BILBAO - Aburrirse en pequeñas dosis puede tener un efecto terapéutico. No hay nada malo en abandonarse por un rato a la sensación de tedio, si después se regresa a los quehaceres y se es capaz de encontrar en ellos un aliciente para desarrollarlos. El verdadero problema es cuando el aburrimiento se convierte en crónico y no hay modo de combatirlo. Cuando eso ocurre, es el momento de mirarse en el espejo y preguntarse si lo que nos cansa está fuera o dentro de cada cual.
En esto, los humanos somos muy diferentes: hay quienes se aburren por casi todo y quienes no se aburren por casi nada.
-Así suele ser. Va un poco en relación con el tono vital. Los que ya no saben de qué quejarse se aburren y, sin embargo, hay personas a las que cualquier problema les parece una oportunidad de experimentar algo nuevo y se entretienen con cualquier cosa. Esto suele ir unido a la curiosidad.
Quizá uno de los errores de base esté en aspirar a que absolutamente todas las actividades sean placenteras y divertidas.
-Habría que definir eso de placentero y divertido. No creo que sea un mal objetivo buscar el placer en algo que afrontamos, ya sea en lo que aprendemos o en lo que maduramos. Soy de los que piensan que una tarea hecha con interés es una victoria rotunda, más allá de que el resultado sea ganar o perder por goleada. Yo animaría a la gente a divertirse mientras desarrolla una tarea porque le va a resultar más llevadera y porque va a aprender más.
Me pregunto si la sensación de tedio tiene que ver con la actividad que desarrollamos o con nuestra capacidad para disfrutar de ella.
-Como te acabo de decir, yo creo que con lo segundo. Cuando le dedicas a una tarea tus cinco sentidos y todo tu afecto, no es fácil que sientas tedio. Cuando estás distraído, enfadado y sin implicarte en lo que haces, las sensaciones suelen ser peores. La gente activa suele encontrar el brillo oculto que hay en muchas actividades.
¿Podemos calificar a las personas como aburridas o divertidas?
-No lo puedo asegurar con rotundidad. Yo diría que las clasificaría en socialmente más hábiles o menos hábiles. Al fin y al cabo, ser divertido tiene que ver con la facilidad de expresarte y de transmitir tu afecto. Hay gente que lo asocia con la extroversión o la introversión, y yo no creo que sea así. Hay personas introvertidas que hablan poco pero que dicen muchas cosas interesante y muy divertidas.
Les pasa a los niños, pero también a los ya talluditos: se empieza a hacer algo con fruición y, al de un rato, ya no nos provoca el mismo chiste. ¿Por qué?
-Pues habrá de todo. Algunas veces, porque no nos implicamos y nuestra curiosidad nos quiere hacer abarcar demasiado apretando muy poco. Otras veces, porque aun divirtiéndonos, encontramos actividades que nos llenan más.
Es especialmente triste la situación de quien, pudiendo elegir una actividad para pasar el tiempo, no acaba de encontrar ninguna que le satisfaga.
-Pues sí. Esos habitualmente suelen estar quejándose de casi todo, y eso no les deja tiempo para ver la luna a la que apunta el dedo. Es otra manera de fustigarse... perfectamente evitable.
Y si el aburrimiento solitario es penoso, ¿qué decir cuando es compartido? Dos (o más) personas juntas que se aburren...
-Pues sí, porque parece difícil que entre tantas cabezas no haya ideas y/o ganas para poner en práctica. A veces, el tedio, como las ganas de bostezar, se contagian. Esto tampoco tenemos que verlo necesariamente como una catástrofe, porque muchas veces son momentos puntuales y no una tendencia. No somos perfectos ni todo nos sale siempre bien.
En el caso de ser más de uno, resulta complicado sincronizar gustos: lo que a uno le encanta puede aburrir mortalmente al otro.
-Estoy de acuerdo, pero la amistad, como las relaciones de pareja, se nutren de negociar y de compartir constantemente, tanto lo que nos entusiasma como lo que nos gusta menos. He dicho más de una vez que el verdadero amor se expresa en la renuncia y a través de la generosidad.
Terminemos con la paradoja: hay quien disfruta aburriéndose, ¿qué te parece?
-Pues genial, porque en mi opinión, uno de los secretos de aprovechar el tiempo es aprender a perderlo. Te confieso que es una de las cosas que me gusta cultivar mirando a mi jubilación. En ese periodo espero continuar con la curiosidad que siento por muchas cosas, y al mismo tiempo con muchas ganas de trabajar y emprender. Además, eso de que el tiempo sea casi absolutamente mío como para perderlo sin remordimientos es una sensación sublime.