Bilbao - No todo el mundo tiene el don de la simpatía, pero a poco que nos empeñemos, seremos capaces de relacionarnos con otras personas de un modo cálido y natural. Normalmente, basta con tratar a los demás como desearíamos ser tratados. Una sonrisa, escuchar con atención o dar la información que se nos pide con paciencia y claridad son parte del secreto.

Se suele decir que no cuesta nada ser amable con los demás. Pero, por lo visto, a algunos les cuesta un mundo o dos. Hay mucho borde.

-Pues la verdad es que yo opino que no cuesta casi nada ser amable. Lo que me cuesta a mí es no ponerme en la situación del que requiere ayuda o atención. Y sí, hoy en día no es lo más habitual, tal vez por ese individualismo al que hemos hecho alusión en más de una ocasión, o a la prisa con la que vivimos. También lo suelo decir, y lo hago con respeto, que esa costumbre de no poder vivir sin escuchar música nos aparta de los demás y nos impide, en muchas ocasiones, detectar a personas que necesitan atención.

No estamos hablando de adular, agasajar, pelotear... Ser amable es otra cosa.

-Efectivamente, la amabilidad es algo espontáneo, sincero y que no busca ninguna recompensa que no sea un sincero agradecimiento. Lo artificial no suele tener objetivos claros.

Dos palabras fundamentales y tantas veces olvidadas: por favor y gracias.

-Ya lo creo. Solo cuando reparamos en ellas nos damos cuenta del papel que juegan. Son palabras que invitan a la participación y al encuentro. En los tiempos que corren, el concepto del respeto ha cambiado y hay una cercanía que conlleva muchas veces relaciones informales, en las que se evitan estas formas casi obligatoriamente, y nos perdemos algo que hace sentir bien a las personas.

Una de las justificaciones de los ariscos es que ellos son así y no les sale ser de otra manera. Quizá es porque no se lo han propuesto.

-Hay de todo. Hay personas a las que determinadas formas les producen sonrojo y les parecen una cursilería. Allá ellos. La excusa, que no el argumento, de que ellos son así y no cambian sería válida si continuasen andando a gatas y alimentándose con biberones, pero no veo por ningún lado adultos en esta situación. Todo se puede modificar, unas veces de forma estable y otras como respuesta a un requerimiento. Hace falta querer cambiar.

Algunos ni se dan cuenta de lo desagradables que pueden ser en el trato con otras personas. ¿Cómo se lo hacemos ver? A lo peor se ofenden más.

-Pues, efectivamente, hay personas que no se dan cuenta de esta particularidad suya, y no obramos mal haciéndoselo saber de forma respetuosa pero clara. Y si se ofenden, pues qué le vamos a hacer. Suele ocurrir con mucha frecuencia que las personas que peor tratan a los demás son las más exigentes para con ellas. Esto es como aquellas personas a las que les gusta hacer bromas pesadas o inadecuadas a los demás pero que luego no toleran las bromas de ningún tipo.

Y los hay incluso que cultivan la mala leche. Hay tanto Doctor House por ahí....

-Sí. Pero no es patrimonio de los médicos. No me voy poner a enumerar profesiones para no dar pie a malos entendidos, pero hay muchas. Estos tipos entienden que ser desagradable es sinónimo de ser más efectivo o contundente y la contundencia no radica en las formas sino en el contenido de los mensajes.

Ya que mencionaba a tu colega de la ficción, si hay profesiones en las que la amabilidad es fundamental, esas son las sanitarias. Las sonrisas ayudan a curar o, por lo menos, a sobrellevar la enfermedad.

-Sí. En general, todas las profesiones que abordan a personas deben llevar el máximo esmero en el trato. Y yo destaco todas aquellas actividades que se dan en el sector público, porque es lo que un gobierno ofrece por defecto a la ciudadanía. Son lo servicios a los que los ciudadanos van sin elegir. Y no sé qué ámbito requiere de más tacto, si la sanidad o la educación.

Habrá quien se pregunte: "¿Y qué saco yo siendo amable?". Si se pone a pensarlo, seguramente mucho.

-Sin duda. Se es mucho más efectivo porque se responde a todas las preguntas con detalle y paciencia. Cuando somos amables, hacemos un esfuerzo por hacernos entender y buscamos las palabras que expliquen mejor nuestras indicaciones. Ponerte en el lugar del otro y pensar lo que te gustaría para ti ayuda mucho.

Una cuestión: cuando es fingida o forzada, se nota una barbaridad.

-Pues sí, ya hemos hablado de las adulaciones y yo creo que es en lo que más se nota. Hay personas que para parecer amables se dedican a utilizar términos afectivos muy cercanos que, a mí por lo menos, no me suenan naturales viniendo de gente a la que acabo de conocer y con la que no me une ningún tipo de proximidad ni afinidad.

A pesar de lo que hemos dicho, una mala tarde la tiene cualquiera. Nadie está libre de ser borde sin quererlo...

-Por descontado. Ya sabes que mi lema es: "¡Abajo la perfección!". Cuando algo nos ha salido mal o estamos desbordados de trabajo y se nos interrumpe, nos irritamos fácilmente. Cuando hemos hablado del estrés, siempre hemos hecho referencia a que lo detectan antes quienes nos rodean, por el cambio en nuestras formas, que nosotros mismos.