete logopedas en los hospitales del servicio vasco de salud, dos trabajan en Gipuzkoa, y cinco están en centros de Bizkaia como Gorliz, Basurto o Cruces, y realizan alguna visita ambulatoria en determinados centros de salud. “Las listas de espera son kilométricas. Ya antes de 2008, antes de la recesión económica, atendíamos algunos profesionales privados para que las listas de espera no crecieran. Aun así había cierto desfase entre el diagnóstico y la aplicación de la intervención. Pero es que ahora ya no llegan ni esos casos”, precisa Antonio Clemente.

“Curiosamente también se ha reducido el número de incidencias como las afasias, que antes tratábamos mucho y ahora tratamos menos aunque los casos se siguen produciendo exactamente igual”, aclara.

Tampoco los colegios disponen de logopedas colegiados para ayudar a los más pequeños como sucede en otros países de Europa ni se llevan a cabo tratamientos logopédicos. Un desfase manifiesto que aboca a la ciudadanía vasca a recurrir a los logopedas que trabajan, de forma mayoritaria, en el sector privado.

450 congresistas En este contexto de déficit de profesionales en el ámbito público, se desarrolla hasta mañana en la Universidad de Deusto el XXX Congreso Internacional de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología e Iberoamericana de Fonoaudiología. Un congreso que reúne a 450 especialistas, algunos de ellos de reconocimiento internacional.

En torno al lema Claves de la Logopedia del siglo XXI se abordan los retos de la profesión con un gran número de simposios, mesas redondas, talleres y novedades que permitirán a los asistentes conocer el estado actual del saber científico y práctico en distintas áreas de la logopedia y la fonoaudiología. “La investigación está muy bien dotada, cada vez mejor, y hay mucha gente aportando nuevas metodologías para tratar, por ejemplo, la disfagia”, matiza Clemente.

No en vano atienden trastornos derivados de la disfagia y de la afasia. La disfagia es un problema para realizar de forma física la deglución porque se produce una aspiración de parte de la comida a las vías respiratorias. Va unida a una pérdida de sensibilidad en la faringe, del impulso al tragar. La afasia, por su parte, tiene lugar por una lesión cerebral a causa de un derrame, y cuando se ubica en el hemisferio izquierdo provoca una alteración del lenguaje. En definitiva, una pérdida valiosa en la capacidad para comunicarse tras un ictus, o tras un derrame cerebral.

Figura secundaria Ante la escasa valoración de la administración a la figura del logopeda, el 99% de estos profesionales -que en el País Vasco ascienden a 400 y a más de 8.000 en todo el Estado- se ve obligado a trabajar en el sector privado. “Hay mucho intrusismo profesional. Hay mucha gente que hace logopedia sin ser logopeda y también se utilizan metodologías sin evidencia ni aval científico, cuestiones que tenemos bastante denunciadas. Porque no todo lo que se oferta por ahí tiene una evidencia científica. Somos una profesión universitaria en constante reciclaje. Por eso, lo conveniente es elegir un logopedia colegiado”, advierte Clemente.

Redundando en la escasa visibilidad del oficio de logopeda, Clemente recuerda la denuncia realizada por la decana de la Facultad de Psicología de la Complutense donde se imparten los estudios de Logopedia. “Ella decía literalmente que estamos excluidos del sistema educativo, prácticamente ignorados por el sistema público de salud, ausentes de la atención primaria y ambulatoria, con una presencia marginal en la hospitalaria, prácticamente inexistente la convocatoria de plazas y cuando no, detenida. Y es cierto porque no hay logopedas en la Educación, como mucho puede ser un maestro de audición y lenguaje. Aunque a veces se le llame logopeda, no lo es”, sentencia.

No hay que olvidar que aunque se trata de una profesión muy joven, la logopedia es un grado universitario. Unos estudios regulados por ley hace 25 años, ya que la normativa data de 1991, y cinco años más tarde salió la primera promoción de diplomados en Logopedia. “Desde la antigüedad había gente que hacía tratamientos y aquí había profesionales muy cualificados para la reeducación del lenguaje, pero no eran logopedas como tales”, ratifica.