Bilbao
Tatuarse el nombre de una novia ahora, como están los tiempos, es una apuesta muy arriesgada". Lo dice José Ángel Rastrilla con conocimiento de causa. No en vano hace años se tuvo que tapar el de una expareja, en la muñeca, con una flor de loto. Ahora este delineante de 32 años se está borrando con láser un motivo tribal del omoplato. "Me lo hice con 18 años porque estaba de moda y ahora no estoy contento con él", reconoce. En el centro al que acude, abierto recientemente en Bilbao, han visto estampas mucho peores. "Hay bastantes averías, gente con tatuajes en el cuello, con 14 estrellas en la pierna, una chica con un Bart Simpson meando...", recuerda a bote pronto Andoni Barbero, dueño del establecimiento, al que han acudido desde policías hasta una mujer de mediana edad con el típico amor de madre. "Lo que no hemos tenido todavía es un conejito de Playboy", encasqueta mientras otro chico de mediana edad accede al local.
José ángel Rastrilla > Tatuado
"La moda pasa, hay que hacerse algo que tenga significado"
Un tatuaje maorí del hombro al codo izquierdo, una carpa japonesa desde la rodilla hasta el tobillo... Todos los tatuajes de José Ángel Rastrilla tienen un significado, salvo el tribal de la espalda. "A mis padres les dije que era de esos que se borraban en cuatro años. No me hicieron mucho caso, pero como ya estaba hecho...", echa la vista atrás. Aunque el dibujo no le "molestaba en exceso", se ha decidido a quitárselo por lo "asequible" del precio. "Hacérmelo me costó 15.000 pesetas y calculo que eliminarlo me saldrá por unos 240 euros, a 60 por sesión", echa cuentas. Nada que ver con el presupuesto de hace ocho años, cuando acudió a una clínica para deshacerse del nombre de su exnovia. "Era carísimo. Pagué doscientos y pico euros por una sesión y no me lo quitó muy bien, así que opté por taparlo con otro. Ahora es diferente, hay zonas que ya con una sesión las tengo blancas", asegura.
Te vas a arrepentir, dentro de unos años no te gustará... Los argumentos, en boca del padre o la madre de turno, entran por una oreja a la misma velocidad que salen por la otra. Otra cosa es que los consejos los dé un tatuado arrepentido, como José Ángel. "Que la gente no se deje guiar por las modas, porque las modas van y vienen. Si se tatúan algo, que tengan en cuenta que es para toda la vida y que se hagan algo que tenga un significado para ellos, que haya sido importante en su vida, porque así nunca se lo querrán borrar". Tras un año agridulce, él mismo anda dándole vueltas a sus próximos tatuajes. "Este año he sido padre y he perdido a mi hermano. Son cosas que me han marcado y saldrán reflejadas", avanza. Lo que sí tiene claro es lo que nunca se tatuaría. "Tribales, letras chinas o árabes o barras de labios y pintaúñas de ese rollo pin-up que se lleva mucho ahora. Me gusta verlos, pero no me los haría porque va por modas. Los tatuajes old school de toda la vida o japoneses siempre han estado y siempre estarán. Un trabajo bien hecho es una obra de arte, lo ves y te giras", explica.
En el trabajo, cuando lo tenía, no tuvo nunca problemas por su ornamentada piel. "Solía ir con camisa y no se me veían. En alguna actividad extralaboral, tipo partidos de pádel, en la que coincidía con algún jefe en el vestuario, sí me decía: Joé, vas todo pintado". En las playas le miran según su localización. "En Ibiza no te observa nadie, en Sopelana no te miran tanto, pero en Laredo, que están todos los vecinos de mis padres en una playa enfrente de casa, te mira todo el mundo".
Luis Miguel > tatuado
"Está bien poder borrárselos porque hay mucho estropicio"
El cuerpo de Luis Miguel se antoja un lienzo. Un amor infinito dedicado a su pareja y la fecha del nacimiento de su hija en la muñeca izquierda. Un love con una flor de loto "que renace del barro" y que se hizo tras una "relación dañina", en la muñeca derecha. El nombre de su hija en un bíceps. Un escudo maorí polinesio del hombro al codo izquierdo. Todos ellos, dice, "muy meditados". No como los tribales que se hizo "sin pensar", recién alcanzada la mayoría de edad, en el empeine y en un lateral del abdomen. "Las modas pasan, te vas haciendo mayor y no te gusta verte eso en el cuerpo", admite a sus 29 años este vecino de Barakaldo. Ya se lo decía su madre, que "qué horror", que qué se había hecho, que "menudas modas".
El capricho, que le costó en su día unos 600 euros, desaparecerá, láser mediante, por unos 900. "Dependerá de las sesiones porque son tatuajes grandes", apunta. De momento se ha hecho una y ya nota "cómo las puntas están desapareciendo". Sin ánimo de engañar a nadie, reconoce que "hacerse un tatuaje duele y quitárselo también, aunque hay cremas que te adormecen la piel". Pese a las molestias, asegura que "está bien poder borrárselos porque hay por ahí mucho estropicio, el nombre de la exnovia, el que se hizo uno en la mili hace muchos años...".
Padre de una niña, Luis Miguel intentará que no se estampe la piel hasta que no sea adulta y escoja el dibujo a conciencia. "Y el día que elija, como yo he pasado por eso, que cuente conmigo", señala. Antes de despedirse, camino de su segunda sesión de láser, aprovecha para romper prejuicios. "Hay gente tatuada y son bellísimas personas y otros que van elegantes con traje y pueden ser los mayores bandidos que hay. Las apariencias engañan".
Andoni Barbero > Dueño de centro
"Uno tenía la espalda llena de puntos por perder a las cartas"
Desde que Andoni Barbero abrió su centro de eliminación de tatuajes low cost, en la bilbaina calle Iparraguirre el pasado mes de octubre, ha visto casi de todo. "El otro día vino un chico que iba a opositar para ertzaina y tenía las iniciales de la madre en la muñeca y otros dos tatuajes visibles que se quería quitar. También vino un policía nacional que tenía escrito en la muñeca el nombre de la novia o la exnovia en árabe. Como trabajaba todo el día con árabes y se lo sabían leer, estaba hasta las narices. Otro chico vino porque se había equivocado el tatuador en una fecha, y un colombiano tenía toda la espalda llena de puntos de jugar con su primo a las cartas. El que perdía se tenía que hacer un circulito. Vino por la novia". La casuística da para escribir un libro y en sus páginas no faltarían "las chicas con iniciales, fechas, tribales, un sol pasado de moda y hasta una telaraña en las muñecas, los dedos, el cuello... Alguna tenía el tatuaje en el culo. Hay personas que las ves normales y luego tienen en la espalda un tigre o un delfín grande", revela Andoni.
Antes de que les expliquen cómo el láser "explota la tinta y luego el cuerpo la elimina a través de la orina y el sudor", ya hay quien suplica: "Elimínamelo aunque me quede cicatriz. Me da igual lo que cueste". Cualquier cosa con tal de borrar vestigios del pasado. "En cuanto les dices que se puede borrar, sonríen en plan ¡qué ganas tenía! Ya lo decía una chica: Vas haciendo el ridículo con una luna que se llevaba hace veinte años". Cada sesión, de entre 15 y 20 minutos, cuesta de 40 euros en adelante, en función del tamaño del dibujo. Se suelen necesitar de dos a seis sesiones y hay que esperar alrededor de un mes entre una y otra.
Más de un 60% de las personas que se realizan un tatuaje se arrepiente a los cinco años. Al menos así lo afirma Tatualia, la franquicia a la que pertenece el citado establecimiento. En caso de que se animen a quitárselo deben saber que les puede quedar "una pequeña sombra, pero con el tiempo -dice Andoni- la piel se regenera". Los que estén en manos de un tatuador, que sepan que el rosa, el amarillo y el blanco se le resisten al láser. Para que luego no digan que no se les avisó a tiempo.