Gernika - El lunes se cumplirán tres meses de un pérdida histórica. Según comunica el memorialista Gregorio Arrien, el pasado 9 de agosto falleció aquel hombre que siendo niño fue retratado por el corresponsal George Lowther Steer y quien se reconoció en la fotografía de mayor. Y es que hay hombres que aunque crecen, conservan sus ojos de niño toda la vida. La Guerra Civil de los españoles les obligó a ser adultos y la memoria tuvo que matricularse en inteligencia sabia.
Es el caso de Mateo Malaxetxebarria (Kortezubi, 1926). Su cerebro se levantó un día en el caserío Anbekone de esta aldea vizcaina y tuvo que desperezarse con la urgencia que dicta el miedo. Su padre y su madre, previsores, decidieron el 25 de abril de 1937 no acercarse al día siguiente al mercado de Gernika. Se olían peligro, llegara por tierra o por el medio que mató a Durango pocas semanas antes. Una jornada después, los ojos marinos del niño Mateo advirtieron continuo paso de aviones. “Lo recuerdo como si fuera ayer”, rememoraba con júbilo siete décadas después a DEIA. Vio caer la primera bomba sobre Gernika y, más tarde, “todo fuego”.
Gracias a él, el Museo de la Paz de Gernika supo en 2011 que algunas de las fotografías que recibió de diferentes partes del mundo son obra del famoso corresponsal de guerra George Lowther Steer. Su viveza visual le llevó en una exposición fotográfica a reconocer un carro de vacas -“no eran bueyes”, matiza- de su familia. “Lo supe por una rueda”, explicaba. Dirigía a los animales un primo suyo. A continuación, en otra imagen se vio a sí mismo sobre otro carro.
Tenía espabilados 10 años. “Al momento recordé quien nos sacó esas fotos. Nosotros huíamos sin saber dónde. Son del 28 de abril. Aunque parece de día, fue de noche, porque solo podíamos avanzar de noche. Fue al atravesar Gernika, cerca del puente Rentería”, relata. Aquel hombre era quien denunció al mundo en las páginas de los tabloides conservadores The Times y New York Times que Franco y los suyos, con escuadras comandadas por el teniente Gunther Lützow, fueron quienes bombardearon Gernika, como también el mismo día y dos horas antes Munitibar (Arbazegi-Gerrikaitz).
Chaleco y cámaras en ristre En la espera de los Malaxetxebarria para poder salir de Gernika, Steer habló con el padre de Mateo y los ojos del crío no perdieron comba. “Él estaba en el puente, objetivo estratégico de los alemanes”, localizaba y pasaba a describirle: “Solo le vi cinco minutos, pero le recuerdo como si le estuviera viendo ahora mismo. Era un hombre no muy alto, con menos cuello que en el busto que hay en su honor en Gernika. Más chaparrote. Estaba vestido con un chaleco, quizás antibalas. Y tenía colgado a un lado la máquina fotográfica y otra más pequeña a un lado. Incluso, una tercera, que yo creo que era para grabar, una grabadora”. La forma de ser despierta y voluntaria de Mateo le llevaban a sus 85 años a formar parte también de un libro que en el año 2010 fue publicado por una mujer en Alemania.
La referencia lleva por título, traducido al castellano, Entre la felicidad y el horror. Encuentros con supervivientes de la dictadura nacionalsocialista y es obra de Marie-Louise Lichtenberg. El de Kortezubi se encontró con ella y su marido frente al Ayuntamiento cuando llevaba a dos nietos al colegio. Se ofreció a ayudarles en lo que pudiera porque la oficina de Turismo no había abierto aún. “Me gusta orientarles, es una costumbre que tengo”, argumentaba este albañil jubilado que vivió 18 meses de pastor en Idaho, Estados Unidos.
“Les pregunté en el poco inglés que sé: Can I help you? [¿Puedo ayudarles?] y me dijeron Yes! [Sí] Y que querían ver la Casa de Juntas y les dije: Follow me! [¡Seguidme!]”. Al estar cerrado, Mateo les invitó a conocer unas esculturas de Henry Moore y Chillida. Ahí hicieron el primer contacto. “No podían quedarse porque tenían hora puesta en Hernani, imagino que para el Museo Chillida y al despedirnos quisieron darme dinero y les dije que, por favor, yo no hago estas cosas por dinero”. Malaxetxebarria les dio una tarjeta de visita porque querían ver la Casa de Juntas y la iglesia de Santa María. A los meses, recibió carta y les respondió diciendo que la iglesia se abre en julio y agosto. Pusieron día y hora con él y volvieron.
El amable vizcaino les enseñó las fotos de Steer en las que salía él y les llevó a visitar el busto del corresponsal de guerra. “Entonces, la mujer me dijo que andaba por toda Europa escribiendo un libro de testimonios y que quería incluir las fotos y mis vivencias, pero que no sabía si el Gobierno se lo iba a permitir, porque como fueron los alemanes los que bombardearon Gernika...”, señalaba en un encuentro con este periódico en el cementerio de Gernika-Lumo tras un acto de conmemoración oficial celebrado allí.
Y un libro Tiempo más tarde, le explicaron que habían acabado el libro y le enviaron una copia. Con él, Mateo se dirigió al Museo de la Paz de Gernika-Lumo a enseñarlo. El martes 26 de abril de 2011, Malaxetxebarria le ofreció un negativo original con fotos de su padre al hijo de Steer que visitó la villa invitado por el Ayuntamiento. Por unas u otras razones, Mateo fue triste hacia su hogar. “¡Al final, no se lo he podido regalar!”, lamentó cerrando los ojos.
Kortezubi, Gernika-Lumo y la memoria histórica pierde uno de sus protagonistas, un testigo que vivió entre aquella felicidad y horror; y por otro lado su persona amable, generosa y dispuesta a aportar..., a cambio de nada, regalar.