J. V.: Empecemos con el latinajo. 'Excusatio non petita, accusatio manifesta'. En general, suele ser verdad que cuando nos justificamos sin que nadie nos lo pida, estamos delatándonos por algo mal hecho.
I. Q.: Como en casi todo, los términos absolutos no son muy válidos. Hay personas que, efectivamente, se excusan por adelantado pretendiendo hacer bonito lo que es una faena. Pero también hay personas que son inseguras, como los obsesivos, y que entre sus rituales para prevenirse de la culpa que pueden experimentar cuando una tercera persona sufre un daño, dan explicaciones que nadie pide, con el ánimo de prevenir. Hasta aquí hemos hablado del emisor de la explicación, pero hay una segunda persona involucrada, que es el receptor, y en esta posición hay gente muy suspicaz que coge el rábano por las hojas y con ello se queda. Cuantas más explicaciones, peor lo viven y más patas le buscan al gato.
J. V.: ¿Es más fácil buscar una excusa que reconocer un error o asumir un mal comportamiento?
I. Q.: Fácil, lo que se dice fácil, en el corto plazo, sin ninguna duda. En el largo plazo no es así, porque las excusas son pequeñas mentiras que pretenden modificar la realidad para dejar a salvo nuestra imagen. Sin embargo, las explicaciones cuestan más, hay que elaborarlas y hay que saber aceptar que no gusten, pero el tiempo juega a favor de ellas.
J. V.: Muchas de esas excusas son peregrinas y endebles: "Tenía el móvil en silencio, había mucho tráfico, el perro se comió los deberes..."
I. Q.: Hombre, las dos primeras pueden pasar, pero la tercera no. Aquí es el crédito personal el que sirve. Si eres una persona solvente y con crédito personal, no del otro, aceptarán la explicación que des para excusar que no hayas respondido a un determinado requerimiento. Si, por el contrario, tu fama es de escabullirte y esconderte en excusas fáciles, no te creerán aunque lo jures con un garrafón del suero de la verdad directamente puesto en vena.
J. V.: Lo malo es que si funcionan (o quien las usa cree que funcionan), se vuelven a usar una y otra vez. No se sale del círculo.
I. Q.: Ahí también suele jugar un papel muy importante el receptor de la información. Las personas que mienten compulsivamente están detectadas allí por donde van y muchas más personas de las que ellas creen guardan silencio por pura educación. Hay mentiras tan burdas que a la gente de bien le da vergüenza comentar, pero es bueno que de vez en cuando digamos a la persona que miente lo que pensamos de verdad porque si no, terminan por creerse sus propias mentiras. A partir del momento en el que se creen sus propias mentiras es cuando ya no se sale del círculo.
J. V.: En ocasiones, no se emplean ante los demás sino ante uno mismo. Cuando no se tiene la conciencia tranquila por lo que sea, se teje una explicación... y se acaba creyendo. Eso es autoengaño.
I. Q.: Todos sabemos cuál es nuestra verdad, luego se la escondemos a las amistades, al confesor o al psicoanalista. Confesar los pecados propios no es nada fácil, pero de ahí a decir que desconocemos cuáles son nuestros pecados, yo creo personalmente que hay un trecho muy largo.
J. V.: Otro clásico: la culpa de lo que sea la tienen los demás o, en el mejor de los casos, la sociedad en su conjunto.
I. Q.: Efectivamente. Esto de no identificar el problema y su origen es un ardid para perpetuar ciertas tendencias. Esto es como la nueva moda de apelar a la palabra "responsabilidad" para hacer comulgar con ruedas de molino a la ciudadanía.
J. V.: ¿Cómo actuar ante quien te la juega una y otra vez y te presenta las mismas excusas?
I. Q.: Pues como te decía antes, diciéndoselo con la educación que te permita, pero sin retrasos. El riesgo real es que el mentiroso se lo termine creyendo y al final no hace más que exagerar su presión al mentir pensando que en ello radica el que de nuevo se vuelva a salir con la suya. Es tarea de cada uno decirle que no es así.
J. V.: Hay quien siente la necesidad de excusarse incluso por lo que no es responsabilidad suya.
I. Q.: Sí. Es gente excesivamente buena y/o que necesita que le reconozcan hasta sus enemigos y los enemigos públicos. Esto de la dependencia emocional es una carga. Se hacen muchas cosas sólo por el miedo a no caer bien o a perder el favor alguien que no merece respeto.
J. V.: En el extremo contrario, hay personas que creen que están exentas de disculparse. Simplemente, no les entra en la cabeza que hayan podido obrar mal... o tal vez piensan que están en todo su derecho de hacerlo.
I. Q.: Esos suelen tener la cara de hormigón armado porque desde que cumplimos los 8 años todos sabemos lo que está mal hecho y sabemos cuándo hemos obrado mal. Esta gente que has descrito está a otra onda al no admitir nada de lo que hacen mal para poderse seguir beneficiando de su actitud.