Bilbao - Procede de una saga médica con solera. Su bisabuelo fue el primer Corcóstegui oftalmólogo. “Entonces, corría finales del siglo XIX, la especialidad no estaba definida porque no se concibe como tal hasta principios del siglo XX. Él era médico rural en Durango y hacía las veces de médico general y de oftalmólogo porque había conocido en París toda la oftalmología que se hacía entonces”, explica con pasión Gonzalo Corcóstegui, uno de los especialistas más reconocidos.
Usted es miembro de una saga médica ‘gran reserva’.
-Soy la sexta generación y mi hijo, Iñigo, es la séptima por línea directa de médicos. El primer médico de la familia se llamaba Pedro León de Corcóstegui Ruiz de Arbulo. Nació en 1794 y consiguió el título de cirujano justo al principio del siglo XIX cuando estaban los franceses todavía en España.
He leído que es el mejor oftalmólogo de España... y tiene premios para llenar varias estanterías.
-Eso me da mucho pudor. Primero, porque el oftalmólogo mejor de España nunca se puede decir. Segundo, porque seguro que no es cierto y que hay gente mejor preparada. Pero hemos luchado y trabajado por estar a la cabeza. En cuanto a los premios, es verdad que me han dado bastantes, el último en Zaragoza que me otorgó la sociedad aragonesa de Oftalmología por mi trayectoria. Pero lo que más te premia es la vida y la satisfacción de curar a los pacientes.
Ha llovido mucho en más de 45 años que lleva ejerciendo la profesión.
-Desde luego. Pocas especialidades han cambiado tanto como la oftalmología. Antes era la hermana pobre de todas las especialidades, tecnológicamente muy retrasada y resulta que ahora, al cabo de los años, somos los que tecnológicamente estamos más avanzados y dependemos de todos los aparatos tan sofisticados que manejamos.
¿Qué problema pensó que nunca podría llegar a solucionar?
-¡Uf! Muchas cosas. Han aparecido muchas técnicas que mejoran la calidad de vida de los pacientes. Por ejemplo las técnicas de trasplante de córnea que han mejorado extraordinariamente. También ha sido un gran avance toda la cirugía de cataratas, la cirugía refractiva para no llevar gafas, también todos los problemas derivados de la retina. Y las degeneraciones maculares asociadas a la edad, que es la enfermedad que causa más cegueras en los países en desarrollo. Además, hoy puedes contrastar cualquier información de cualquier publicación en internet y eso es un gran avance.
Ya era veterano cuando fundó el Instituto Clínico de Oftalmología (ICQO) hace veinte años.
-La idea nace en 1992 con Durán de la Colina y la pudimos hacer realidad en 1995. Queríamos crear un centro de referencia, una clínica oftalmológica puntera. Creo que ha sido un proyecto muy bueno para Bizkaia. Es un instituto con carácter docente y cuenta con un departamento de investigación que es el corazón de la institución.
Una institución que requerirá de una inversión muy potente.
-Sí, pero nosotros somos una empresa atípica porque todo se reinvierte y estamos en constante renovación. Primamos la calidad de los aparatos al beneficio económico.
Tienen tecnología que usa la NASA para sus astronautas o la Fórmula 1 para sus pilotos.
-Sí, en la cirugía refractiva. Tenemos la suerte de que muchas cosas de las que salen nos las traen para que las probemos. Y eso que los aparatos buenos son muy caros. Pero es lo que hay que tener si quieres hacer 4.500 intervenciones quirúrgicas y tratamientos al año o atender a 7.000 nuevos pacientes.
¿Cataratas y miopía son las patologías estrella del ojo?
-Es que la catarata es la cirugía número 1 de todo el organismo.
¿Cuáles son los problemas oculares derivados del envejecimiento?
-Por ejemplo está la degeneración macular. Un problema que antes casi no existía porque no se diagnosticaba y los pacientes vivían menos. Por eso vamos a organizar un congreso sobre envejecimiento ocular en febrero. Traemos un panel de expertos nacionales e internacionales para abordar este problema.
¿Atienden a muchos mayores?
-Viene de todo porque también hay un departamento de oftalmología pediátrica lleno de niños.
Hemos interiorizado ir al ginecólogo o al dentista. ¿Hemos asumido también las visitas al oftalmólogo?
-De cuando yo empecé a trabajar a ahora hemos mejorado. Hay muchos pacientes que están mentalizados en hacerse un control anual y dicen voy a dedicar unos días a hacerme un chequeo en varios especialistas.
¿Qué aconseja para prevenir?
-El mejor remedio es revisarse periódicamente la vista aunque no se note nada.
¿Tanto ordenador, tableta o teléfonos inteligentes han empeorado nuestra salud visual?
-La salud ocular no se ve afectada por las condiciones externas de visión. Si manejas muchas pantallas habrá cansancio ocular, habrá enrojecimiento, lagrimeo..., pero la patología importante no está condicionada por eso. Desde luego, no hay bibliografía al respecto. Aunque yo tengo libros de la retina muy curiosos, publicados en 1850 y casi todos los casos raros que afectaban al globo ocular decían que se debían a la lepra o a la sífilis.
Recientemente se han producido varios casos de ceguera tras el uso de un producto farmacólogico. ¿Han detectado ustedes más preocupación entre los pacientes que se van a operar?
-No, no han expresado ninguna inquietud. Además tuvimos la suerte hace veintitantos años de probar el perfluorooctano -fuimos los primeros en Europa- dada la amistad que teníamos con la persona que lo descubrió, Stanley Chang. Él nos regaló unas dosis y vimos que iba maravillosamente bien. Nosotros lo usamos desde entonces y todo ha funcionado perfectamente. Aunque es cierto que nunca hemos utilizado la marca que parece ser que ha dado los problemas.
No todo tiene solución. ¿Hay que tirar la toalla en muchos casos?
-Curamos bastante pero no curamos todo. Hay casos que no se pueden solucionar y esto es frustrante. Pero el futuro estará en la genética, en tratamientos celulares, será una revolución para toda la patología que hoy no podemos solucionar.
¿Qué nos queda por ver?
-Quizá nosotros dentro de poco no operemos con microscopios sino con televisores, que es lo último que acaba de salir. Usaremos visión en tres dimensiones a través de pantallas de televisión, que es lo último. Yo siempre digo lo mismo: no se puede ganar la carrera con un 600. Si tienes un Ferrari podrás perder o ganar según conduzcas, pero con un 600 no ganarás nunca la carrera por muy bien que conduzcas.
Hay incluso chips anticeguera.
-Se está investigando mucho en los chips de la retina, que actúan, por simplificar, como una cámara de vídeo. Todo esto está en estudio. Es un camino que no se puede ofrecer al gran público. Primero porque está en desarrollo. Luego porque no es para todos los casos. La técnica tiene que mejorar mucho y eso que creo que cada paciente operado sale por 150.000 euros.
Tanta sofisticación es imposible para los pacientes del tercer mundo que ustedes también operan.
-Allí los problemas básicos son que la gente se queda ciega por unas cataratas o que los niños no ven bien porque no tienen ni gafas. Operamos a través de la Fundación Mirada Solidaria y tenemos tres puntos de asistencia para gente sin recursos en Cochabamba, en Trinidad, Bolivia y Esmeralda en Ecuador. y ahora estamos con otro proyecto lindando con Brasil. Tenemos unos equipos buenos para que nuestros profesionales se encuentren mínimamente cómodos para poder operar. Pero no hay que olvidar que estamos en la selva.
Dice usted que está de retirada.
-Sí, pero por suerte los jóvenes están muy bien formados. Tenemos oftalmólogos de 40 años con una proyección muy importante. Hoy la clave reside en las subespecialidades. Te tiene que operar la retina uno que hace 300 desprendimientos al año y te tiene que operar la córnea, uno que hace 500 al año.