bilbao - Todos conocemos personas que desconfían hasta de su sombra. La relación con ellas no resulta nada fácil, porque en cada palabra, en cada gesto, incluso en cada silencio, creen ver un doble sentido o un ataque directo. La paciencia es la herramienta para hacer frente a este tipo de individuos que en demasiadas ocasiones convierten en agresividad sus complejos, aunque es mejor evitarlos, siempre que ello sea posible.

J. V. : ¿Ser suspicaz es una forma de manifestar la inseguridad?

I. Q. : Es otra forma más de manifestar la inseguridad. No quiero decir con esto que la seguridad se manifieste o ejerza fiándote de todo el que se te cruza por delante, pero sí es cierto que el que desconfía mucho duda mucho, y el que duda mucho es muy inseguro. En todo caso, todo tiene unos términos medios en los que si nos movemos, somos personas normales. No es lo mismo dirigirte a una persona conocida, que ya será más o menos merecedora de tu confianza, que a alguien desconocido porque ahí estás asumiendo riesgo si te comportas de manera confiada.

J. V.: Pero a veces, la experiencia dice que no te puedes fiar.

I. Q.: Hombre, eso es cierto, pero no es posible que en todas las situaciones de la vida, ni en todos los escenarios en los que te mueves te quieran engañar. Y si fuese así, deberías revisar qué es aquello que no haces bien y qué es lo que te delata como una persona exageradamente ingenua. Dicen que el gato escaldado del agua huye, y ahí es donde se puede dar esa suspicacia permanente que te lleva a dudar de personas que ya te han engañado. Siempre he dicho en esta sección que la mentira que acaba con el crédito de cualquier persona es la primera.

J. V.: Abundando en lo anterior, más de una vez lo de “piensa mal y acertarás” es cierto...

I. Q.: Pues sí. Y según dónde estés y con quién, harás bien en estar alerta y no fiarte demasiado. De aquí a que vayas filmando y/o grabando todo lo que ocurre a tu alrededor va una distancia respetable. El refranero es rico en contenidos aplicables a situaciones concretas, pero no se puede generalizar a partir de él.

J. V.: Con todo, tiene que ser muy cansino estar todo el tiempo buscándole? o encontrándole ‘tres pies al gato’.

I. Q.: Pues sí, tú lo dices: “todo el tiempo”. Estar todo el tiempo repitiendo algo no es muy divertido, ni formativo, ni enriquecedor, y estar controlándolo todo, pues menos. Es agotador. Hay que admitir que nos van a engañar en más de una ocasión y ser críticos para revisar lo que debemos mejorar en la próxima ocasión.

J. V.: Relacionarse con alguien que sospecha hasta de su sombra también es muy complicado.

I. Q.: Sí, porque las relaciones no son fluidas. Siempre se guardan asuntos (los secretos famosos), o se interpretan comentarios de forma equivocada (las interpretaciones erróneas de los significados o las intenciones de las palabras). Se genera una incomodidad muy acentuada y patente, que convierte las relaciones en un verdadero fastidio. Suelen ser relaciones cargadas de más explicaciones de las recomendables.

J. V.: Si esa persona que ve conspiraciones en todas partes tiene responsabilidad sobre otras personas, la cosa puede ser un martirio.

I. Q.: Hombre, en toda relación jerárquica debe haber un cierto toque de desconfianza, porque son pocos los que no miran casi todo el tiempo hacia sus propios intereses y no se aprovechan de las buenas intenciones para marcar goles a su superior. Esos pocos que obran con profesionalidad y lealtad son una verdadera joya.

J. V.: Y si, de propina, la suspicacia se manifiesta tomándose todo por la tremenda, creyendo que cada palabra tiene doble sentido, peor que peor.

I. Q.: Pues ya te decía un par de preguntas antes, eso es una tortura. Hay que estar explicando lo que se dice, lo que se quiere decir, lo que no se ha dicho, las sonrisas, los gestos, los retrasos, todo lo que se te pueda ocurrir y cada explicación no hace más que alimentar las dudas y enredar más si cabe las situaciones.

J. V.: Puede ocurrir que alguien sienta que tiene esos rasgos, o por lo menos, algunos. ¿Qué pautas hay para cambiarlos? Si es que es posible, claro...

I. Q.: Todo es posible, mi querido amigo. Resulta de mucha utilidad no olvidar a los buenos de siempre, a los que no te venden jamás y no guardarte tus demonios con ellos. Confiar en aquellos en los que puedes te ayuda a ejercitar una habilidad que consiste en detectar quién es quien, y así poder determinar con quién te confiesas y con quién no. Todos tenemos momentos en los que dejamos de confiar en alguien, muchas veces de forma equivocada, y otras con acierto. También nos pasa a todos que donde menos te esperas te llevas una decepción. Pero eso forma parte de la vida.

J. V.: Cuando esa forma de ser o actuar la manifiesta alguien a quien queremos, ¿cómo le podemos ayudar?

I. Q.: Pues utilizando una introducción amable que facilita la asertividad, como “no quisiera ofenderte”, o “no me quiero meter donde no me llaman”, o “no te lo tomes a mal”, y a continuación expresar lo que observamos, de forma franca, directa, pero cariñosa. Hay que decir también con mucho tacto cuáles son las consecuencias negativas que estás viendo que trae para ese ser querido su proceder. Luego, ponerte a su disposición para lo que necesite, que quizá sea pegar cuatro gritos.

J. V.: De todas formas, fiarse de todo o ser excesivamente cauto tampoco parece algo demasiado recomendable.

I. Q. No. En absoluto, las posturas extremas son para situaciones extremas, y de esas, en la vida, afortunadamente, no nos están tocando continuamente. Desde luego, todo tiene su dosis tal y como ya hemos expresado hasta ahora, y la experiencia es aquello que nos va enseñando a tomar las medidas justas para cada situación.