BILBAO. El hotel Carlton de Bilbao recibió ayer a la crème de la crème de la sociedad vizcaina para presenciar la entrega de la décimo cuarta edición del Alfiler de Oro que este año ha recaído, por méritos propios, en la hija del carismático divulgador científico Eduard Punset.

Sus libros hablan del amor, las emociones, los sueños... ¿La falta de afecto está causando realmente mucho dolor en la gente?

Pienso que de la misma forma que hemos dedicado muchos esfuerzos a la supervivencia física a lo largo del siglo XX, el siglo XXI va a ser el siglo de la supervivencia emocional. Nos hemos sobreprotegido en lo físico y abandonado en lo emocional. Toca ocuparse pasar de sobrevivir a vivir.

La felicidad del siglo XXI pasa por comprender y gestionar las emociones. ¿Cree que es así?

No suelo hablar de felicidad, sino de mejorar nuestra salud física y emocional, cada vez tenemos más pistas acerca de lo interconectadas que están. Podemos gestionar con bastante facilidad una serie de elementos sociales claves para la salud de las personas: fomentar sociedades más transparentes y justas, suavizar el impacto del comercio despiadado, transformar los sistemas educativos en torno a las nuevas competencias como el pensamiento crítico, la resolución creativa de los conflictos, la comunicación asertiva, la empatía y la colaboración?

Asegura que es clave entrenar a nuestro cerebro para que genere emociones positivas. ¿Es posible?

Nos habían dicho que nuestro cerebro es inflexible y que las emociones no se podían gestionar, solo reprimir. Esta década está transformando nuestra comprensión de cómo somos por dentro: somos flexibles y maleables, y podemos entrenar el cerebro en positivo. Hasta los años 50 no sabíamos que el ejercicio mejoraba drásticamente nuestra salud. Ahora estamos comprendiendo que podemos trabajar el cerebro como hemos aprendido a trabajar el cuerpo.

¿Cree que existe un déficit de felicidad de las personas y que se evitaría rodeándose de amigos?

Estamos a medio camino entre seres individuales y sociales. El rasgo más característico de nuestra especie es nuestra sociabilidad. Somos pequeños y débiles pero duplicamos fuerzas cuando nos sentamos a colaborar los unos con los otros. Una de las razones es que somos muy dependientes de los demás para reproducirnos y crecer sanos y salvos. Necesitamos mucho apoyo de los demás para salir adelante. No nos basta con caminar y aprender a comer, como en otras especies. Uno de nuestros indicadores más importantes de salud mental es la calidad de nuestras relaciones íntimas, es decir, con las personas que nos dan afecto y cobijo. La sociedad debería organizarse para que podamos formar vínculos con los demás a cualquier edad.

Sobre todo en épocas de crisis, ¿el dinero da más felicidad o el afecto tiene una importancia superior?

Por debajo del nivel de supervivencia, el dinero tiene una importancia crucial en nuestro bienestar, porque de ello depende nuestra supervivencia. Por encima de este nivel, cobran más importancia en nuestro nivel de felicidad otros factores, sobre todo los afectivos, pero también tener trabajo, porque es una forma de auto-expresión y de autonomía.

¿Piensa que el amor (no solo el sexual) es el motor de la vida y que si no se expresa no vale para nada?

¡Desde luego! Ninguna vida se construye sin una referencia constante al amor, o al desamor, de los demás. Es la piedra de toque de nuestras vidas. A través de los continentes y de las culturas, el amor es la vida a la búsqueda de más vida, de protección, de amparo, de ternura. ¿Y de qué sirve el amor que no se expresa? De nada. Ojalá fuésemos más generosos en este sentido, porque una palabra amable, aunque sea de un desconocido, tiene un impacto muy grande en la vida de las personas.

Solo una de cada diez personas cumple sus sueños. ¿Por qué lo cree?

Es una pregunta realmente interesante. ¿Por qué salen de nuestras escuelas niños tan desmotivados, según aseguran los estudios? La unión de lo que te apasiona con lo que te haces bien -lo que Ken Robinson llama "encontrar tu elemento"- debería formar parte de nuestro aprendizaje básico. Vería usted como los niños ya no estarían desmotivados y sí dispuestos a esforzarse para encontrar su lugar en el mundo de una forma constructiva.

¿Cree que las empresas deben fomentar que sus trabajadores sean más felices en el trabajo?

Que las personas sean claramente más productivas y creativas en entornos gratos es una razón de peso para mejorar nuestros entornos de trabajo, ¿verdad? Y más aún en una sociedad donde lo que va a primar es la capacidad de los trabajadores para aportar creatividad y flexibilidad a los procesos productivos.

¿Cuáles son las claves para navegar por los afectos humanos?

Paciencia, compasión, empatía, ternura? Nos parecemos todos tanto que cuando centras la mirada en el otro y ves que le pasa lo mismo que a ti, que es tan vulnerable como tú y que le cuesta vivir en un mundo tan incierto, eso nos conecta a los demás.

He leído que una de las herencias de su padre Eduard Punset es la creencia de que las ideas pueden cambiar el mundo. ¿De verdad lo cree así?

Me temo que no somos lo suficientemente conscientes de algo fundamental: nuestro mundo es mucho mejor que hace relativamente pocas décadas? No es solo por el confort físico que hemos logrado, sino sobre todo por la democratización del conocimiento, por el triunfo de la ciencia y la razón en muchos países sobre las ideologías y la superstición, por los derechos universales, que les hubiesen parecido meros sentimentalismos a nuestros ancestros más cercanos? Estamos logrando que la violencia, que podría prevalecer, vaya perdiendo coto en nuestro pequeño planeta, y que prevalezca poco a poco la empatía y el conocimiento.